Charles Aznavour: "S¨®lo me da miedo la falta de imaginaci¨®n"
Fuera del escenario, el cantante franc¨¦s de origen armenio Charles Aznavour no es nada cauteloso. Sus grandes ¨¦xitos internacionales (Venise, Il faut savoir, La boh¨¨me, La mamma o J'aime Paris au mois de mai) no han mermado su empuje original, su resplandeciente espontaneidad, su ya madura picard¨ªa. El sabe que es uno de los raros int¨¦rpretes, junto a Sinatra, condenados a ser eternamente primeras figuras. Despu¨¦s de cuarenta a?os en la brecha, ello no le produce v¨¦rtigo alguno. Su ¨²nico temor es que la imaginaci¨®n deje de ser un d¨ªa su sol¨ªcita y fiel compa?era.
La imagen m¨¢s aclamada de Aznavour es la de alguien que confunde a conciencia la Tierra con una gran cama. Las historias de amor palpitan, desde luego, en sus canciones con insaciable intensidad. Para colmo, pese a su aire de farsante, logra que el melodrama sentimental resulte plenamente cre¨ªble. Ya Cocteau se?alaba: ?En el mundo torrencial de la canci¨®n, Charles Aznavour representa el drama y la ternura con un rigor sorprendente. Su verdadero ¨¦xito se debe a que canta m¨¢s con su coraz¨®n que con su garganta?.Esa garganta acatarrada se ha impuesto como s¨ªntoma de salud. Y hasta el aspecto f¨ªsico general, poco agraciado, se ha convertido en signo de desatada seducci¨®n. Desde los nueve a?os, Aznavour no ha escatimado esfuerzos para alcanzar esa reforma ejemplar: bailar¨ªn negrito en una obra teatral, imitador de Charlot... Y m¨¢s tarde, durante la ¨²ltima guerra mundial, empieza a componer canciones con Pierre Roche. El resto es muy conocido: la amistad con Edith Piaf, la primera canci¨®n con B¨¦caud (Viens) y, en 1959, el zumbido triunfal que supus¨® su recital en el teatro Alhambra. Desde esa fecha, la fama permanente e internacional.
Pero Aznavour escucha la palabra balance y salta como un tigre: ?Jam¨¢s hago balance alguno. Es algo que me produce horror. Hay cantantes, por el contrario, que no cesan de hacer balances, pues viven para ver si alguno de sus temas se sit¨²a o no como n¨²mero uno de las listas de superventas. Yo no me he preocupado de esos sobresaltos c¨ªclicos, sino de forjarme una carrera donde son tan aleccionadoras las cosas positivas como las negativas. A partir de ese instante, creo que le ofrezco al p¨²blico aquello que solamente puede encontrar en m¨ª?.
Tose. Y prosigue: ?No quiero decir con esto que mis canciones sean mejores o peores que las de los dem¨¢s, sino que, en cualquier caso, no son intercambiables, pues llevan muy visible mi propia huella. De ah¨ª que nadie sea mi rival ni yo lo sea de nadie. El p¨²blico ve en mis actuaciones una s¨ªntesis de teatro, concierto y variet¨¦s. Para que pueda seguir viendo eso en m¨ª es preciso que yo no me detenga, que no malgaste el tiempo en establecer rituales balances. Yo avanzo sin miedo. Ni siquiera le tengo miedo a la edad. Creo que un artista s¨®lo debe sentir miedo ante la falta de imaginaci¨®n?.
Esa soltura ha sido ovacionada por igual en cada uno de los recitales que acaba de ofrecer en Espa?a: ?El p¨²blico de Madrid era el m¨¢s pudiente. Sin embargo, tal vez se sorprender¨ªa bastante si supiera que su reacci¨®n fue id¨¦ntica a la que observ¨¦ frente a un p¨²blico mucho m¨¢s popular. S¨ª, hay una curiosa semejanza entre todas las acogidas que aqu¨ª se me han dispensado?. Y en Aznavour se da, asimismo, una no menos curiosa p¨¦rdida de su antigua tensi¨®n cuando pisaba el escenario: ?No crea, sigo saliendo tan tenso como anta?o. Por ejemplo, si veo una colilla de cigarro en el suelo puedo sentirme totalmente perturbado. De ah¨ª que, antes de aparecer ante el p¨²blico, exija una limpieza total del escenario. Luego, como pas¨® la otra noche en Madrid, he de superar mis man¨ªas sobre la marcha, pues me inundaron el espacio con flores. Menos mal que eran tantas que resultaba dif¨ªcil distraerse con alguna en especial. Lo que ocurre es que he conseguido un dominio de m¨ª mismo nada desde?able. A la par, ya le he torcido el cuello a la vanidad... Y, en fin, los a?os cuentan?.
Esa experiencia no parece re?ida con el riesgo: ?El ¨²nico placer de lo que me queda por hacer lo hallo en el riesgo. Recientemente he cantado, en Par¨ªs, con una orquesta sinf¨®nica. Era un riesgo. Y riesgo es cantar temas como Judas o Camarade. Me arriesgo a hacer de enamorado infeliz, de amante sumergido en la dicha, de homosexual o de solitario atroz... Yo canto problemas universales con todo el rigor del que soy capaz. Y, a la vez, me gusta intercalar temas menores, cosas tiernas y amables?.
A lo que no se arriesga Aznavour es a hacer campa?a en favor de Giscard o Mitterrand: ?He rechazado todo tipo de ayuda a cualquier candidato presidencial. Soy demasiado l¨²cido como para entrar en ese juego. Al cabo de los a?os, todos los intelectuales terminan escribiendo la verdad de su pasada militancia. Y suelen decir: "Me equivoqu¨¦". No, no se equivocaron. Simplemente, antepusieron el ardor juvenil a la lucidez del hombre maduro?.
Sigue procurando Aznavour no convertirse en ?el franc¨¦s cr¨®nico?. Canta en idiomas varios, y por supuesto en espa?ol. Cuenta con ser un tipo ni genial ni necio. Opina sobre la nueva canci¨®n francesa: ?Es interesante. Son canciones bien escritas. Pero tal vez la mano que las escribe carece de gracia, de un poco de sal?. Habla de Edith Piaf amplia, cari?osamente. El actor de Tirez sur le pianiste o Un taxi para Tobrouk prolonga la conversaci¨®n con su amor por el cine, adelanta que va a interpretar un papel en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de La monta?a m¨¢gica, recuerda con agrado su intervenci¨®n en El tambor.
Finalmente, no omite su parecer sobre la canci¨®n espa?ola: ?A m¨ª me gusta, por encima de todo, el flamenco. Y me interes¨® mucho la ¨¦poca de Imperio Argentina. Luego hubo un largo bache, hasta que surgi¨® Raphael, que fue quien de verdad le abri¨® las puertas a la canci¨®n espa?ola en el extranjero. El, como todo pionero, se sacrific¨® para que otros brillaran despu¨¦s. Ahora veo que en Espa?a se meten mucho con Julio Iglesias. A m¨ª me parece un cantante popular estupendo. Yo no soy nada sectario. Me gustan Brassens, Ferr¨¦ o Nougaro, pero nunca desde?o a los cantantes populares?.
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