Y la plaza sin regar
A la entrada de Las Ventas abundan los piperos. Mala cosa. Nada mejor para matar el aburrimiento que la degustaci¨®n mon¨®tona de la pipa. Sorprendentemente, con la primera cara conocida que me encuentro es con la florista habitual de los estrenos de Haro Tecglen, con su traje de chaqueta azul p¨¢lido, impecable, como cuando se empe?a en endosarme un clavel a la puerta del Real. Yo dir¨ªa que la plaza estaba llena y que no se percib¨ªa ninguna emoci¨®n especial; el cartel no es de los que arrebatan a los enteraos, pienso. Y hacen el pase¨ªllo. Y me quedo de piedra cuando se congela el fotograma y se guarda un minuto de silencio. ?Se habr¨¢ muerto el Papa y no me he enterado? No, me entero de que el homenaje es a la memoria de Joselito. En los toros, las respuestas tambi¨¦n son tipo ?como un solo hombre?. Y sale el primer bicho, que le toca a un andaluz vestido de azul y oro. Oigo al enterao que tengo detr¨¢s: ?A aprender se va a la escuela?. La primera pica es tipo imperdible, o sea, con entrada y salida dejando la piel en medio. Y dice el enterao que se sienta a mi izquierda: ?Ya est¨¢ suelto el toro?. Despu¨¦s viene lo de ?Ah¨ª hay aire, hombre, y te va a descubrir?, y lo de ?Este s¨ª?. Me pregunto c¨®mo son tan despistados los toreros que nunca saben lo que tienen que hacer. El chico de azul, que tiene los ojos verdes, parece que le mata bien, pero de verdad es que el toro se muri¨® muy bien, con una gran dignidad, de una vez. El segundo le toca a otro andaluz que viste de tabaco rubio y oro, que no tiene pinta de torero ni los ojos verdes. Eso si tiene un amiguete con cierta tendencia a aplaudirle en solitario, de pie, con las manos muy altas y la barbilla hincada en el pecho como si fuera ¨¦l el que maneja el capote. El picador tiene un gesto amable con su caballo, le da unas palmaditas cari?osas en el lomo, yo se lo agradezco much¨ªsimo. El enterao de atr¨¢s le rega?a: ?Ah¨ª no se pica, hay que picar en su sitio?, se refiere a la arena. Lo dem¨¢s s¨®lo le interesa al amiguete que aplaude con frenes¨ª. El tercero va para otro andaluz, vino tinto y oro, los ojos verdes. Las banderillas se las ponen como que los t¨ªos pasaban por all¨ª y las dejaban caer de una en una. Alguien dice: ?Br¨ªndaselo a Tamames?, seguro que con doble intenci¨®n. Lo cierto es que a la hora de matar el chico de los ojos verdes bis tambi¨¦n parece que pasaba por all¨ª. Y sale el cuarto y la plaza sin regar. Se extiende el rumor de ?cojo de la izquierda?, y pienso: ya empezamos a politizar la fiesta. Como la presidencia, igual que los espadas, tardan en enterarse de lo que tienen que hacer, ya le han picado una vez y se ha organizado el gran foll¨®n cuando accede al cambio. Mientras los cabestros se pasean a su aire el mayoral llama la atenci¨®n del bicho y le muele a palos desde detr¨¢s de un burladero. Tipo s¨¢dico el t¨ªo. Le obliga literalmente a escuernarse y aprovechando el desaguisado aparece otra mano por detr¨¢s del mismo burladero que se empe?a en darle la puntilla en el mismo plan s¨¢dico. Lo consigue. Es la forma m¨¢s rara que he visto nunca devolver a un toro al corral. Y sale otro cuarto con la plaza sin regar. Y resulta que tambi¨¦n es cojo. Este de la ?derecha?; me quedo m¨¢s tranquila, porque, aunque tambi¨¦n tarde, deciden devolverlo. Yo esperaba ver salir al mayoral por lo menos con un nueve largo, pero no, un respeto con la derecha. Le dejan irse por la v¨ªa normal. Y sale el ?cuarto? por tercera vez. Y dice el enterao de atr¨¢s al que tengo a mi izquierda, porque naturalmente ya son amigos: ?Tiene mala pinta?, a lo que le contesta el otro: ?Pero volver, vuelve bien?. Y del quinto dicen que no ve porque pasa de largo cuando le ense?an el capote. Pero el bicho va directamente a cargarse un caballo. Lo destroza. Menos mal que no ve. Y ninguno de los tres andaluces le llama la atenci¨®n a nadie. Y por fin, despu¨¦s del sexto, riegan. Y yo ma?ana me voy al cine a comer pipas.
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