La continuidad exterior de Francia
LOS PRIMEROS movimientos pol¨ªticos de Fran?ois Mitterrand oscilan entre la rutina de la inauguraci¨®n de la presidencia -recibir a los dirigentes de cada una de las formaciones pol¨ªticas y sindicales, de organizaciones y de instituciones con peso en la vida nacional- y la preparaci¨®n de las elecciones generales del 14-21 de junio, cuyos resultados son trascendentales para su estabilidad y sus posibilidades de gobierno. Cabe suponer que hasta pasadas esas elecciones no entrar¨¢ a fondo en los cambios profundos de la vida pol¨ªtica p¨²blica de los franceses, y pero s¨ª que puede realizar alg¨²n acto espectacular que ayude al partido socialista a conquistar la mayor¨ªa parlamentaria (resultado bastante posible, aunque la derecha cree en la posibilidad de que el electorado franc¨¦s elija una mayor¨ªa ?de contrapeso?). Necesita, al mismo tiempo, dar seguridades de una mejora inmediata de la clase obrera y no asustar (sino sumar) a la burgues¨ªa moderada de qu¨¦ no va a ser desclasada. Muchas personas de este ¨²ltimo grupo, tan amplio en Francia, le han votado por miedo al aplastamiento por arriba; tiene que tranquilizarlas en el sentido de que no van a sufrirlo desde abajo. Su primer Gobierno contiene nombres tranquilizadores.Pero en lo que Mitterrand se ha dado prisa a partir del primer momento es en la cuesti¨®n de las relaciones exteriores. Giscard gozaba de prestigio con Schmidt, con quien manten¨ªa contactos continuos para dise?ar una pol¨ªtica europea; lo ten¨ªa en Washington, donde representaba una garant¨ªa mayor que un hombre de la izquierda como Mitterrand, y lo ten¨ªa en Mosc¨², donde se apreciaba el esfuerzo Par¨ªs-Bonn par¨¢ contener la ofensiva de Reagan. Mitterrand se ha esforzado en asegurar a este tri¨¢ngulo decisivo que todo lo que pueda cambiar ser¨¢ a favor de la direcci¨®n que ya se llevaba, y no en contra. En este aspecto hay algo aleccionador, ejemplar: el nuevo presidente entiende que la situaci¨®n de Francia en el espacio exterior necesita una continuidad; que una serie de lazos econ¨®micos, pol¨ªticos y hasta militares -la disuasi¨®n nuclear, la famosa force de frappe del general De Gaulle- son irreversibles y que obedecen a un concepto de Francia que est¨¢ por encima de los partidos pol¨ªticos, Id cual es solamente posible porque los presidentes y Gobiernos anteriores hab¨ªan concebido con el mismo significado esta pol¨ªtica internacional: una tendencia a la ?independencia dentro de la interdependencia? en el mundo occidental, un sentido de que la pol¨ªtica de bloques es siempre peor que la de relaciones m¨²ltiples, un concepto de Europa definido y la filosof¨ªa de "que la negociaci¨®n es mejor que la amenaza, y no s¨®lo con la URSS, sino con el Tercer Mundo. Es decir, un terreno amplio donde la continuidad es posible. La utilidad para Mitterrand de estos contactos -que han empezado con la visita de Schinidt y con una correspondencia con Reagan- es la de evitar cualquier intento de aislamiento internacional en tanto se aclarase su intenci¨®n pol¨ªtica y la de asegurarse frente a sus electores. En ese mismo sentido de amplitud de las relaciones puede inscribirse una serie de actos, desde la oportuna llamada telef¨®nica al Rey de Espa?a en la noche del terrorismo en el Banco Central de Barcelona hasta las que muestran una afinidad pol¨ªtica determinada: la Internacional Socialista, la selecci¨®n de invitados latinoamericanos a las fiestas de inauguraci¨®n de la Presidencia -con numerosos escritores en ruptura con los reg¨ªmenes de sus pa¨ªses- y la inclinaci¨®n al Tercer Mundo.
Claro que cuando toda esta pol¨ªtica se desarrolle ampliamente, despu¨¦s de las elecciones, surgir¨¢n necesidades de alterar las relaciones en algunos puntos. La nueva pol¨ªtica econ¨®mica que Mitterrand tiene obligaci¨®n de implantar en el pa¨ªs podr¨¢ incidir en el Mercado Com¨²n y en la complejidad del sistema monetario; el tercermundismo que proclama estar¨¢ en contradicci¨®n demasiado abierta con las nuevas ideas de Reagan -que lo pretende selectivo, dividido entre buenos y malos, definiciones en las que no van a estar de acuerdo-; y la Uni¨®n Sovi¨¦tica considera con desconfianza los gestos que pueda hacer Mitterrar.d para asegurar su occidentalismo y aborrece las inequ¨ªvocas posiciones de Mitterrand contra el ?expansionismo sovi¨¦tico?.
En definitiva, parece bastante exacta la frase que uno de los consejeros de Reagan ha pronunciado despu¨¦s de la entrevista Schmidt-Mitterrand: ?El canciller y el presidente est¨¢n de acuerdo en que el cambio producido en Francia no tendr¨¢ toda su significaci¨®n hasta despu¨¦s del segundo turno de las elecciones legislativas. Esos resultados determinar¨¢n la orientaci¨®n general de la diplomacia francesa?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.