Decrece la actividad militar en El Salvador a la espera de llegar a una paz negociada
La actividad militar en El Salvador ha disminuido visiblemente en las ¨²ltimas semanas. Los intercambios de disparos, cada d¨ªa m¨¢s espor¨¢dicos, han cedido el primer plano a la guerra del papel: desde todos los bandos se recurre a la Prensa para poner condiciones a un alto el fuego, en la convicci¨®n de que nadie es capaz de conseguir una victoria militar total.
El presidente, Jos¨¦ Napole¨®n Duarte, y los militares parecen conformarse con mantener el control de las poblaciones y las principales v¨ªas de comunicaci¨®n del pa¨ªs. El Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) considera, por su parte, que ya ha demostrado su capacidad militar sosteniendo sus posiciones en extensas zonas rurales de Moraz¨¢n, Chalatenango y San Vicente.La imposibilidad de una victoria militar pone a los contendientes ante la eventualidad de una guerra interminable o la b¨²squeda de una paz negociada. Sus posiciones son hoy tan distantes que el di¨¢logo parece improbable a corto plazo, pero hay dos factores que pueden ser determinantes para entablar esa tan tra¨ªda y llevada negociaci¨®n: la Junta no puede sostenerse indefinidamente si no logra restablecer la actividad econ¨®mica pr¨¢cticamente interrumpida desde hace seis meses, y la guerrilla parece haber asumido su incapacidad para asaltar el poder por la v¨ªa militar.
La Junta insiste, una y otra vez, en que no hay otra salida pol¨ªtica al conflicto que las elecciones generales programadas para marzo de 1982, en las que podr¨¢n participar todos los partidos que renuncien a la violencia como m¨¦todo pol¨ªtico Pero en el propio Gobierno crece la impresi¨®n de que este proyecto electoral es inviable, a menos que se consiga una tregua.
Entre tanto, la guerrilla ha hecho p¨²blicas sus condiciones para iniciar una negociaci¨®n, que podr¨ªa ir acompa?ada de una tregua militar: cese de la represi¨®n, libertad para todos los presos pol¨ªticos y levantamiento del estado de sitio.
L¨®gicamente, las desconfianza mutuas surgen de inmediato ante la propuesta de negociaci¨®n. La Junta teme que toda tregua no se sino un respiro para la guerrilla que podr¨ªa reanudar la lucha armada con m¨¢s medios y un mejor planteamiento estrat¨¦gico. El FMLN rechaza su participaci¨®n electoral sin haber negociado previamente las condiciones, porque la salida de sus l¨ªderes a la luz p¨²blica podr¨ªa estar seguida de un represi¨®n a¨²n m¨¢s feroz que la vigente actualmente.
Por encima de las mediaciones propuestas por la Internacional Socialista, la Democracia Cristiana internacional y los presidentes de M¨¦xico y Venezuela, la ¨²ltima palabra para el inicio de cualquier di¨¢logo la tienen Estados Unidos y el propio Ej¨¦rcito salvadore?o.
Por su parte, el Ej¨¦rcito salvadore?o se muestra poco propicio al di¨¢logo con la guerrilla, porque es consciente de que ello implicar¨ªa la salida de muchos de sus jefes, especialmente vinculados a la represi¨®n. Por si esto no estuviera claro, el FMLN ha hecho p¨²blica una lista de 65 militares salvadore?os a los que someter¨¢ a juicio popular si caen en sus manos.
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