Un atentado con las ra¨ªces fuera de Italia
? El Papa, herido gravemente en la plaza de San Pedro?. Parece a¨²n una pel¨ªcula de fantas¨ªa pol¨ªtica y, sin embargo, es una realidad sangrienta, angustiosa, terrible. Es dif¨ªcil, cada vez m¨¢s dif¨ªcil, razonar sobre los horrores de la violencia armada. Y, sin embargo, en los pa¨ªses como Italia o como Espa?a, a los que el terrorismo de diverso color ensangrenta desde hace tiempo, es necesario reflexionar teniendo la cabeza fr¨ªa y los nervios firmes.El agresor viene de Turqu¨ªa, otro pa¨ªs sacudido por el partido armado, en el cual extrema derecha y extrema izquierda se confunden. Parece este Mehmet Ali Agca el cl¨¢sico asesino bueno para todos los momentos, para todas las causas. Ahora defiende, pero ha cambiado ya muchas veces de opini¨®n, que no pertenece a la extrema derecha, sino ?a la izquierda?, crecido y preparado en los campos de palestinos de Habasch. De este modo adquirir¨ªa cuerpo la hip¨®tesis de un acto terrorista organizado, dirigido a desestabilizar a¨²n m¨¢s el sistema pol¨ªtico italiano, a arrojar en el caos la democracia en nuestro pa¨ªs.
En el ¨¢nimo de los italianos, de los romanos, ha habido en seguida emoci¨®n, temor, inquietud por la salud de Juan Pablo II, y tambi¨¦n la esperanza sincera y el deseo fervoroso de que se recupere lo m¨¢s pronto posible. Se trata de un sentimiento, este ¨²ltimo, que abraza a creyentes y no creyentes, a cat¨®licos y laicos en el signo de la paz y de la vida humana. Pero precisamente por todo esto es necesario subrayar un dato de fondo: que este dram¨¢tico episodio nada tiene que ver con la situaci¨®n italiana, con la campa?a de los referendos en marcha. Esta ¨²ltima, a pesar de los tonos encendidos de toda confrontaci¨®n importante, no ha desencadenado entre los partidos una pugna violenta. El h¨¢bito pol¨ªtico italiano acostumbrado a las pruebas de un terrorismo incesante es tan maduro que garantiza hasta el momento opciones democr¨¢ticas seguras.
S¨ª acaso, Italia se halla en una especie de encrucijada, de cremallera democr¨¢tica, occidental, entre el Este y el Oeste, entre el Mediterr¨¢neo caliente y Centroeuropa y, por tanto, atravesada por' las acciones dur¨ªsimas de los servicios secretos internacionales. De provocaciones horrendas que, de cualquier manera, no se refieren muchas veces a los italianos: son gestos terroristas de nacionalistas armenios o de luchas intestinas y sangrientas entre libios.
De cualquier modo, el atentado infame de la plaza de San Pedro no nace del clima italiano, no tiene ra¨ªces italianas. Asombra, pues, y amarga que alg¨²n democristiano importante, y hasta una cadena p¨²blica de la radio, insistan a¨²n, sabiendo qui¨¦n es y de d¨®nde viene el agresor, en una conexi¨®n entre el gesto terrorista y la campa?a del refer¨¦ndum sobre el aborto. La ltalia laica ha debatido estos temas con firmeza civil, y nada m¨¢s.
Con este mismo esp¨ªritu de reflexi¨®n y de tolerancia es preciso vivir este nuevo episodio de turbia y trastornada violencia. Los grandes personajes de la historia, los que hoy se asoman a la escena planetaria, desde Reagan a Wojtyla, pueden por desgracia ser objeto de atentados. Este peligro potencial existe cada vez que se desea mantener generosa y democr¨¢ticamente un contacto con la muchedumbre, al que Juan Pablo II no ha querido nunca renunciar, siguiendo la l¨ªnea de Juan XXIII y de Pablo VI.
El drama ha golpeado, a trav¨¦s de un profesional del terror llegado de Turqu¨ªa, a Juan Pablo II en su plaza, en su atrio. La cultura laica y progresista expresa en este momento los votos m¨¢s fervorosos al papa Wojtyla. Lo han hecho ya Berlinguer, Craxi, Spadolini y Biondi, el mi¨¦rcoles pasado, renunciando al mitin en la plaza del Popolo. Lo ha hecho en nombre de todos los italianos Sandro Pertini.
Ser¨ªa odioso mezclar un drama como el que se ha producido en la plaza de San Pedro con la historia del voto del domingo sobre los referendos, sobre todo con el del aborto.
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