Un an¨¢lisis de la econom¨ªa espa?ola
VEN?A SIENDO habitual que el informe anual del Banco de Espa?a fuera hecho p¨²blico en pleno verano, lo que apagaba sus repercusiones en una opini¨®n p¨²blica m¨¢s preocupada de las vacaciones que de los an¨¢lisis de nuestra econom¨ªa. En esta ocasi¨®n, el banco ha dado a conocer su estudio sobre 1980, con un anejo estad¨ªstico que cubre hasta diciembre de ese a?o, en fechas m¨¢s propicias para el debate y en el preciso momento en el que el Gobierno, los grandes partidos, las organizaciones empresariales y las centrales sindicales buscan salidas negociadas a una o1rave situaci¨®n, caracterizada por el elevado paro y la escasez de inversiones.No hay que hacerse, sin embargo, demasiadas ilusiones sobre la capacidad del informe del Banco de Espa?a, pese a la correcci¨®n t¨¦cnica que suele caracterizar su elaboraci¨®n, para influir en la discusi¨®n en curso. El informe sobre 1979 ya subray¨® los perversos mecanismos que conduc¨ªan a un r¨¢pido, ineficaz e inevitable d¨¦ficit presupuestario. Sin embargo, la recomendaci¨®n impl¨ªcita de reducir el crecimiento de los gastos corrientes y de frenar las transferencias y subvenciones de fondos p¨²blicos, aceptada por partidos pol¨ªticos, empresarios y sindicatos, no fue tomada en cuenta en la elaboraci¨®n de los Presupuestos Generales del Estado para 1980, que adoptaron, en este terreno, medidas correctoras poco relevantes.
El informe ayer presentado analiza los modestos resultados obtenidos por la econom¨ªa espa?ola durante 1980. El crecimiento de la producci¨®n interior de bienes y servicios en t¨¦rminos reales habr¨ªa sido, de acuerdo con sus estimaciones, del 1,2%, meta que no hubiera sido alcanzada sin la gran cosecha del pasado a?o, ya que el crecimiento real de los sectores industrial y de servicios fue tan s¨®lo del 0,6%. El mayor est¨ªmulo procedi¨® de la demanda interior, y en concreto de la demanda de consumo, si bien la inversi¨®n registr¨®, por vez primera desde 1974. una variaci¨®n positiva. En cualquier caso, la formaci¨®n bruta de capital en la Espa?a de 1980, a precios constantes, ha sido inferior a 1974.
La tasa de crecimiento de los precios al consumo fue del 15,5% (15,7% en 1979). En cuanto a la balanza de pagos, el super¨¢vit de 1.126 millones de d¨®lares en 1979 ha dejado paso a un d¨¦ficit de 4.900 millones de d¨®lares, en su mayor¨ªa producido por el encarecimiento de la factura petrolera. Las exportaciones han crecido tan lentamente que no han alcanzado a cubrir las importaciones no energ¨¦ticas. La aton¨ªa inversora y exportadora provoc¨® una contracci¨®n todav¨ªa mayor de la demanda de trabajo, y el nivel de empleo descendi¨® en un 3,2% (442.000 personas), de forma que la tasa de paro afectaba -seg¨²n los datos del banco-, al terminar el a?o, al 12,6% de la poblaci¨®n activa, esto es, a 1.620.000 personas.
Aunque la mayor¨ªa de los paises industrializados siguen inmersos en la crisis, la situaci¨®n espa?ola es comparativamente bastante peor. Nuestra tasa de paro contrasta con el 7,5 % medio de dichos pa¨ªses. Nuestra tasa de crecimiento real es inferior en casi un punto a la de esas econom¨ªas en los cinco ¨²ltimos a?os. Y mientras m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras las tasas de crecimiento de los precios disminuyen y mejoran las cuentas exteriores, la econom¨ªa espa?ola contin¨²a atrapada por la inflaci¨®n y el estancamiento.
El informe analiza las razones de la rigidez de la econom¨ªa espa?ola para reajustar su estructura productiva frente a la crisis, y pone especial hincapi¨¦ en las alzas de los salarios reales (*) en la industria entre 1973 y 1978, superiores comparativamente a las registradas en otras econom¨ªas desarrolladas. Durante este per¨ªodo, seg¨²n el informe del Banco de Espa?a, los salarios reales industriales crecieron en Espa?a un 47%, frente al 11,5% en los dem¨¢s pa¨ªses de referencia. El bajo nivel del que se arrancaba en nuestro pa¨ªs, determinado por la ausencia de un marco de relaciones industriales maduro y de unos sindicatos libres e independientes, explica, sin duda, hist¨®rica y socialmente, ese r¨¢pido incremento que, por otra parte, en muchos sectores ha sido contrapesado por la mayor presi¨®n fiscal sobre determinadas rentas. Por otra parte, la firma del acuerdo-marco interconfederal y la buena disposici¨®n de UGT y CC OO para la negociaci¨®n salarial del pr¨®ximo a?o muestran que la sensatez y el realismo de las centrales han sustituido al mito del crecimiento r¨¢pido e ilimitado de la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
Se echan en falta, por lo dem¨¢s, referencias expl¨ªcitas y detalladas en el informe, a la opacidad del mercado de capitales a largo plazo, hoy en manos oligopol¨ªsticas, a la desafortunada pol¨ªtica de reindustrializaci¨®n orientada al apuntalamiento de los viejos tinglados, la pesadez e ineficacia de la Administraci¨®n p¨²blica y la mala calidad y elevados costes de los servicios proporcionados a los ciudadanos en contrapartida de sus impuestos. La flexibilidad encomiable que el informe predica para elfactor trabajo no es acompa?ada de recomendaciones dirigidas a liberalizar el sistema financiero, fomentar la competencia empresarial y evitarlos despilfarros y la ineficiencia de un sector p¨²blico con empleos garantizados de por vida y no siempre a la altura de sus responsabilidades. En cualquier caso, el informe proporciona an¨¢lisis sugerentes y enriquecedores sobre los problemas de nuestra econom¨ªa, necesitada, desde luego, de diagn¨®sticos acertados. Pero tambi¨¦n de una resuelta voluntad pol¨ªtica de solucionarlos.
El salario real define la capacidad adquisitiva de los sueldos. Su ¨ªndice se obtiene deduciendo la tasa de inflaci¨®n del incremento salarial nominal bruto.
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