Democracia y educaci¨®n
En todos los pa¨ªses democr¨¢ticos del mundo existe un porcentaje, a veces alto, de gentes no dem¨®cratas de diverso signo. En mi opini¨®n, esto se debe a que el ciudadano medio no entiende qu¨¦ es la democracia, por falta de formaci¨®n te¨®rica y de vivencia pr¨¢ctica; ya que de nada sirve recibir lecciones durante veinte a?os, de cualquier disciplina, si prescindimos de su ejercicio.En las circunstancias en que se mueve actualmente nuestro pa¨ªs, es del todo necesario un Gobierno claramente dispuesto a tornar dos decisiones fundamentales:
La primera tiene por objeto arbitrar los cauces necesarios para evitar la involuci¨®n. Para ello tendr¨¢ que tener perfectamente informado al pueblo sobre las posibilidades reales de acci¨®n y c¨®mo van a llevarse a cabo.
Todos debemos ser conscientes (y no es una novedad en la historia) de que el logro de ciertas cosas, consideradas valiosas, presupone colaboraci¨®n, cesiones, sacrificios... Y el Gobierno tiene que dar ejemplo de ello. Nadie funciona bien bajo la impresi¨®n del timo o la estafa.
No obstante, muchos ciudadanos no siempre est¨¢n dispuestos a respetar las reglas deljuego social (y no es una excepci¨®n con respecto a cualquier otro juego). Para ¨¦stos tiene que existir mano contundente, mediante un poder de orden p¨²blico y judicial que act¨²e sensata y legalmente, pero sin inhibiciones. Una polic¨ªa que hace caso omiso a una denuncia hecha ante testigos (como se dan casos), no nos sirve, no debe ser pagada. Quien observa conflictos en una calle y se evade por otra no merece pertenecer al cuerpo de seguridad; esto obliga a que cada cual monte sus sistemas de protecci¨®n y defensa, con las consecuencias que todos podemos f¨¢cilmente imaginar. El hecho de que el juez ?suelte, al d¨ªa siguiente? al presunto delincuente nojustifica que la polic¨ªa tome in situ la decisi¨®n que corresponde al juez, aun en caso de ser cierta esta, en su opini¨®n, funesta actuaci¨®n de losjueces.
La polic¨ªa tiene que ser inteligente para saber cu¨¢ndo y d¨®nde tiene que actuar, e inflexible, para que un orden social m¨ªnimo sea una realidad que permita trabajar con efectividad y expansionarse sin nerviosismos.
Una evoluci¨®n aut¨¦ntica
La aplicaci¨®n de lajusticia, por su parte, tiene que afinar mucho m¨¢s que en la actualidad: toda acci¨®n antisocial (los criterios para definir lo antisocial es otro tema) debe ser castigada. Pienso que los encargados de aplicar la justicia en nuestra sociedad tienen que determinar qu¨¦ penas corresponder¨ªan a ciertos hechos que, a primera vista, parecen no tener importancia, pero que suponen un ¨¢nimo distorsionante y maleducado, enrarecedor de la convivencia ordinaria de las personas.
La segunda decisi¨®n fundamental se refiere a la potenciaci¨®n de una aut¨¦ntica evoluci¨®n, de un avance positivo en la vivencia de la democracia. Y para eso tiene que dirigir su atenci¨®n seria y urgentemente hacia una reforma profunda del plan educativo, insistiendo no tanto en los contenidos cuanto en las actitudes y el control de las mismas. Si falta educaci¨®n, tendremos que seguir haciendo una historia parcheada.
Uno podr¨¢ especializarse de mayor, pero las lecciones b¨¢sicas de la democracia se aprenden en la familia y en la escuela. Quiz¨¢ el n¨²cleo familiar es de dif¨ªcil acceso para el ministro de Educaci¨®n (no imposible: formaci¨®n de adultos, reciclajes, asociaciones de padres de alumnos, etc¨¦tera), pero no sucede lo mismo con la escuela.
Algunos creen (?muchos?, ?casi todos?) que nuestra joven democracia depende s¨®lo del inter¨¦s y val¨ªlL de los pol¨ªticos y que ¨²nicamente de ellos proviene su ¨¦xito o fracaso. No trato de eximir a nadie de sus propias responsabilidades; pero eso no es exactamente as¨ª. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad: cuando no sabemos escucharnos, no respetamos a los dem¨¢s, tomamos la opini¨®n ajena por insulto, no cumplimos los acuerdos convenidos en nuestras casas, nuestros grupos de tertulia, nuestros centros educativos; cuando presenciamos atropellos y destrozos y creemos que su denuncia ser¨ªa el repugnante chivatazo, etc¨¦tera, estamos demostrando que echamos de menos el autoritarismo, que necesitamos alimentar el esclavo que llevamos dentro, que no sabemos controlarnos si no nos obligan, que nos molesta ser libres por no saber qu¨¦ hacer y nos entristece no tener a quien culpar de nuestros errores.
Democratizar desde la escuela
Por otra parte, en las situaciones dogm¨¢tico-autoritarias disfrutamos salt¨¢ndonos la norma. Cuando desaparece aquella norma, que consider¨¢bamos opresora e in¨²til, nos aburrimos y empezamos a romper, a pisotear, a pasar... Si creamos malestar y descontento en torno nuestro, surge la incomprensi¨®n y la violencia, que pueden desembocar en rid¨ªculas defensas de terru?os y regiones o en pandillas de gamberros y bandas armadas.
Hubo un tiempo en que no se pod¨ªa ense?ar pol¨ªtica en las aulas y, sin embargo, era una asignatura perenne a lo largo de cinco o seis cursos. Ahora se podr¨ªa ense?ar y, parad¨®jicamente, desaparece del panel de clisciplinas.
Si queremos de verdad construir una sociedad que valore esa convivencia en, que se toman decisiones por acuerdo, se introducen modificaciones parlamentando (razonando, convenciendo), se respeta lo acordado y donde cada uno se responsabiliza de su papel (y esto es democracia), tenemos que empezar por la escuela... Es algo muy serio que el Ministerio de Educaci¨®n debe proponerse.
El profesor puede ser autoritario, puede que est¨¦ desligado de la nueva ledagog¨ªa, puede que, como pro ucto de un modelo de educaci¨®n que es, est¨¦ marcado por unos valores eternos que quiere transmitir a toda costa; puede, por otra parte, teorizar correctamente, hacer promesas a sus alumnos y luego proceder conductualmente lejos de las teor¨ªas y lejos de las promesas; pero suele ser una persona asequible, siquiera medianamente culto y, sobre todo, no acostumbra a ir armado. Pienso que al Gobierno no le es dif¨ªcil contactar con el colectivo docente. Pero no se lograr¨¢ hablando s¨®lo desde arriba y ex cathedra, sino proponiendo, escuchando y admitiendo sugerencias de los que disfrutan y, sobre todo, sufren la tarea educativa.
Los espa?oles no son ingobernables por ser espa?oles (no es cuesti¨®n gen¨¦tica), sino por incultos, por malformados, porque para ellos todo el mundo es sospechoso. Con tal premisa, una pr¨¢ctica pol¨ªtica aceptable yjusta es dif¨ªcil incluso para los gobernantes m¨¢s clarividentes del mundo.
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