Barcelona-Almer¨ªa: de costa a costa
EN LA conferencia de Prensa celebrada en Barcelona, el presidente del Gobierno, que a veces parece confundir la concisi¨®n con la cortedad y la sobriedad con la displicencia, ha sido preguntado sobre los asuntos, m¨¢s bien tenebrosos, de Almer¨ªa y del Banco Central.Tanto la muerte de los tres desventurados j¨®venes en las inmediaciones de Roquetas como el asalto a mano armada de Barcelona se hallan sometidos a las diligencias sumariales de un juez instructor. No parece congruente, as¨ª pues, que Leopoldo Calvo Sotelo se ampare en la coartada del secreto suma?al para guardar un herm¨¦tico silencio acerca de los espeluznantes sucesos de Almer¨ªa, mientras el propio presidente y algunos de sus ministros, primero, y, las autoridades policiales, despu¨¦s, se han ocupado y se siguen ocupando con locuacidad del aparatoso secuestro de rehenes de la plaza de Catalu?a.
La informaci¨®n gubernamental sobre acontecimientos de alcance pol¨ªtico, revistan o no car¨¢cter delictivo y ocasionen o no actuaciones judiciales, es una obligaci¨®n del jefe del poder ejecutivo en un sistema de democracia parlamentaria.
Ya con ocasi¨®n de la detenci¨®n del letrado Ruiz Balerdi -de quien, por cierto, la opini¨®n p¨²blica aguarda todav¨ªa una explicaci¨®n, en tanto que ciudadano electo para desempe?ar un cargo p¨²blico- el responsable del Mand¨® Unico Antiterrorista se descolg¨® con declaraciones que no s¨®lo invad¨ªan la independencia de los magistrados, como se encarg¨® de subrayar el Consejo General del Poder Judicial, sino que. adem¨¢s, pusieron en un brete al ministro del Interior, autoridad de quien depende. Ahora los responsables policiales han dado una versi¨®n sobre los sucesos de Barcelona que elimina algunas de las hip¨®tesis manejadas por el presidente del Gobierno en su intervenci¨®n ante el Congreso y retiene exclusivamente, para convertirla en teor¨ªa cierta, la conjetura de que los asaltantes no eran m¨¢s que delincuentes comunes en busca de bot¨ªn.
Con independencia de la veracidad o falsedad de esa versi¨®n, resulta sorprendente que un asunto sobre el que inform¨® primero el presidente del Gobierno, en una comparecencia ante el Congreso, haya pasado, sin soluci¨®n de continuidad, y como desliz¨¢ndose por un tobog¨¢n, a manos de los servicios de difusi¨®n de departamentos policiales dependientes del Ministerio del Interior, que comunican directamente a las agencias, a los peri¨®dicos y a las radios cu¨¢l de las hip¨®tesis manejadas en su d¨ªa por Leopoldo Calvo Sotelo es la correcta. La oficiosidad o la independencia de esos servicios no han dejado en demasiado buen lugar al presidente del Gobierno, a quien hubiera correspondido, aunque s¨®lo fuera por pura cortes¨ªa, la tarea de leer a los diputados la segunda entrega, que probablemente no ser¨¢ la ¨²ltima, de tan intrigante investigaci¨®n.
En lo que respecta a los pavorosos sucesos de Almer¨ªa, Calvo Sotelo se ha acogido, para no dar ni una brizna de informaci¨®n, al secreto sumarial. Recordemos, sin embargo, que, circunscribi¨¦ndonos incluso a este espeluznante caso, tanto la Direcci¨®n de la Guardia Civil, dos d¨ªas despu¨¦s de los acontecimientos, como el ministro del Interior, en la comisi¨®n del Congreso, dieron versiones sobre los hechos que no parecen guardar relaci¨®n con el aut¨¦ntico desarrollo de la macabra historia. Leopoldo Calvo Sotelo preside un Gobierno que dirige por mandato constitucional la Administraci¨®n civil y militar del Estado, lo que significa que los eventuales errores o intoxicaciones imputables al Ministerio del Interior o a la Direcci¨®n General de la Guardia Civil salpican su propia credibilidad, aunque le disguste la palabra, y le obligan a restablecer la verdad de los hechos.
No pedimos que el Gobierno invada las competencias del poder judicial, sino que cultive con diligencia su propio campo. No pedimos que usurpe las funciones de los magistrados, sino que rectifique, anteriores informa y suministre los datos que permitan reconstruir, sobre esos ment¨ªs, el verdadero desarrollo de los hechos. No pedimos que dicte sentencias, sino que nos explique, por ejemplo, la misteriosa naturaleza de la enfermedad que ha forzado, la baja temporal del teniente coronel jefe de la Guardia. Civil de Almer¨ªa, Castillo. Quero, desde el 10 de mayo, y las razones por las que el letrado que lleva la acusaci¨®n particular fue expulsado de la misma comandancia.
Mucho nos tememos que el presidente del Gobierno haya ca¨ªdo en la trampa dial¨¦ctica, tendida por la ultraderecha golpista, de aceptar que el honor de la Guardia Civil como instituci¨®n puede ser puesto en entredicho por la investigaci¨®n,de los comportamientos presuntamente delictivos de algunos oficiales o n¨²meros, t¨®dos con nombre y apellido, de ese instituto armado. Si las simulaciones marciales de los asaltantes del Banco Central estuvieron dirigidas a que se les confundiera con guardias civiles, a fin de poner en evidencia a un cr¨¦dulo Gobierno, que di¨® p¨¢bulo a la farsa, s¨®lo una l¨®gica estrafalaria podr¨ªa llevar a la conclusi¨®n de que esa artera maniobra exculpa a los golpistas del 23 de febrero o excluye, por anticipado y como cuesti¨®n de principio, la posibilidad de que los sucesos de Almer¨ªa den lugar a responsabilidades penales. No es el honor de la Guardia Civil lo que anda en juego, sino el juicio sobre el comportamiento de algunos de sus miembros, cuya actitud deshonra al cuerpo al que sirven y al uniforme que visten. Todo lo dem¨¢s sobra.
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