Condenados al empleo comunitario
Es la misma pregunta que d¨ªa y noche se repiten m¨¢s de 90.000jornaleros en toda Andaluc¨ªa. Casos como el de Marinaleda, como el de Osuna, la Lantejuela, Villamart¨ªn, Ecija, Lebrija, Los Corrales, se han venido repitiendo peri¨®dicamente corno un grito de advertencia sobre la situaci¨®n de los jornaleros andaluces.Son, dicen, m¨¢s de 90.000 jornaleros que acuden diariamente ?a ver qu¨¦ hay hoy en lo del empleo comunitario?, y que desbrozan cunetas o pican las calles de los pueblos con un cierto aire fatalista y de inutilidad. ?Yo no s¨¦ decirle si somos 90.000, si somos m¨¢s o somos menos?, dice, ofreciendo un cigarro, un jornalero. ?Lo que es verdad es que hay paro. S¨®lo tiene que mirar usted esto?.
Aunque las cifras sean contradictorias y la picaresca -que denuncian autoridades y sindicatos- exista e infle las cifras, lo cierto es que el paro agr¨ªcola existe y que los campesinos se agarran al empleo comunitario ?porque tampoco hay otra cosa, y mejor es esto que nada. Pero esto no puede durar?.
El paro existe, como en La Lantejuela. ?Aqu¨ª?, dice su alcalde, ?no hemos tenido jam¨¢s problemas de paro. Ven¨ªan hasta de otros pueblos a trabajar en la ¨¦poca de recolecci¨®n. Hasta hace tres a?os?.
Hace tres a?os que La Lantejuela, pueblo de unos 3.000 habitantes, comenz¨® a sentir los mordiscos del paro. ?Fue?, dice su alcalde, Pedro Carmona, ?cuando los terratenientes decidieron que no era rentable el arriendo de las tierras?. El pueblo viv¨ªa en su mayor¨ªa de cultivarlas. Tierras que, por otro lado, no tienen problemas de agua: hay corrientes subterr¨¢neas, como venas, que riegan todo el subsuelo.
?S¨ª s¨®lo hay que abrir pozos. Si hay agua que es una bendici¨®n?. Pero los pozos los est¨¢n tapando y tierras de regad¨ªo se est¨¢n convirtiendo en tierras de secano. ?Para sembrar trigo y girasol, que no dan mano de obra. Y meter m¨¢quinas que hacen todo el trabajo en na de tiempo?.
Las m¨¢quinas. Las m¨¢quinas son el temor de los jornaleros andaluces, que contemplan con desesperaci¨®n c¨®mo en unas horas siegan hect¨¢reas de trigo o de cebada. ?Pero nosotros?, dice Pedro Carmona, ?no luchamos contra la m¨¢quina. Comprendemos que hay que mecanizar el campo, pero hay que hacerlo poco a poco. Que la m¨¢quina no nos quite el pan?.
Y ya, sin tierras para arrendar, los vecinos de La Lantejuela se han convertido en una poblaci¨®n de parados. Pendientes de las tareas del empleo comunitario, de que llegue la temporada de cosecha y Rafael P¨¦rez -?que es cacique, pero progresista; que siembra todav¨ªa cultivos que precisan de mano de obra?- les avise, llame a unos cuantos de los jornaleros que acuden al Ayuntamiento, de los que se van comiendo poco a poco los ahorros de otros a?os, en una espera que cada d¨ªa se demuestra m¨¢s in¨²til.
?Mi padre?, dice un joven, ?siempre arrendaba la tierra. Y todos com¨ªamos de ella. Ahora nos piden por arrendarla el 35% de la cosecha, que es m¨¢s de lo que la sacamos?. Por eso est¨¢n todos en paro, sin poder trabajar las tierras de siempre y viendo c¨®mo se arrancan diariamente los olivos ?para sembrar en esas tierras los cereales y el girasol, para dejarnos sin trabajo?.
Y dicen los jornaleros que hay que repartir la tierra. Que Andaluc¨ªa, el 50% de Andaluc¨ªa, est¨¢ en manos del 2% de los propietarios. ?Total, para tenerlas abandonadas. Para dejarlas que se pierdan?. Pero es que la soluci¨®n, dicen otros, no est¨¢ en parcelar. As¨ª tampoco se solucionar¨ªa el problema. Un economista de la Asociaci¨®n Provincial de Agricultores y Ganaderos de Sevilla (Asaga) lo repet¨ªa mientras contemplaba el desastre que la sequ¨ªa hab¨ªa hecho sobre los cultivos -?que ni siquiera sirven para alimentar el ganado?-: ?Una hect¨¢rea de tierra de secano cultivada de remolacha tiene unos costes de 100.000 a 125.000 pesetas. En el mejor de los casos puedes recoger unos 20.000 kilos, que al precio establecido apenas te sirve para cubrir gastos. Los agricultores salen raspando. Comidos por servidos. Los que contin¨²an cultivando lo hacen rn¨¢s por vocaci¨®n que por otra cosa.
Aunque en Osuna los parados, reunidos en el bar, hablen a¨²n del se?orito -?todav¨ªa se descubre alguno cuando pasan?- y denuncian la existencia de listas negras. El nombre subrayado del jornalero que protesta y crea problemas. Y alguien, m¨¢s afortunado, diga que ?si yo, que tengo 30.000 metros cuadrados, le saco lo suficiente para alimentar a mi familia, ?qu¨¦ podr¨ªan hacer los que tienen cientos y cientos de hect¨¢reas??.
