La tortuosa democratizaci¨®n de la facultad de Ciencias de la Informaci¨®n
Para nadie es un secreto que la facultad de Ciencias de la Informaci¨®n nace, m¨¢s por intereses pol¨ªticos que acad¨¦micos, en 1971, en plena era franquista. En aquellos momentos, la creaci¨®n de una instituci¨®n de este tipo trataba de dar satisfacci¨®n a dos necesidades de la dictadura: la de formar profesionales de la comunicaci¨®n que pudieran ejercer sus tareas en congruencia con los designios de la pol¨ªtica cultural oficial y la de recompensar los servicios prestados por profesionales o francotiradores ya instalados en el aparato comunicacional mediante prebendas acad¨¦micas.Pero las demandas generadas por el medio social y por la propia din¨¢mica de la facultad -crecimiento del n¨²mero de alumnos, necesidad creciente de ense?anzas especializadas, etc¨¦tera- conducen a la coexistencia de excelentes profesionales universitarios junto a un contingente de profesores pluriempleados que -incluso sin residencia en Madrid- utilizan su adscripci¨®n universitaria como trampol¨ªn para acceder a m¨¢s altas esferas de poder. Paralelamente, en el alumnado coexisten numerosos estudiantes interesados en la mejora de las condiciones de docencia e investigaci¨®n del centro junto con un amplio sector exclusivamente atra¨ªdo por el reclamo de un t¨ªtulo que es posible obtener sin demasiado esfuerzo.
El sumario panorama hist¨®rico de un centro universitario entre cuyos numerarios se encuentran dirigentes falangistas, altos cargos de RTVE y de ministerios o ex directores generales de RTVE durante el franquismo y antiguos o actuales miembros del Opus Dei puede permitir entender al lector que en alg¨²n momento se haya aceptado sin problemas que alguien como J. J. Baena apareciera simult¨¢neamente de profesor, alumno, jefe de estudios y vicedecano, y que, sin embargo, se pongan cuantas trabas sean posibles a cualquier veleidad democratizadora.
Con estas premisas, los conflictos eran inevitables, y la historia de la facultad de Ciencias de la Informaci¨®n est¨¢ dominada por el autoritarismo de decanos-comisarios, la irracionalidad de un plan de estudios que consideraba prioritario crear un puesto para un ?amigo? que servir los l¨®gicos intereses pedag¨®gicos, as¨ª como por la ausencia de una m¨ªnima infraestructura y la carencia total de medios materiales, que terminaba por desmoralizar a la generalidad de los alumnos.
Un t¨ªmido intento de cambio
El transcurso de los a?os ha ido creando un abismo cada vez m¨¢s hondo entre la universidad y la sociedad espa?ola, pese a los seis a?os que nos separan de la muerte de Franco. Cada d¨ªa que pasa va haciendo m¨¢s inaceptable el poder de se?or feudal que ostenta el profesor numerario. Dado que la contrataci¨®n del profesorado adscrito a su departamento depende enteramente de su discrecionalidad, no puede resultar sorprendente que la capacidad de ?convencimiento? que posee, con respecto a sus subordinados, admita la calificaci¨®n de ilimitada, sin temor a ser tachados de exagerados.
El elevado n¨²mero de problemas que aquejan a Ciencias de la Informaci¨®n, y que ya hemos expuesto, quiz¨¢ permitan sustentar la opini¨®n de que la mejor soluci¨®n de la facultad pasar¨ªa por su desaparici¨®n. Nuestra opini¨®n es justamente la contraria. Consideramos que la ,mayor parte de los enfrentamientos ocurridos se debe a que t¨ªmidamente -y muy poco a poco- se hab¨ªa intentado introducir una serie de modificaciones que convirtieran a la facultad de Ciencias de la Informaci¨®n en un centro verdaderamente universitario a la vez que socialmente ¨²til, desprendi¨¦ndose del lastre originario. Pero este empe?o de algunos profesores y alumnos ha encontrado la resistencia total de aquellos que trataban de mantener a toda costa sus privilegios y se asentaban fismemente en el inmovilismo m¨¢s regresivo.
El tema de la democratizaci¨®n de la facultad es un ejemplo claro. Se trata de una reivindicaci¨®n largamente mantenida por el estamento de PNNs y alumnos, v¨¢lida para toda la universidad, pero que en Ciencias de la Informaci¨®n resultaba m¨¢s apremiante, ya que, por ser de reciente creaci¨®n, la proporci¨®n entre profesorado numerario y no numerario pas¨® del 1/30 en sus comienzos hasta llegar al 1 / 10 en la actualidad.
De esta forma, los problemas estructurales de la Universidad ten¨ªan en Ciencias de la Informaci¨®n una.caja de resonancia que, agudizados, reclamaban la necesidad de una urgente soluci¨®n. So luci¨®n que se intent¨® encontrar durante los ¨²ltimos a?os, pero que inevitablemente se top¨® con el muro del Ministerio y/o rectorado, atrincherado en una legalidad caduca que utilizaba con rigor o con liberalidad en funci¨®n de sus intereses particulares.
El decano, omnipotente
En estas circunstancias, el cambio de rector parec¨ªa facilitar la verdadera democratizaci¨®n de la facultad, tantas veces aplazada, y poner fin a la corrupci¨®n heredada. Esa democratizaci¨®n pasaba necesariamente por unos ¨®rganos de gobierno colegiados y porque la figura omnipotente del decano dejase a la junta de facultad -en la que estaban representados todos los estamentos de forma paritaria- la tarea de asumir el gobierno de la facultad.
Por eso, en este contexto, la presenie elecci¨®n a decano explicita las distintas posturas, que responden claramente a opciones diferentes. Por un lado, una candidatura decanal basada en el personalismo, que dice reconocer y aceptar la junta, pero que no tiene inconvenientes en impugnar su convocatoria legal, amenazar con recurrir al Ministerio y que se apoya en los sectores m¨¢s reaccionarios de la Facultad, lo que ha conducido a su rechazo total por parte del alum-nado. Por otro lado, una candidatura que pone el acento sobre un equipo decanal que englobe a los distintos estamentos, que asegure la transparencia de la gesti¨®n y que posibilite la dignificaci¨®n de la facultad, controlando la calidad de la ense?anza, cu¨ªdarido por el m¨¢s estricto cumplimiento de las obligaciones docentes, acabando con las situaciones ?irregulares? y consiguiendo que la Facultad alcance el prestigio cient¨ªfico y acad¨¦mico deseable, imagen que est¨¢ siendo socavada intencionadamente en los ¨²ltimos tiempos por informaciones partidistas y absolutamente inexactas.
En definitiva, no es posible enga?arse:. lo que est¨¢ en juego es el inicio de la democratizaci¨®n de la universidad, un proceso que en otros ¨¢mbitos de la vida espa?ola hace muchos a?os que comenz¨® su andadura, pero que intereses -en su gran mayor¨ªa- ¨ªnconfesables intentan hacer inviable en el marco de la universidad espa?ola.
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