Giscard, cuatro a?os de tensi¨®n con la Espa?a democr¨¢tica
La derrota de Val¨¦ry Giscard d'Estaing en los comicios presidenciales galos ha puesto punto final a una tensa y dif¨ªcil etapa de cuatro a?os de relaciones hispano-francesas. Desde la puesta en marcha del proceso democr¨¢tico espa?ol hasta el d¨ªa de hoy la ruta transpirenaica ha estado plagada de obst¨¢culos y afrentas, siempre o casi siempre marcados por la pol¨ªtica e iniciativa personal del ya ex primer inquilino del palacio del El¨ªseo. Giscard d'Estaing, que vino a Madrid a la coronaci¨®n del rey Juan Carlos I -?su buen amigo?-, quiso, primero, apadrinar el proceso democr¨¢tico espa?ol y, despu¨¦s, controlarlo desde el exterior.Combate ideol¨®gico y modelos de sociedad aparte, no creo que sean muchos los espa?oles de la izquierda, el centro y la derecha que lamenten la derrota de Giscard. Incluso sus m¨¢s afines en la ideolog¨ªa podr¨¢n recordar ahora, una vez ca¨ªdo, y aunque vuelva alg¨²n d¨ªa, que su comportamiento hacia Espa?a no fue ejemplar ni sirvi¨®, ni mucho menos, de aliento y ayuda a la joven democracia hispana. Pesca, camiones volcados, intrigas diplom¨¢ticas en Guinea Ecuatorial, norte de Africa, Oriente Pr¨®ximo y Am¨¦rica Latina no han sido apenas problemas importantes en los ¨²ltimos 1.500 d¨ªas de las relaciones Madrid-Par¨ªs.
Tenemos dos flagrantes ejemplos: la falta de colaboraci¨®n en la lucha contra el terrorismo vasco, poniendo en serio peligro el r¨¦gimen espa?ol de libertades, y el par¨®n impuesto a las negociaciones hispano-comunitarias con el mayor de los oportunismos electoralistas, que adem¨¢s no le ha servido para nada.
El presidente quiso resumir sus relaciones con Espa?a su amistad buena y sincera con el Rey, como si el palacio de la Zarzuela estuviera lejos de los espa?oles. Este ha sido el mayor de los errores de la actitud paternalista de Giscard para con sus vecinos del Sur. En medios diplom¨¢ticos se ha contado la an¨¦cdota de que, en una tertulia en el mismo palacio de la Zarzuela, el ex embajador de Francia en Madrid Jean Fran?ois Deanieau cantaba con entusiasmo progiscardiano los numerosos puntos de coincidencia que exist¨ªan entre los jefes de Estado de ambos pa¨ªses pirenaicos. Y fue entonces cuando alguien resalt¨® que hab¨ªa entre los estadistas una enorme diferencia: Giscard deb¨ªa someter su liderazgo pol¨ªtico a veredicto popular una vez cada siete a?os. Y el veredicto del domingo pasado ya hizo la diferencia.
El presidente Su¨¢rez se fue de motu proprio. A Giscard d'Estaing lo han echado los votantes, a la vista de su balance pol¨ªtico. Entre uno y otro pol¨ªtico no hubo buenas relaciones. Tensiones y maniobras que llegaron hasta lo personal. A Giscard no le gustaban los efusivos saludos castellanos de Su¨¢rez -no quer¨ªa fotos con Su¨¢rez tom¨¢ndole por el antebrazo- y bromeaba sobre la preparaci¨®n econ¨®mica y cultural del anterior residente de la Moncloa. A Su¨¢rez no le hac¨ªan ninguna gracia los intentos de Giscar de puenteo con la Zarzuela y el trato preferente que daba a otros primeros ministros europeos como Schmidt y la se?ora Thatcher, releg¨¢ndole al entendimiento con su segundo de a bordo, Raymond Barre.
Estas tensiones tuvieron sus consecuencias en los planos bilateral e internacional. Las diplomacias de uno y otro pa¨ªs se cruzaron in¨²ltilmente en el norte de Africa, Mediterr¨¢neo, Europa, Oriente Pr¨®ximo y Latinoam¨¦rica. Los intercambios (favorables a Espa?a, por una vez) no prosperaron y las relaciones entre ambos pueblos se han visto sometidas a una competencia in¨²til, en la que el ex presidente Giscard d'Estaing tiene la m¨¢xima responsabilidad por su actuaci¨®n en dos temas claves que perduran y cuya llave est¨¢ en Par¨ªs: terrorismo y CEE.
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