Cr¨ªtica taurina
Me da la impresi¨®n que sus cr¨ªticos son intocables. Me da la impresi¨®n, por mis continuadas lecturas de EL PAIS, que se intenta el dogma.Me gusta la fiesta del toro, despu¨¦s la del torero. En ella valoro, primordialmente, la emoci¨®n. La emoci¨®n, alerta del esp¨ªritu y movimiento singular del cuerpo humano, se produce, en el espect¨¢culo taurino, principalmente si hay en el ruedo un toro completo -tipo, raza, cabeza (arboladura), l¨ªnea limpia de cruz a rabo, casta, nervio, fuerza y bravura o mansedumbre-. Un animal no f¨¢cilmente manejable. Un animal con problemas de defensa natural que sea vencida por el valor y la inteligencia del hombre. Sin esas cualidades en el toro, lo que haga el torero desmerece, no debe ser desmesuradamente cantado por el que tiene, sin ninguna duda, el privilegio de ser cr¨ªtico de EL PAIS.
Cierto que el personaje en cuesti¨®n es persona humana sujeta a sentimientos e intenciones. Pero tambi¨¦n hay otras cuestiones que tiene que tener presentes al emitir juicios.
Si se ha de hablar de toros, habr¨¢ que se?alar aquellas faenas -como ¨¦l las denomina en ocasiones- que han propiciado principalmente la emoci¨®n, la sublime emoci¨®n taurina en el espectador. Hay toros mansos que en un momento de la lidia ayudan con su complejidad a engrandecer la figura del lidiador valiente e inteligente. Hay bravos toros, suaves y nobles que su falta de problemas vitales empeque?ecen la labor del torero estilista, que aprovecha el momento para encubrir la emoci¨®n del encuentro y casi del contacto.
El cr¨ªtico de EL PAIS, exaltado por algo natural en la persona humana, como es el subjetivismo, alz¨® su entusiasmo por determinado torero, al extremo de marcar una l¨ªnea divisoria entre lo que ¨¦ste hizo y lo que se ha hecho en esta feria. Todo es respetable, hasta eso. Pero en la feria se hicieron cosas acaso m¨¢s importantes -para m¨ª- que el cr¨ªtico no alcanza ni siente.
Dos toreros no nombrados por ¨¦l -y que yo tampoco voy a nombrar-, uno del d¨ªa de los Victorinos y otro el d¨ªa de Pablo Romero, que deb¨ªan haber merecido -por lo singular de sus actuaciones- algo m¨¢s que el silencio, la incomprensi¨®n o el g¨¦lido juicio cr¨ªtico.
Todos nos decantamos antes o despu¨¦s. El cr¨ªtico de EL PAIS est¨¢ perfectamente comprendido por m¨ª. No pretendo en modo alguno molestarle, pero s¨ª manifestar respetuosamente m¨ª sorpresa y desencanto cuando cuestiones tan importantes en la fiesta de los toros no valen conjuntamente las condiciones de los toros lidiados y el resultado de las actuaciones de los toros.
Merece la pena que modere su exaltado entusiasmo incondicional y ponga en la balanza la conducta de los toreros que aceptan corridas responsablemente y la de toreros que aceptan cumplir sus compromisos ante el evento de la sustituci¨®n de los toros que habr¨¢n de lidiar.
Para esto, la historia del toreo tiene ejemplos dign¨ªsimos en las m¨¢s altas figuras del toreo. Hablar de una faena como la mejor, es manifestar irresponsablemente un desconocimiento de lo que se intenta decir escribiendo. /
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