Lo innombrable
Vivimos en torno de ello, lo aludimos, sabemos que est¨¢ ah¨ª, no lo nombramos jam¨¢s, o s¨®lo cuando .el fuego que arde al final de la semana nos convoca: es lo innombrable, que se ha instalado en la vida espa?ola. ?El temor, el horror, el pudor, la verg¨¹enza, la cauci¨®n, la emoci¨®n? Lo innombrable.Hay ciervos vulnerables y ciervas ni?as, por las laderas de Madrid, contra el crep¨²sculo militar de abril. Quiz¨¢ haya, incluso, gamos amamantadoscon leche de mujer, como los que ve¨ªa Paul Morand en la noche rusa. Son la met¨¢fora ¨²ltima y err¨¢tica de la inocencia. Los dem¨¢s, todos hemos perdido la inocencia y vivimos como que, hacemos como si, nos nutrimos de lo innombrable, que se nutre de nosotros. Madrid prepara sus fiestas de mayo e invierte en ellas un presupuesto quiz¨¢ excesivo, seg¨²n algunos, pero yo pienso que precisamente el exceso es la respuesta al miedo, el querer echar la casa consistorial por la ventana de una alegr¨ªa pat¨¦tica. Gigantes y cabezudos, alegres disparos de sidra contra lo innombrable. Los jeques suben o bajan el petr¨®leo. Es igual. La gente quema su biograf¨ªa en gasolina -todos somos bonzos del fin de semana-, huyendo de lo innombrable, que tiene una fecha y un nombre convencional, ya casi pintoresco, pero que en realidad es el tiempo entero y calla su nombre. Aqu¨ª en los peri¨®dicos fletamos cada d¨ªa el Titanic de papel de las noticias, sabiendo que es el Titanic y que va a hundirse. Forges acude c¨ªvicamente a la cita ominosa con su propia culpa.
Berchi, librero de ocasi¨®n, me invita a un almuerzo con sus colegas (este a?o les va a hacer Cela el preg¨®n) y me ofrece un libro de Eugenio d'Ors, caro y raro, que ha encontrado en Barcelona. Todos hacemos nuestros trapicheos, en libros o en chocolate, como si aqu¨ª no hubiese pasado nada, co?o. Ponen El gal¨¢n fantasma, conmemorando a Calder¨®n, pero todos tenemos ya en la mente otro gal¨¢n fantasma. El general D¨ªez-Alegr¨ªa me agradece mis definiciones sobre su persona como militar liberal y humanista. Resaltar su figura, m¨¢s que m¨¦rito m¨ªo, es m¨¦rito del entorno. Areilza me lo dice off the record:
-Suponiendo que todo vaya normalmente...
Y caigo en la cuenta de que estamos viviendo off the record. La f¨®rmula period¨ªstica anglosajona se ha hecho f¨®rmula vital y verbal hisp¨¢nica. Hemos vuelto, no a la clandestinidad ni a la nulidad, sino, m¨¢s sutilmente, a tener una vida off the record, confidencial, fuera de las circunvoluciones y circunvalaciones y circunnavegaciones legales y oficiales. En el siglo pasado, Baudelaire interpretaba a Gautier y Gautier a Baudelaire. Se lleva mucho este tipo de retratos rec¨ªprocos. Ahora cada cual interpreta al vecino, al taxista, al tronco, al chorvo, al baranda: ??Ser¨¢ o no ser¨¢ de los nuestros??. Somos ya lo que Torres Villarroel; hubiera llamado ?los desahuciados del mundo y de la gloria?. En una noche nos desahuciaron de nuestra casita de papel, que para ser de papel ya hab¨ªa durado mucho: cinco a?os. Vuelven, como en los viejos tiempos protofranquistas, a interesarnos vicariamente las elecciones francesas, a apasionarnos:
-Si Mitterrand ganase, si el socialismo...
Es lo de entonces, el suspiro secreto que atraviesa un libro duro de posguerra, La Colmena: ?Si los aliados ganasen...?. Aqu¨ª no ha pasado nada, incluso algunas cosas se van arreglando. Calvo-Sotelo ha sacado una pela larga a los grandes Bancos, para Camacho, y Paco Ord¨®?ez nos va a divorciar a todos por la v¨ªa r¨¢pida. Pero en la vida espa?ola, en el coraz¨®n de mel¨®n de cada uno, en la m¨¢s secreta gesti¨®n del alma colectiva se ha instalado lo innombrable. S¨®lo eso.
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