"La mejor medicina" contra los ataques card¨ªacos
Un extenso reportaje de la revista Time actualizaba a principios de este mes y de forma global las t¨¦cnicas vigentes y los potentes f¨¢rmacos utilizados por la medicina de hoy para domesticar al ?asesino n¨²mero uno?: los ataques cardiacos. La cirug¨ªa del bv-pass coronario, procedimientos de diagn¨®stico tales como la coronariograf¨ªa y los ultrasonidos, la disoluci¨®n de los co¨¢gulos intracoronarios, las eficaces ambulancias que prestan auxilio al paciente en su interior, y medicaciones tan rotundas como los antagonistas del calcio y los beta-bloqueadores son periclitados al final de las ocho p¨¢ginas dedicadas al tema con un passing-shot que lleva la soluci¨®n y la esperanza al terreno de la prevenci¨®n bajo el t¨ªtulo de The best medicine (La mejor medicina).
Preservar la salud del individuo es mejor que predecir el futuro del mal, y es un anhelo recogido en los textos hipocr¨¢ticos de hace 2.500 a?os. De entonces para ac¨¢, la medicina siempre ha desarrollado su esfuerzo en esa doble y paralela l¨ªnea: establecer los remedios para curar o paliar el mal ya establecido y buscar los m¨¦todos que permitan evitar su aparici¨®n. Un ejemplo claro de esta intenci¨®n y sus resultados lo tenemos en el estado actual de la mayor parte de las enfermedades infecciosas. Los antibi¨®ticos son capaces de curarlas, y las vacunas y otras profilaxis las evitan. Desafortunadamente para nosotros, el estado de las enfermedades cardiovasculares en nuestros d¨ªas est¨¢ muy distante de tal circunstancia. Todo se debe b¨¢sicamente al hecho de no conocer todav¨ªa con precisi¨®n sus causas. Por este motivo, la ¨®ptica para contemplar esta problem¨¢tica forzosamente tiene algo de aleatoria. ?Es imposible resolver los problemas coronarios con medidas paliativas tales como los beta-bloqueadores, el by-pass o el trasplante card¨ªaco: la ¨²nica soluci¨®n es la prevenci¨®n?, declara a Time el doctor Schoemberger, profesor del Chicago Rush-Preshiterian-St. Lukes Hospital. Lo que ocurre es que los especialistas e investigadores todav¨ªa no est¨¢n del todo de acuerdo sobre cu¨¢l es la manera de realizarla eficazmente.
Todo esto me recuerda la sensaci¨®n de vigencia que experiment¨¦ hace poco tiempo, al caer en mis manos un libro cl¨¢sico y magn¨ªfico escrito por Morton avanzado el siglo XVII, sobre la tuberculosis. Es un tratado extenso y autorizado sobre la enfermedad que en aquellos tiempos ocupaba un tr¨¢gico lugar semejante al actual de la enfermedad coronaria. En el cap¨ªtulo dedicado a la etiolog¨ªa recoge hasta once causas relacionables con el origen de la tuberculosis. Algunas de entre ellas se asemejan a las que ahora se argumentan en favor de la g¨¦nesis de la coronariopat¨ªa. Tuvieron que transcurrir m¨¢s de doscientos a?os de desalentadores esfuerzos hasta que Robert Koch exhibi¨® definitivamente el bacilo causante. Despu¨¦s todo fue m¨¢s f¨¢cil. Primero, balbuceos de neutralizaci¨®n luego, medicaciones acorralantes y finalmente, la espl¨¦ndida realidad de la estreptomicina y otras drogas resolutorias. La medicina, entre Morton y Koch, anduvo por caminos paralelos a los que ahora se van siguiendo en el abordaje de la enfermedad cardiovascular. Salvando las distancias que la poderosa tecnolog¨ªa actual nos aporta, vivimos, comparativamente, una ¨¦poca m¨¢s pr¨®xima del siglo XVII que de los finales del XIX.
