Ambiente de victoria en la ¨²ltima gira del socialista Mitterrand
ENVIADO ESPECIALLas ?¨²ltimas veinticuatro horas? del candidato socialista, Fran?ois Mitterrand, con su lema La fuerza tranquila, con su otra pol¨ªtica, con eventual futuro primer ministro Michel Rocard, con su gente, en un avi¨®n repleto de periodistas del mundo entero, desde Par¨ªs al este Francia, del este al oeste de la misma Francia, nubosa pero c¨¢lida y verde, quiz¨¢ hinchada de esperanza mitterranista, pero rica e inspirada de prudencia giscardiano-conservadora.
De Par¨ªs a Epinal, de Epinal a mulhouse, y de aqu¨ª a Nantes: 2.000 kil¨®metros de gritos euf¨®ricos, es decir, de ?Mitterrand presidente?.
Par¨ªs aeropuerto: Mitterrand atraviesa la aduana, saluda al polic¨ªa de turno, que aprovecha y le interroga: ?iA ver qu¨¦ va a hacer por nosotros, se?or Mitterrand! ? El candidato: ?Eso ya lo veremos el lunes?. Mitterrand sonr¨ªe, sereno, afable como nunca; la campa?a no ha afectado su pinta de veraneante que ha terminado sus vacaciones. ?Es otro Mitterrand? ?Es la seguridad del triunfo?
?Se?or Mitterrand, si fuese elegido presidente, los espa?oles esperan mucho de usted para mejorar las relaciones entre los pa¨ªses?. Y Mitterrand, como un resorte: ?Que son muy malas. Ya veremos el lunes?.
Surge otra pregunta m¨¢s: ?Se?or Mitterrand, ?cree usted realmente que va a ganar el domingo??. Y el candidato socialista contesta: ?Unicamente puede impedirme la victoria un reflejo de miedo de una parte del electorado a ¨²ltima hora?. Pasa a p¨¢gina 3
Gira triunfal del candidato socialista, Mitterrand, en el ¨²ltimo d¨ªa de la campa?a electoral por la Presidencia de Francia
Viene de primera p¨¢gina
M¨¢s tarde, su brazo derecho, Claude Estier, afina un poco m¨¢s: ?Tenemos que hacer algo, pronto e importante. Nosotros pensamos que hay que celebrar una reuni¨®n al m¨¢s alto nivel para afrontar el problema del Mercado Com¨²n, amplia y clar¨ªsimamente. La cuesti¨®n vasca hay que abordarla con rigor tambi¨¦n. Pero no me haga decir m¨¢s, porque el otro d¨ªa en Madrid manifest¨¦ lo que yo pienso sobre este asunto y se alborot¨® el gallinero?.
Ya hemos llegado a Mulhouse: 4.000, 5.000, 6.000 personas abarrotan el local. Rocard toca las palmas en la tribuna para corear la entrada triunfal de ?Mitterrand presidente?. Y Rocard habla: ?Hemos ganado, casi?. El tribuno fulgurante se ahoga en los aplausos y gritos. Y termina: ?Venceremos?. La hecatombe.
Mitterrand vuelca la sala con su presencia en el pupitre. Empleados, obreros, gentes modestas y j¨®venes, en mayor¨ªa; hacen estallar cada frase del candidato. Una se?ora: ?Ya est¨¢ bien de mil a?os de Giscard?. Sus compa?eros la abrazan.
Otra vez en el aire: Mitterrand contin¨²a siendo la fuerza tranquila (el lema protagonista de toda su campa?a electoral), e inmutable, como si no ocurriera nada, y con su gentileza creciente, que es como un jarabe nuevo para quienes s¨®lo lo frecuentan de lejos. Se pasea entre los periodistas, saluda, dice palabras, recita frases en las que cada cual quiere encontrar una significaci¨®n inexistente, se detiene, mira por la ventanilla, y de repente, surge el hombre cultura: ?Miren ustedes, ?ven aquellas dos colinas a lo lejos, en el horizonte?, pues bien, son las colinas de las que habla Barres...?. Y vuelve a sus peri¨®dicos.
Alguien observa: ?Mira, incluso ha venido Charles Argrove, el corresponsal del Times, que acaba de publicar un libro sobre su personaje preferido, Giscard d'Estaing. Esto puede ser un s¨ªntoma el ¨²ltimo d¨ªa de la campa?a?
Caroline, estudiante de Derecho, hija de Jacques Lang, el futuro primer ministro de la Cultura si Mitterrand fuese elegido, afirma que esta ¨²ltima posibilidad no le interesa: ?Lo que me preocupa es el domingo pr¨®ximo?. (Mitterrand, sin embargo, no acaba de hablar del lunes inmediato.)
?Por favor, se?or Mitterrand, d¨ªganos algo hist¨®rico, que es el momento quiz¨¢?. Mitterrand sonr¨ªe, simp¨¢tico, casi cari?oso (inaudito), se explica con un gesto, no dice ni palabra, y vuelve otra vez a sus peri¨®dicos, al lado de Danielle, su esposa, discreta y dulce.
Nantes, en Breta?a, alcald¨ªa socialista, igual a la locura final: 20.000 personas. M¨ªtterrand: ?Por un nada vamos a ganar?, el disloque. Y empalma: ?Ya hemos ganado?, y el torrente del delirio de las gentes, modestas, medias, j¨®venes en gran n¨²mero, avasallan en todos los sentidos.
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