Terrorismo y sociedad
La violencia terrorista, con su se cuela de asesinatos y atentados, es la parte m¨¢s visible de un proceso que pretende desmoralizar la sociedad y hacerle perder la fe en sus valores m¨¢s fundamentales. Por eso, el terrorismo no puede ser considerado como un problema de las fuerzas de seguridad del Estado o del Gobierno, sino como algo que concierne al conjunto de la sociedad. El objetivo del terrorismo no es producir una o varias v¨ªctimas, ya que ¨¦stas no son sino instrumentos dram¨¢ticos para conseguir su fin: el terror. Y se apoya esencialmente en las reacciones que produce para multiplicar el terror mismo. La estrategia terrorista act¨²a sobre la emotividad ciudadana para provocar estados de conciencia negativos: temor, inseguridad, insolidaridad y desarme y entrega psicol¨®gica a un sentimiento de fatalista impotencia. Cuanto menos preparada se encuentre la poblaci¨®n para resistir los impactos de. las acciones terroristas, mayores son sus posibilidades de ¨¦xito. Los terroristas saben que tienen nura probabilidad en confrontaciones directas con las fuerzas de seguridad y Fuerzas Armadas. Lo que valoran es el entorno e incidencia social de sus actuaciones, en unos casos, mediante la adhesi¨®n popular que pretenden conseguir, y en otros, por el quebrantamiento del sentimiento de seguridad ciudadana. Su prop¨®sito es crear inestabilidad, tratar de aumentar tensiones que puedan generar situaciones cr¨ªticas y, sobre todo, desmoralizar a la sociedad, sembrando en ella la desconfianza en las instituciones.Por eso, hay una convicci¨®n fundamental que es preciso generalizar, y es que el terrorismo no es una lucha de fuerzas en la que nadie pueda desempe?ar el papel de espectador. El terrorismo es enemigo de todos y cada uno de nosotros, de nuestras familias, de nuestros hijos, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestros militares, nuestros polic¨ªas, nuestros ideales y nuestras instituciones. De nuestro sistema de vida y de nuestras convicciones, de nuestra paz y de nuestra libertad. Por eso, tan tristes y criminales sucesos deben implicarnos en el dolor por las v¨ªctimas, pero tambi¨¦n en la solidaridad activa de defendernos unos con otros, porque la paz y la libertad de uno es parte sustantiva y preciosa de la paz y la libertad de todos. Es una ocasi¨®n excepcional para una llamada a la lucidez y a la conciencia nacional.
El pueblo tiene que estar preparado para vencer al terrorismo, para sufrir sus zarpazos; pero para acostumbrarse a ellos, jam¨¢s. Por eso creo que tienen importancia gestos como el protagonizado el pasado viernes por la gran mayor¨ªa de los espa?oles deteniendo su actividad dondequiera que se encontraran para hacer una demostraci¨®n visible de solidaridad. Solidaridad, en primer lugar, con las v¨ªctimas y con el dolor de sus familiares y amigos. Solidaridad y respaldo moral con los profesionales de nuestra seguridad, que llevan sobre sus hombros la pesada responsabilidad directa de la lucha contra el terrorismo. Solidaridad con las instituciones del Estado. Solidaridad y fe en Espa?a.
El terrorismo s¨®lo tiene una respuesta, y es la respuesta de todos. Si es un problema extraordinario, se le aplican frontalmente remedios extraordinarios. Y el primero es la conciencia compartida de que el crimen se perpetra contra cada uno de nosotros y, al mismo tiempo, proveer de cuantos medios legales, t¨¦cnicos y econ¨®micos sean precisos en esta prioridad primera que es preservar la vida, la paz y la libertad. Porque si no hay paz ni libertad no hay vida que merezca el calificativo de humana. Y cuando ese supremo bien es el que est¨¢ en riesgo, no se puede caer en la trampa de la desmoralizaci¨®n y s¨ª se debe desde?ar, decididamente, la preocupaci¨®n por si gustan o no a alguna opini¨®n exquisita o alg¨²n sector interesado las medidas que sea preciso adoptar.
Que el terrorismo sea un fen¨®meno generalizado de nuestra ¨¦poca y golpee cada vez en m¨¢s pa¨ªses no debe servir para olvidar lo que verdaderamente significa. El terrorismo es una form a de delincuencia, una forma de crimen organizado. Y es preciso no olvidar este importante aspecto para no secundar ni por la c¨®lera ni por el desconcierto la consecuci¨®n de sus ¨²ltimos fines. Bien al contrario: a una forma de organizaci¨®n asesina hay que enfrentarle una racionalidad positiva y eficaz en el plano psicol¨®gico, moral y material.
No hay terrorismo de un solo patr¨®n, sino acomodaci¨®n en los m¨¦todos y acciones a las circunstancias del medio social en que act¨²an. En Espa?a, contando con la seguridad de la reacci¨®n que provocar¨¢n en algunos sectores y de la resonancia que pueden alcanzar, uno de los mensajes.que pretenden destilar es la propia validez del sistema de libertades. En ning¨²n pa¨ªs occidental con similar estructura cultural y social a la nuestra se le ocurrir¨ªa a nadie que la actividad -terrorista pudiera afectar a la esencia misma del modelo de sociedad. Simplemente se acrecientan, si es preciso, losmedios para asegurar una mayor eficacia y coordinaci¨®n, se intensifican las campa?as en orden a la autoprotecc¨ª¨®n personal y moral de los ciudadanos y se persigue una mayor adhesi¨®n a la paz y a la libertad, lo que va reduciendo progresivamente las expectativas y est¨ªmulos para los elementos terroristas.
Y ese es tambi¨¦n el mensaje de los dos minutos de silencio: un grito fuerte de que no vamos a dejar que unos pocos nos impongan su terror y nos roben a los espa?oles nuestro derecho a vivir en paz y libertad.
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