Palos Madrid, proceso en Bilbao
LA POLICIA Municipal madrile?a desaloj¨® ayer brutalmente a unas mujeres que ocuparon el Ayuntamiento en solidaridad con las que comparecer¨¢n en un juicio por aborto el martes pr¨®ximo en Bilbao. Una acci¨®n creemos que innecesaria, con heridos por ambas partes, en la que intervino finalmente la Polic¨ªa Nacional para separar a guardias de manifestantes, varias de las cuales fueron inconcebiblemente detenidas en las casas de socorro a las que acudieron a curarse de sus heridas. El viernes (veinticuatro horas antes), la misma polic¨ªa de los madrile?os se excedi¨® en una carga violenta contra familias que asist¨ªan a un acto circense al aire libre. Podemos entender perfectamente el dolor de un cuerpo de seguridad que acaba de ser golpeado por unos asesinos, pero lo peor que puede hacer el se?or Barrionuevo, delegado de Seguridad del Ayuntamiento madrile?o, es invertir de manera tan s¨²bita e incomprensible el afecto y la confianza que tradicionalmente inspiran a los madrile?os sus guardias municipales. No es frecuente desde hace a?os ver a los ?guardias de la porra? usarla, y se puede acabar con su imagen de cuerpo de seguridad ciudadana y entra?able si se les contin¨²a ordenando el desalojo de familias humildes que se desagobian del calor ante una carpa improvisada o de militantes feministas que denuncian pac¨ªficamente -aunque sea de forma ?legal- la doble moralidad de una sociedad que viene a castigar ejemplarmente el aborto de las mujeres pobres o carentes de informaci¨®n sexual. La autoridad hay que saber ejercerla con tanta firmeza como carencia de brutalidad.En cualquier caso, lo m¨¢s grave del desalojo a bofetadas de las feministas madrile?as es precisamente el motivo de su encierro: el juicio que se cierne el martes sobre las presuntas abortistas de Bilbao. Un juicio suspendido hace un a?o ante la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica y resucitado ahora con sospechosa rapidez y sorpresa, en un momento pol¨ªtico escasamente proclive a la tolerancia y coincidiendo con la segunda vuelta en el Congreso del debate sobre el divorcio.
Habr¨¢ que recordar que las acusadas de Bilbao van a ser encausadas por hipot¨¦ticos delitos cometidos hace siete u ocho a?os y que, si se demuestra la comisi¨®n de los mismos, no puede olvidarse que abortaron en condiciones de miseria econ¨®mica y social o ante la posibilidad de traer al mundo hijos deformes. En aquellos a?os, y ahora mismo, miles de mujeres espa?olas con informaci¨®n y posibilidades abortaban en el extranjero eludiendo as¨ª una legislaci¨®n penal c¨ªvicamente obsoleta. No parece cristiano -acaso sea este el adjetivo m¨¢s adecuado- que las supuestas abortistas de Bilbao, con peticiones fiscales de hasta sesenta a?os, acaben de chivo expiatorio de la hipocres¨ªa sexual espa?ola En cualquier caso no ser¨ªa justo ni respetuoso con la realidad social de este pa¨ªs.
En cinco a?os de transici¨®n democr¨¢tica hemos tenido tiempo sobrado para abrir un debate intelectualmente serio sobre el problema del aborto. Nada de esto se ha hecho. La Iglesia cat¨®lica ha repetido sus planteamientos (lo que entra dentro de su l¨®gica); los m¨¦dicos, bi¨®logos, intelectuales, no han acometido una discusi¨®n que parece resultarles ajena y los legisladores contin¨²an aferrados a sus viejos c¨®digos. El aborto es, sin embargo, Un problema candente y acuciante para miles de mujeres en este pa¨ªs. Quienes reclaman su despenalizaci¨®n no lo hacen siguiendo una moda, sino atendiendo a la necesaria respuesta que los ciudadanos tienen derecho a exigir en un Estado democr¨¢tico. Con palos o sin palos, aunque la opini¨®n p¨²blica est¨¦ ahora m¨¢s preocupada por posibles involuciones pol¨ªticas que por la condena de unas denigradas mujeres en Bilbao, no puede caer este inminente proceso en el desd¨¦n o el olvido. Con ¨¦l nos jugamos todos una posibilidad seria de construir una moral p¨²blica en la que el grado de delito no est¨¦ se?alado por una frontera o una cuenta corriente.
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