El ocio en la tercera edad, o el tedioso ejercicio de "matar el tiempo"
Casi la mitad de los ancianos espa?oles declara vivir en una vivienda inc¨®moda, y muchos de ellos dependen de otros familiares. La posibilidad de estas personas de acceder a la llamada civilizaci¨®n del ocio es m¨ªnima: no tienen medios econ¨®micos, se encuentran desfasados ante una sociedad demasiado r¨¢pida, cambiante que basa el Y ocio en f¨®rmulas inasequibles y acceden al ocio sin una preparaci¨®n cultural que les permita disfrutar plenamente su tiempo libre. En realidad, el ocio se convierte en un ejercicio de matar el tiempo. Como consecuencia, una tercera parte de los jubilados preferir¨ªa seguir trabajando.
Uno de cada diez espa?oles tiene m¨¢s de 65 a?os. El sector eufem¨ªsticamente llamado de la tercera edad ha aumentado notablemente en las cinco ¨²ltimas d¨¦cadas: en 1930, los viejos supon¨ªan el 5,2% de la poblaci¨®n; en 1950, el 7,1 y en 1980 han llegado al 10,6%. Pero la sociedad, que ha alargado las esperanzas de vida del individuo con sus avances tecnol¨®gicos y qu¨ªmico-terap¨¦uticos, no est¨¢ preparada para hacer frente a tal incremento. Los viejos est¨¢n marginados. Ellos han sentado las bases de la civilizaci¨®n del ocio y el consumo que hoy vivimos; pero esta civilizaci¨®n les rechaza desde el momento en que dejan de ser miembros activos y productores.El hombre se jubila actualmente en unas condiciones f¨ªsicas y mentales muy superiores a las del jubilado de hace cincuenta a?os. A la edad de 65 a?os, el hombre no est¨¢, en la mayor¨ªa de los casos, incapacitado para seguir desempe?ando la tarea que ha venido realizando desde su juventud; lo que ocurre es que hay que dar paso a las nuevas generaciones y, como no se crean puestos de trabajo para ellas, hay que desocupar los que existen. El jubilado se encuentra con que, de pronto, dispone de tiempo libre durante toda la jornada y no le falta salud para disfrutarlo. Pero no lo disfruta. Lo que en su etapa de trabajador le parec¨ªa un sue?o, una meta, ahora se convierte en una carga dif¨ªcil de llevar: no sabe c¨®mo utilizar ese tiempo libre, se aburre, empieza a a?orar el pasado, e incluso a buscar un empleo secundario. Una encuesta realizada hace un a?o en la provincia de Madrid daba como resultado que ?alrededor de la tercera parte de los jubilados desear¨ªa seguir trabajando si eso fuera compatible con el cobro de las pensiones? (Revista de Estudios Sociales).
Problema econ¨®mico
El problema es, en primer lugar, de ¨ªndole econ¨®mica. Seg¨²n una investigaci¨®n dirigida por Jos¨¦ A. Aguirre en 1972, 330.000 ancianos espa?oles declaraban no comer lo que necesitaban, 730.000 no ten¨ªan calefacci¨®n en casa, 988.000 no ten¨ªan agua corriente, y 1.720.000 dec¨ªan tener una vivienda inc¨®moda. La mayor¨ªa de los viejos de hoy han sido trabajadores de clase med¨ªa que apenas han podido ahorrar unos durillos, y que han de mantenerse con una pensi¨®n de miseria. Las cifras son escalofriantes: dos millones de jubilados cobran una pensi¨®n mensual inferior a las 14.000 pesetas, medio mill¨®n se queda en las 4.000, y aproximadamente otro medio mill¨®n est¨¢ entre las 1.500 y nada. Si los viejos no tienen resueltas las cuestiones de la alimentaci¨®n y el alojamiento, ?c¨®mo van a pensar en aprovechar y disfrutar del tiempo libre? ?C¨®mo van a hacerlo si hasta el ocio cuesta dinero? Hay un segundo impedimento de car¨¢cter cultural: los viejos no saben utilizar su tiempo libre, porque nunca han conocido el ocio. Hasta la palabra ocio les resulta nueva, un invento de los j¨®venes. Nacidos entre 19 10 y 1920, les toc¨® vivir la guerra y la posguerra, maduraron en una situaci¨®n de estrechez econ¨®mica y reconstrucci¨®n, y tuvieron que dedicarse al pluriempleo para sacar adelante la casa y la familia. Los escasos d¨ªas de descanso no ten¨ªan ganas ni as que de dormir y no hacer nada. Las vacaciones, por otra parte, no estaban todav¨ªa legisladas como derecho laboral.?Los mayores no han tenido la oportunidad de adquirir un hobby, una afici¨®n, una actividad complementarla en la que desarrollar el ingenio, la destreza manual, el sentido art¨ªstico?, dice Jos¨¦ L¨®pez Cepero, soci¨®logo y autor de varios estudios sobre el tema. ?Esos hobbies ser¨ªan los que, llegada la hora de la jubilaci¨®n, vendr¨ªan a llenar el tiempo libre y a producir una satisfacci¨®n, un entretenimento y hasta unos beneficios monetarios. La sociedad deber¨ªa preparar al individuo para la vejez, ense?arle a ser viejo y a aprovechar ese caudal de tiempo del que va a disponer?.
