Sexo en Olot

El vicario de Olot no es ninguna comedia enloquecida de aquellas que cada d¨ªa pueden verse m¨¢s o menos influidas por un moderno estilo de humor. Se trata, por el contrario, de un viejo sainet¨®n anticlerical ya viejo hace lustros. El humor, que en Espa?a, hasta hace relativamente poco tiempo, y dejando a un lado a Berlanga, Summers y alg¨²n que otro de sus disc¨ªpulos, se limitaba a fotografiar a Alfredo Landa en ropas interiores, ha seguido nuevos caminos, tras la desaparici¨®n de la censura, bastante m¨¢s corrosivos.Tan dif¨ªcil g¨¦nero ha ajustado su punto de mira sobre todo tipo de instituciones, metiendo en el mismo saco Iglesia y familia, sexo y amor, tratando de analizarlo todo con humor de grueso trazo capaz de llegar a las generaciones m¨¢s j¨®venes.

Este tipo de cine, en el que se mezclan los habituales exabruptos, vengan a cuento no, parece gozar de buena salud en nuestro litoral. Sus historias m¨¢s representativas, de El virgo de la Vicenteta a Salut i forza al canut, son buena muestra de ello. Reducido a l¨ªmites, por lo general regionales, este vicario cuya historia se nos cuerta corre sus aventuras entre congresos, monjas, t¨®picas beatas y las inevitables prostitutas.

El gui¨®n pr¨¢cticamente no existe, se reduce a escenas teatrales y alguna situaci¨®n m¨¢s o menos divertida. La direcci¨®n de actores se limita a retratarlos casi siempre inm¨®viles, como salidos de una funci¨®n de Televisi¨®n Espa?ola.

La t¨¦cnica es muy pobre; no se sabe si debido a la escasez de medios o a falta de imaginaci¨®n; tanto es as¨ª, que si lo que se pretende con esta clase de negocios es al acar a la silla de San Pedro, Wojtyla puede quedar tranquilo. A¨²n le quedan muchos a?os de reinado a ¨¨l y a sus sucesores.