Hambre contra el hambre
LA MUERTE de Rafael Hoyos Herrera, vecino de Teba, que permanec¨ªa en huelga de hambre para denunciar la situaci¨®n del campo andaluz, ha sido debida a un accidente, pero est¨¢ vinculada al estado de debilidad general producido por el ayuno voluntario. Casi al tiempo, dos vecinos de Villamart¨ªn, entre ellos Francisco Casero, que hab¨ªan iniciado esa protesta pasiva y sufriente hace casi un mes, han sido hospitalizados por serio quebranto de su salud. Otros huelguistas de Marinaleda han tenido que recibir tambi¨¦n asistencia m¨¦dica. Es probable que estos sucesos no hagan sino fortalecer la solidaridad y encender los ¨¢nimos de otros centenares de huelguistas, e incluso ampliar el campo de la protesta.Resulta notable que este movimiento no esgrima como principal bandera el incremento de los fondos p¨²blicos del empleo comunitario y que incluso haga objeto de su cr¨ªtica a esa forma de redistribuci¨®n de los ingresos. Los propios dirigentes de la huelga muestran escasa estimaci¨®n hacia un remedio emparentado con la sopa boba, que se preocupa de paliar selectiva e irregularmente los efectos de la crisis y que desempe?a la funci¨®n de blanquear conciencias para irresponsabilizarlas, y piden al Gobierno y a las fuerzas pol¨ªticas medidas de pol¨ªtica econ¨®mica encaminadas a la creaci¨®n de puestos de trabajo, cuya progresiva desaparici¨®n consideran como causa de su miseria. As¨ª, las cr¨ªticas dirigidas contra el empleo comunitario desde la Administraci¨®n p¨²blica son parcialmente compartidas por los beneficiarios espor¨¢dicos de esos fondos, que reconocen las desmoralizadoras consecuencias de tales paliativos, a los que atribuyen, no sin raz¨®n, la multiplicaci¨®n de la vagancia, la erradicaci¨®n de los h¨¢bitos de trabajo y la creaci¨®n de un caldo de cultivo para la delincuencia.
No es probable que la soluci¨®n inmediata de los males del campo andaluz dependa de unos timbrazos dados por el ministro de Agricultura o de unas ¨®rdenes o decretos publicados en el Bolet¨ªn Oficial del Estado. Sin embargo, parece inexcusable que el titular de esa cartera y sus inmediatos colaboradores se den por aludidos ante lo que est¨¢ ocurriendo en Villamart¨ªn, Marinaleda y otros lugares, y adopten las actitudes de di¨¢logo que cabe exigir en un sistema democr¨¢tico a quienes ejercen funciones p¨²blicas por designaci¨®n de los ciudadanos. Es cierto que una parte de la plataforma reivindicativa de los huelguistas camina en cierto modo contra la modernizaci¨®n de la agricultura y los incrementos de la productividad, indispensables para un pa¨ªs que vive inmerso en el mercado mundial y se plantea su integraci¨®n en Europa. Pero el ministro de Agricultura no puede quedarse con los brazos cruzados mientras la huelga de hambre se extiende por el campo andaluz y se produce la primera v¨ªctima de esa protesta. Dar esperanza a los desesperados es la primera obligaci¨®n de los gobernantes que no deseen que la frustraci¨®n social se convierta en violencia colectiva. Nadie hace un ayuno voluntario con riesgo de su vida o con graves quebrantos para la salud para inquietar la siesta de un ministro o para molestar a los pol¨ªticos y funcionarios de la Administraci¨®n. Los huelguistas tienen derecho a ser o¨ªdos, y el Gobierno tiene el deber de contestar a sus sugerencias y quejas.
Quiz¨¢ la potenciaci¨®n de los cultivos atendiendo exclusivamente a la creaci¨®n de puestos de trabajo podr¨ªa suponer, a medio plazo, un negocio ruinoso para todos, incluidos los jornaleros, dado que unos excedentes pagados a precios superiores a los del mercado mundial los har¨ªan inviables. Las peticiones de control de la mecanizaci¨®n pueden chocar contra la necesidad de elevar la productividad de nuestra agricultura, seriamente desafiada por el reto de la integraci¨®n europea. Sin embargo, tambi¨¦n esto se les puede explicar a los huelguistas, al tiempo que se les da respuesta positiva a otros puntos de su plataforma reivindicativa, m¨¢s que moderados y, sin duda, bien planteados, que se extienden desde la aplicaci¨®n de una ley de laboreo forzoso y el seguimiento de la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables hasta el fomento de industrias de transformaci¨®n y la asignaci¨®n de los fondos del empleo comunitario a tareas de repoblaci¨®n forestal, pasando por medidas de jubilaci¨®n anticipada. Porque ahora resulta que no s¨®lo el ex presidente Su¨¢rez prefer¨ªa el abrigo de los despachos a las inclemencias de la intemperie, sino que tambi¨¦n buena parte de los ministros aprendieron de su antiguo jefe esa resistencia a la comunicaci¨®n, el di¨¢logo y el debate.
As¨ª como el ayuno de 72 horas de Rafael Escuredo para protestar por las inconsecuencias centristas a prop¨®sito del refer¨¦ndum andaluz fue casi una bufonada, esta huelga de hambre no es ninguna broma, y merece el respeto y la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Tal vez el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa reflexione ahora sobre las implicaciones dram¨¢ticas que puede contener un gesto fr¨ªvolamente realizado, pero tomado en serio, como ejemplo, por quienes no confunden huelgas con ayunos ni utilizan su protesta para salir en primera p¨¢gina en los peri¨®dicos. La frivolidad ha estado presente con demasiada frecuencia en los planteamientos y campa?as de los partidos pol¨ªticos que tomaron a Andaluc¨ªa como dep¨®sito de sufragios futuros. Mientras la ca¨ªda del sector de la construcci¨®n, el fomento de cultivos intensivos de capital gracias a una pol¨ªtica de precios oficiales favorables, el regreso de los emigrantes y la detenci¨®n de la emigraci¨®n hacia las zonas industrializadas agravaban la situaci¨®n econ¨®mica, deterioraban el clima social y aumentaban el paro, nuestra clase pol¨ªtica se dedicaba a desplazar los problemas desde ese duro y concreto escenario hacia el folklore abstracto y la bizantina discusi¨®n en tomo a las ventajas e inconvenientes de v¨ªas ideadas por los art¨ªculos 151 y 143 de la Constituci¨®n. Confiemos que ahora, con una huelga de hambre ejercida como protesta contra una situaci¨®n de hambre, el Gobierno no se limite. a consultar a la comisi¨®n de expertos para la concertaci¨®n auton¨®mica, ni caiga, una vez m¨¢s, en la tentaci¨®n de convertir esa protesta en un simple problema de orden p¨²blico.
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