Listas negras
Entre la plaza y el bar discurre diariamente la vida del jornalero. ?A ver qu¨¦ vamos a hacer. Mientras tomamos un vino, nos olvidamos de lo que hay en casa?. Los j¨®venes prefieren la discoteca y ?le pegan al cubata y al porro?. ?No es por su culpa. Si es que tampoco pueden hacer otra cosa. Ni casarse, ni pensar en novias, ni trabajar?.
La denuncia que el propio Diamantino Garc¨ªa, presidente del SOC, hac¨ªa hace unas semanas en cuanto a que el empleo comunitario estaba creando un ej¨¦rcito de vagos y maleantes la confirma Rafael Guill¨¦n, que lleva en Osuna un bar familiar. ?Los j¨®venes no tienen trabajo y con lo poco que les dan para el empleo comunitario van tirando. Y no es que sean delincuentes. Pero cogen coches para dar una vuelta porque se aburren y no saben d¨®nde ir ni tienen tampoco d¨®nde hacerlo?.
Dice Antonio Torres, alcalde de Lebrija, que ?estamos haciendo lo posible por frenar esta escapada de los j¨®venes. Pero este pueblo, con casi 30.000 habitantes, no tiene siquiera una casa de la juventud. Hemos pedido materiales para hacerla, hemos ofrecido incluso el solar y nos dicen que es inviable?.
Mientras tanto, los j¨®venes de Trebujena dicen que esto del empleo comunitario es un asco -aunque empleen palabras m¨¢s rotundas para calificarlo- y que ?ni siquiera podemos ir a otra parte porque est¨¢ todo igual?. Ni a Madrid. Que cada vez est¨¢ m¨¢s lejos y es donde se decide todo.
Pero est¨¢ claro que nadie quiere el empleo comunitario. Que nadie desea ese empleo comunitario limosnero y humillante. Ese empleo comunitario que ?invent¨® Franco?, cuenta Gonzalo S¨¢nchez, uno de los fundadores del SOC, teniente de alcalde de Lebrija y l¨ªder de los jornaleros andaluces, ?para evitar des¨®rdenes, en los a?os sesenta?. Felices a?os sesenta de desarrollismo, de avances tecnol¨®gicos, de mecanizaci¨®n. Cuando todo el pa¨ªs era una fiesta y se contemplaba sin preocupaci¨®n un futuro de crisis que todos ve¨ªan lejano. Cuando los emigrantes andaluces, extreme?os, castellanos, llenaban de divisas el pa¨ªs y el turismo se llenaba de sol y toros y dejaba regadas de dinero f¨¢cil las costas del Sol, de la Luz, esmeraldas y moradas.
Cuando el crecimiento industrial parec¨ªa la panacea de todos nuestros problemas y se llevaba adelante sin control y sin planificaci¨®n. Y la falta de estos dos factores es precisamente lo que provoca la creaci¨®n del empleo comunitario como f¨®rmula para paliar el paro agr¨ªcola que se agudiza cada vez m¨¢s. Desde entonces, las soluciones han ido siempre por el mismo camino.
Desde el a?o 1977, el Gobierno ha distribuido unos 37.000 millones de pesetas en el empleo comunitario, sin contar los que se han repartido en el presente a?o. Millones que, como alguien dice con sorna, ?son los peor aprovechados de nuestra historia, porque ni siquiera han servido para evitar los des¨®rdenes?. Pero al margen de la iron¨ªa, los alcaldes consultados estiman que se podr¨ªa haber sacado m¨¢s beneficio a los fondos del empleo comunitario.
?Pero parece?, dice Manuel S¨¢nchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, ?que existe un gran inter¨¦s por parte de quien sea para que la situaci¨®n no cambie. Parece que no se quiere dar trabajo, sino limosnas?.
Nadie quiere el empleo comunitario porque no sirve para nada, porque es una sangr¨ªa para el pa¨ªs, porque ?hay que adoptar medidas estructurales, abordar planes de industrializaci¨®n para Andaluc¨ªa y abordar la reforma agraria?, dice Paco Casero, secretario general del SOC y hombre que ha protagonizado una huelga de hambre durante m¨¢s de un mes para llamar la atenci¨®n sobre el problema andaluz.
La huelga de hambre de Casero, la que iniciaran los vecinos de Marinaleda, los encierros de Lebrija, de los Corrales, de la Lantejuela, del Cornil, de Villamart¨ªn, provocaron las reuniones urgentes del m¨¢ximo responsable de la Junta de Andaluc¨ªa con el presidente y otros miembros del Gobierno. De aquella reuni¨®n sali¨® nuevamente la idea de aumentar los fondos del empleo comunitario y el estudio de un plan de inversiones para Andaluc¨ªa.
Ayer mismo, la Junta de,Andaluc¨ªa y los sindicatos mayoritarios -CC OO y UGT- denunciaban el incumplimiento parcial de los acuerdos de Madrid. Los jornaleros esperan en las plazas de los pueblos, frente a los ayuntamientos, en los bares. ?La pr¨®xima vez ser¨¢ m¨¢s gorda?, afirman.
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