Adam y The Ants, el "rock" de las praderas
?Es s¨®lo m¨²sica el rock? No, que tambi¨¦n es espect¨¢culo, luces, circo, celebraci¨®n. Y si no, v¨¦ase el ejemplo ofrecido por Adam And The Ants (Adam y sus hormigas) el pasado jueves en Barcelona. Adam y sus hormigas llegaban a Espa?a despu¨¦s de haber lanzado un ¨¢lbum que combina la m¨²sica zul¨² con la de Ennio Morricone, m¨¢s toques de los Shadows y bastante de su propia cosecha.Con todo, no consiguieron llenar el Palau Blau Grana, porque el p¨²blico de Barcelona parece haber perdido ¨²ltimamente aquella capacidad de movilizaci¨®n que le conduc¨ªa por las sendas de la costa hacia los festivales de Canet de Mar y que hizo nacer, entre otras cosas, parte de la mejor (aunque algo amuermada) m¨²sica de los a?os setenta en nuestro pa¨ªs.
Pero, en fin, tanto peor para quienes no acudieron, y tanto mejor para los 2.000 y pico que vieron y oyeron.
En realidad, lo que all¨ª ocurri¨® era de una simplicidad extraordinaria. Eran unos cuantos piratas con dos bater¨ªas que secundaban a un tipo de rizos, plumas y guerrera de h¨²sar, que pegaba saltos espasin¨®dicos por el escenario y que provocaba miles de discusiones sobre su belleza. Porque Adam es bajito y regordete, pero con tal magnetismo, tanto saber hacer, tanto rollo, que en ¨¦l tiene que centrarse, y de hecho se centra, cualquier nota de sus compa?eros de aventuras, cualquier mirada de los espectadores. En realidad, lo que hace es una mezcla de baile gaucho, con pasos de ska, y con ello va de arriba abajo, sudando como un salvaje, sonriendo con unos dientes tan blancos como la pintura de guerra que le cruza el rostro. Despliega una actividad notable, tanta, que en un momento determinado se puso muy malito y hubo que recuperarle para el escenario a base de agua milagrosa, mientras el hombre se retorc¨ªa de no se sabe qu¨¦ dolor fuera de la vista de sus adoradores. Luego volvi¨® en el mismo tono, pero por poco tiempo, repiti¨® una vez, y todos a casa.
Sucede que, a pesar del espect¨¢culo, el rock tambi¨¦n es m¨²sica, y la que hicieron las hormigas, que ellos mismos catalogan como sexual, es una especie de melopea tribal a la que las dos bater¨ªas le confieren un cierto car¨¢cter ex¨®tico a la par que din¨¢mico. La guitarra es sencill¨ªslma de puro econ¨®mica y recatada, aunque sin su colaboraci¨®n Adam no podr¨ªa ejercer con comodidad como l¨ªder de la mesnada.
Eso y coros, como de ultratumba, que en el disco quedan mejor, pero que en vivo le buscan una calidad participativa a una m¨²sica que, pudiendo serlo, se queda en adoraci¨®n a la incipiente estrella. Como, por otra parte, las canciones no son f¨¢cilmente tarareables, la gente se limitaba a botar y a gritar como pod¨ªa. Ese era su papel, tantas veces repetido, y con ¨¦l parec¨ªa satisfecho todo el mundo.
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