Pero la triste realidad es que esta civilizaci¨®n, calificada por la sociolog¨ªa contempor¨¢nea como ?del ocio y el consumo?, no se preocupa de sus mayores. Al fin y al cabo, su cualidad de consumistas est¨¢ muy por debajo de la de los otros grupos de edad. Los viejos no interesan como p¨²blico receptor de las novedades industriales, ni como p¨²blico asistente a los modernos locales de distracci¨®n, donde el movimiento del dinero es factor determinante de su existencia.
Una vida demasiado moderna
Los jubilados gastan su tiempo libre en la tertulia con otros jubilados, jugando a las cartas, tomando el sol en el parque o en alguna glorieta de la ciudad, paseando, viendo la televisi¨®n. En fin, lo que ellos llaman matar el tiempo. La televisi¨®n es el gran descubrimiento del viejo: la ha conocido en su madurez y a¨²n sufre el impacto que le causaron las primeras im¨¢genes (para los viejos del ma?ana, que conocieron la televisi¨®n en su infancia, ¨¦sta ser¨¢ algo tan habitual que, no le prestar¨¢n atenci¨®n). Adem¨¢s, la televisi¨®n es un entretenimiento que exige el m¨ªnimo esfuerzo mental y fisico: todo lo da elaborado.Los que poseen un cierto nivel cultural leen el peri¨®dico o los libros de su juventud. Son los menos porque, debido a esas precarias condiciones socioecon¨®micas que les toc¨® vivir, m¨¢s de la mitad no tuvieron acceso siquiera a estudios elementales. Seg¨²n datos de una empresa de estad¨ªstica referidos a la totalidad de ancianos del pa¨ªs, el 28 % son analfabetos; el 45%, semianalfabetos; el 24% terminaron la primaria, y s¨®lo el 3% sigui¨® estudios posteriores a la primaria.
La situaci¨®n de la mujer anciana es a¨²n peor. Ella sigue trabajando hasta muy avanzada edad en su oficio de siempre: el cuidado del hogar. Aunque los hijos se han marchado ya de casa y el marido da poca lata, ella trabaja tanto como antes. La limpieza es, m¨¢s que una tarea, una necesidad para mantenerse ocupada el mayor tiempo posible, para no aburrirse. La proporci¨®n de mujeres en la tercera edad es superior a la de hombres: en Espa?a se calcula que hay cerca de mill¨®n y medio m¨¢s de mujeres que de hombres.
Hoteles para el aburrimiento
Tomando como ejemplo las experiencias llevadas a cabo en otros pa¨ªses europeos, se han construido en Espa?a los hogares y los clubes de pensionistas. Los hogares tienen entre sus competencias ?el fomento de la vida social entre los ancianos de la localidad, por el uso com¨²n de servicios y dependencias tales como salas de estar, televisi¨®n, cafeter¨ªas, salas de juego, etc¨¦tera?, y ?la participaci¨®n en actos culturales, excursiones, espect¨¢culos teatrales y cinematogr¨¢ficos por precios y tarifas especiales?. Incluso ofrecen una ?bolsa de trabajo para los que lo soliciten y tengan capacidad para realizarlo con el consejo y dictamen del m¨¦dico?. Por su parte, el club de pensionistas se concibe como un centro gerontol¨®gico con instalaciones m¨ªnimas para facilitar a las personas de edad de la localidad un lugar de reuni¨®n. En 1980 funcionaban en el pa¨ªs m¨¢s de trescientos hogares y novecientos clubes, repartidos por toda la geograf¨ªa. Otro de los intentos oficiales por solventar el problema del ocio de los mayores son las aulas de la tercera edad. El porcentaje de asistentes es muy bajo en relaci¨®n a la poblaci¨®n espa?ola mayor de 65 a?os; sin embargo, ha superado las cotas de participaci¨®n previstas por sus promotores. El centro piloto de Madrid tiene 1.500 alumnos y m¨¢s de sesenta actividades semanales para ellos. De cualquier forma, antes de volcarse con el problema del ocio en la tercera edad, los ancianos pi den que se atiendan a sus deficiencias econ¨®micas y sanitarias. S¨®lo despu¨¦s de resolver estas cuestiones y conseguir para ellos unas condiciones de vida satisfactorias, se podr¨ªa abordar con ¨¦xito la cuesti¨®n, tambi¨¦n vital, del tiempo libre.
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