Las aportaciones m¨¢s consistentes de la preventiva cardiovascular se han obtenido de los grandes estudios de poblaci¨®n. Largos en a?os y con severo m¨¦todo cient¨ªfico, han permitido identificar diversos factores asociados al aumento del riesgo de contraer una enfermedad coronaria. Los hombres m¨¢s que las mujeres durante la edad f¨¦rtil: los blancos, en EE UU, el doble que los orientales y negros; mayor proporci¨®n entre diab¨¢ticos, obesos y en aquellos cuyos familiares directos han sufrido ataque cardiaco. La edad tambi¨¦n influye. Ante estos factores, que no son completos, la revista Time recuerda que sexo, edad, raza y herencia est¨¢n m¨¢s all¨¢ del propio control del individuo. En cambio, existen otros factores, como el colesterol alto, consumo de cigarrillos, hipertensi¨®n arterial, sobrepeso, estr¨¦s; tensi¨®n ps¨ªquica y sedentarismo, que cada uno hace lo necesario para neutralizarlos. Esto constituye uno de los inconvenientes del actual concepto de prevenci¨®n cardiovascular, ya que exige auto disciplina para romper con algo que, en definitiva, son h¨¢bitos. No se llena precisamente de orgullo cient¨ªfico el m¨¦dico, ni de originalidad, al prescribir como tratamiento preventivo: no fume, no coma eso que le gusta tanto, no tome sal, adelgace, no se preocupe y, a ser posible, corra un rato todos los d¨ªas alrededor de su casa.
Es muy comprensible que los esc¨¦pticos abunden ante este panorama. As¨ª como existen argumentos con defensores a ultranza de la eficacia pr¨¢ctica de cada una de esas medidas, tambi¨¦n es razonable un cierto eclecticismo antes de decidirse cada uno a modificar sus propios estilos de vivir. Los avances y puestas al d¨ªa no cesan. Un factor de riesgo tan objetivo como el colesterol ha sido motivo de estudios en los ¨²ltimos tiempos que han sembrado la duda sobre la eficacia de mantener normal su nivel en sangre. Ahora se sabe que las lipoprote¨ªnas que lo transportan por el caudal circulatorio unas son de alta densidad (HDL), y otras, de baja o muy baja densidad (LDL y VLDL). Estas ¨²ltimas conllevar¨ªan el colesterol malo, y las primeras, el bueno. La investigaci¨®n en estos momentos est¨¢ intentando demostrar si la enfermedad coronaria puede ser combatida m¨¢s eficazmente por el control de los niveles de las HDL y LDL.
El culpable
Entre el colectivo de posibles culpables de las coronariopat¨ªas caben pocas dudas de que el consumo de cigarrillos es el que m¨¢s probabilidades tiene de serlo con certeza. As¨ª y todo, su relaci¨®n m¨¢s concluyente hasta la fecha es con la aparici¨®n del c¨¢ncer de pulm¨®n. La presi¨®n arterial elevada tambi¨¦n est¨¢ muy estrechamente ligada a los grandes deterioros del sistema circulatorio. Su vinculaci¨®n con la tensi¨®n ps¨ªquica y el estr¨¦s llev¨® a intentar su neutralizaci¨®n a trav¨¦s del ejercicio f¨ªsico. Este enfoque fue generalmente aceptado despu¨¦s del estudio de Paffenbarger entre alumnos de Harvard. Se demostr¨® que la pr¨¢ctica de nataci¨®n en¨¦rgica y el jogging tres veces por semana rebajaban a la mitad, como mucho, el riesgo de contraer una enfermedad coronaria respecto a los que llevaban una vida sedentaria. Incluso personas con otros factores acusados de riesgo tambi¨¦n se beneficiaban por el ejercicio. Los aer¨®bicos de Kenneth H. Cooper han contribuido en buena medida al ¨¦xito y general adhesi¨®n de que goza el footing en nuestros d¨ªas.
