Terrorismo y convivencia
Con frecuencia sufrimos todos los espa?oles los ataques terroristas que plantean, de este modo, sus contradicciones ideol¨®gicas, de cualquier inspiraci¨®n, frente a la convivencia democr¨¢tica trazada con arreglo a la voluntad expresa de los ciudadanos en las distintas orientaciones pol¨ªticas legales.La garant¨ªa del mantenimiento del marco democr¨¢tico y del pluralismo es deber primordial del Estado, como lo es, de acuerdo con la Constituci¨®n, el hacer que la democracia avance e impedir, por tanto, que regrese.
Mientras existan estas condiciones, los caminos de la violencia son totalmente inadmisibles.
La reprobaci¨®n de los actos de violencia, deber tambi¨¦n del Estado, ha de sujetarse a la legalidad con absoluto respeto a los Derechos Humanos, pues si los terroristas los desconocen y son, por eso, delincuentes, el Estado tiene que dar, con su ejemplo, una respuesta ¨¦tica, ya que, si la respuesta estatal no es la justicia frente a los culpables, sino la dictadura, la represalia, la tortura y la muerte, la situaci¨®n deriva hacia una guerra total en la que quedan como mostrencos, a disposici¨®n de cualquiera, el bien y el mal, el hero¨ªsmo y la cobard¨ªa, el patriotismo y la traici¨®n, en un elemental, falaz y sangriento manique¨ªsmo en el que se diluye la justa causa de la lucha de los siempre oprimidos y explotados.
Una lucha terrorista es una caricatura de revoluci¨®n cuando se desarrolla en un r¨¦gimen democr¨¢tico que trata de afirmarse como tal entre mil asechanzas.
No autoriza, sin embargo, la existencia del terrorismo, muy minoritariamente apoyado, que los ciudadanos se vean coaccionados, amenazados con la p¨¦rdida de su libertad.
No se puede llevar a cabo una pol¨ªtica estatal, ni una conducta social o individual que tenga por fin, no solamente no irritar a los militares, a las fuerzas del orden u otros grupos potentes, sino el de evitar que algo les irrite.
Ning¨²n ciudadano puede responder m¨¢s que de su conducta y, ante cualquier acontecimiento ajeno a su voluntad, no puede estar pregunt¨¢ndose si habr¨¢ llegado el final y sufrir¨¢ un castigo como si fuera el culpable. Esta situaci¨®n crea en los ciudadanos un peligroso complejo de culpabilidad por actos ajenos que no puede, por falta de medios, atajar.
Los medios los tienen, en el orden pol¨ªtico, los gobernantes, en su deber de procurar el avance democr¨¢tico y en su deber de dirigir la actuaci¨®n de las fuerzas de orden p¨²blico, dentro de las normas constitucionales, con los instrumentos legales, con su obligada preparaci¨®n, inteligencia y t¨¦cnica.
As¨ª se esclarecer¨¢n las posiciones de raz¨®n, coincidentes con las representativas de una mayor solidaridad.
La elecci¨®n que frecuentemente se plantea entre el chantaje dictatorial y el chantaje terrorista no representa una alternativa. Viene a ser lo mismo. Es la gracia que se le concedi¨® a Bertoldo de elegir el ¨¢rbol en el que hab¨ªa de ser ahorcado. L¨®gicamente, Bertoldo encontr¨® deficientes todos los ¨¢rboles que le ofrecieron quienes quer¨ªan acabar con su vida. Y no eligi¨® ninguno. Eligi¨® vivir libre.
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