Carlos de Inglaterra, casi un rey en Nueva York
Ni un solo esfuerzo se ha regateado por hacer grata la estancia en Nueva York del pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra, heredero del trono brit¨¢nico. Los cronistas sociales neoyorquinos, encantados con el nuevo tono, elegante y europeo, introducido por Nancy Reagan en la Casa Blanca, no recuerdan una fiesta tan brillante como la ofrecida por la esposa del presidente norteamericano al futuro monarca ingl¨¦s, que, desde el mi¨¦rcoles, visitaba Nueva York por vez primera.
Los americanos, s¨²bditos de un r¨¦gimen republicano por excelencia, sienten verdadera pasi¨®n por el fasto y la pompa que, te¨®ricamente, rodea a las tradicionales cortes europeas. Y se lo han hecho notar al joven pr¨ªncipe ingl¨¦s, haci¨¦ndole objeto de un trato tan distinguido como, probablemente, no recibe ni en su propio pa¨ªs.Nancy Reagan se encarg¨® personalmente de los preparativos. A mediod¨ªa del mi¨¦rcoles, y desde un helic¨®ptero, mostr¨® a Carlos de Inglaterra los rascacielos de la isla de Manhattan. Luego le invit¨® a almorzar a bordo del yate Highlander, cedido para la ocasi¨®n por su propietario, el editor Malcolm Forbes. Mientras los invitados daban cuenta del men¨² (compuesto por lomo fr¨ªo, pato de Long Island, langosta del Maine, mousse de aguacate, pan de ma¨ªz y fresas de California con crema de Nueva Jersey), el barco navegaba majestuosamente alrededor de la estatua de la Libertad.
Por la tarde, despu¨¦s de un breve descanso en sus apartamentos del Waldorf Astoria, el pr¨ªncipe Carlos fue agasajado con una representaci¨®n de ballet en el Metropolitan Opera House. La obra escogida, La bella durmiente, no pod¨ªa ser ajena a la leyenda amorosa creada en torno al heredero brit¨¢nico y a su futura boda con ladi Di. Lo que no previeron los cuidadosos organizadores del impresionante festejo es que un reducido n¨²mero de j¨®venes, militantes del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA), interrumpir¨ªan el primer acto de La bella durmiente con gritos antibrit¨¢nicos. ?Carlos es el pr¨ªncipe de la muerte? lleg¨® a exclamar uno de ellos antes de ser expulsado de la sala.
El incidente puso ostensiblemente nerviosos a los bailarines y a la primera dama norteamericana, no as¨ª al pr¨ªncipe, que hizo honor a la legendaria flema brit¨¢nica. La danza continu¨® sin m¨¢s incidentes.
Pero, sin duda, fue en el baile de gala que sigui¨® a la funci¨®n de ballet donde Nancy Reagan volc¨® todo su inter¨¦s por agradar al futuro rey de Inglaterra. En el parque Damrosh, situado a espaldas del Metropolitan Opera House, y bajo un ampl¨ªsimo toldo, la se?ora Reagan hizo montar una especie de bosque encantado, con tenues luces y delicadas fuentes. Tras la cena fr¨ªa, la orquesta inici¨® la interpretaci¨®n de un vals, creado especialmente para la ocasi¨®n: May lady love. El autor, Lester Lanin, actuar¨¢ en la fiesta de boda de Carlos de Inglaterra y ladi Di, prevista para el mes pr¨®ximo.
Las fotograf¨ªas de la ocasi¨®n son suficientemente expresivas. El gesto de total arrobamiento de Nancy Reagan al bailar un vals con un pr¨ªncipe de verdad no precisa m¨¢s palabras. Carlos fue, casi, Un rey en Nueva York.
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