Un aspecto especialmente controvertido e in¨¦dito en nuestro pa¨ªs es la prevenci¨®n aplicada desde la infancia. Cuando las medidas se aplican en el adulto avanzado ya no son capaces de revertir las lesiones arterioescler¨®ticas establecidas. Lo m¨¢s sensato en este terreno parecen ser las palabras del doctor Neil Holtzman, cardi¨®logo infantil del Jons Hopkins: ?Etiquetando ni?os y adultos j¨®venes, y haci¨¦ndoles vivir bajo el signo de la enfermedad coronaria para el resto de sus vidas, la ansiedad que se les genera puede ser peor que los posibles beneficios del tratamiento en si mismo?. Cuando los resultados de la investigaci¨®n nos ofrezcan medidas m¨¢s rotundas y menos discutibles ser¨¢ el momento de fijar la edad del comienzo de la enfermedad coronaria.
Una muestra del grado de sensibilizaci¨®n popular alcanzado en Estados Unidos por toda esta problem¨¢tica lo recoge Time al referir los resultados de un cuestionario difundido por radio. Se calculaba que unas 40.000 personas responder¨ªan. En su lugar, el Arizona Institute of Heart se vio inundado por 260.000 respuestas, algunas escritas sobre platos de cart¨®n o facturas de cafeter¨ªa. Esta masiva afluencia traduce indudablemente efectos de psicosis colectiva no deseables, pero tampoco debe defenderse en contraposici¨®n el ocultamiento de este problema a la poblaci¨®n. Mientras no se conozca e identifique el verdadero agente causal de la arterioesclerosis hay que ser prudentes. Debe tenerse presente que gran parte de las medidas preventivas que se manejan actualmente tienden a deformar el estilo m¨¢s com¨²n de vida. Cuando se llega a descubrir con precisi¨®n el origen de una enfermedad, esta es, por lo general, el resultado de mecanismos sencillos. La ignorancia es la base de la complejidad. Por eso toda prudencia es poca para no provocar efectos contrarios a los que se buscan.
La reducci¨®n de las tasas de morbilidad y mortalidad por las enfermedades cardiovasculares se est¨¢ registrando en aquellos medios donde la presi¨®n est¨¢ ampliamente incorporada. Robert .1 Levy, del Departamento de Salud de Estados Unidos, describe el espectacular ascenso que tuvieron hasta la plataforma de los a?os sesenta, y a partir de los setenta ya se aprecia un descenso del 16% al 20%. Otras muestras de menor envergadura, pero igualmente demostrativas, son totalmente coincidentes en casi todas las altitudes donde este problema es un azote. Un respeto a ultranza del C¨®digo de la Circulaci¨®n evitar¨ªa la gran mayor¨ªa de las v¨ªctimas que todav¨ªa sigue cobr¨¢ndose la carretera. No ser¨ªa cuerdo intentar solamente la soluci¨®n de este otro gran problema sobre la base unilateral de establecer eficaces centros de asistencia junto a cada punto negro. Igualmente, el ciudadano con riesgo coronario de nuestros d¨ªas est¨¢ en el derecho de conocer cu¨¢les son las normas para evitar el ataque cardiaco, y nunca podr¨¢ sustituirlo por el conocimiento de tener a su disposici¨®n una magn¨ªfica plaza en la UVI.
En la pr¨¢ctica m¨¢s estricta, el problema cardiovascular debe centrarse sobre cada persona aislada. Ha de conocer cu¨¢les son sus riesgos y hacerse examinar con la periodicidad que el m¨¦dico le aconsej¨¦, para establecer por su propia voluntad la neutralizaci¨®n de los mismos, asumiendo por lo tanto las consecuencias en favor y en contra.
Leopoldo Mart¨ªnez-Osorio Corz¨¢n es doctor en Medicina y Cirug¨ªa, especialista en aparato circulatorio.
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