Elecciones en UCD
EL PROCESO electoral para la renovaci¨®n de los ¨®rganos ejecutivos provinciales de UCD est¨¢ mostrando la fuerte posici¨®n, dentro del aparato centrista y de su militancia, de las corrientes que obtuvieron una holgada victoria en Palma de Mallorca, as¨ª como la debilidad de la coalici¨®n derrotada en aquel congreso. La rotulaci¨®n entonces utilizada, seg¨²n la cual los mayoritarios eran oficialistas, y los minoritarios, cr¨ªticos, no parece ya adecuada. En efecto, el relevo de Adolfo Su¨¢rez por Leopoldo Calvo Sotelo en el palacio de la Moncloa ha privado a los llamados oficialistas de la tutela y de las bendiciones del jefe del poder ejecutivo y ha despertado, en los llamados cr¨ªticos, la expectativa de ponerse al servicio del presidente del Gobierno o la ambici¨®n de ponerlo a su servicio.De los resultados electorales hasta ahora conocidos parece desprenderse la conclusi¨®n de que la democratizaci¨®n interna de UCD, en¨¦rgicamente reclamada desde mediados de 1980 por sectores descontentos y barones desplazados, est¨¢ operando en provecho de quienes idearon ese invento, en la, primavera de 1977, para ganar las primeras elecciones generales. Porque fueron Adolfo Su¨¢rez, Rodolfo Mart¨ªn Villa y otros profesionales pol¨ªticos de su misma escuela, caracterizados todos ellos por haber obtenido su experiencia de poder en el desempe?o de cargos intermedios dentro de la Administraci¨®n, el Movimiento y la organizaci¨®n vertical durante el r¨¦gimen anterior, los que pusieron en marcha aquel abigarrado tinglado, fraguado por lealtades caudillistas, intereses en torno al aparato estatal y creencias populistas.
Los dirigentes de la modesta oposici¨®n moderada al franquismo, que se subieron en el'¨²ltimo minuto al tranv¨ªa electoral para obtener parcelas subordi nadas, pero sustanciosas, de gobierno, siempre albergaron la esperanza de apoderarse por entero del centrismo, esto es, del electorado que lo respalda, y de marginar o incluso jubilar a los correosos y veteranos profesionales que hab¨ªan fabricado y registrado el rentable artilugio, No deja de ser curioso, sin embargo, que la lucha por el poder y los demonios de la pol¨¦mica produjeran, en ocasiones, un intercambio tan desconcertante en los papeles de unos y otros, que los dem¨®cratas de viejo cu?o terminaran por situarse, a prop¨®sito de cuestiones pol¨ªticas de fondo, a la derecha de sus antagonistas.
La defenestraci¨®n -todav¨ªa inexplicada- de Adolfo Su¨¢rez por obra de algunos de sus pares era la llave para la conquista de UCD por una alianza de corrientes y personalidades dominada por el sector democristiano. Pero este paso, aunque necesario, no era suficiente. Las recientes elecciones han revelado que el ap¨¢rato organizativo y las bases militantes del centrismo contin¨²an controlados por gentes mucho m¨¢s afines a Su¨¢rez o a Mart¨ªn Villa que a los l¨ªderes democristianos y liberales. La precariedad de la ideolog¨ªa y la debilidad de las estructuras de UCD hacen todav¨ªa m¨¢s llamativo y sorprendente ese fen¨®meno de lealtad a Su¨¢rez.
Es cierto que se especula, al parecer con fundamento, acerca de las rivalidades y celos entre suaristas y martinvillistas, tribus de las que no cabe imaginar otras notas diferenciadoras que no sean el clientelismo. Pero la eventual alianza de los seguidores de Mart¨ªn Villa con los antiguos cr¨ªticos no har¨ªa sino reproducir, en un nivel todav¨ªa m¨¢s pragm¨¢tico, los viejos pactos entre la oposici¨®n moderada al franquismo y los profesionales del Movimiento, depurados de suaristas, pero igualmente decididos -pi¨¦nsese en Sancho Rof o Ros¨®n- a seguir empu?ando la sart¨¦n por el mango.
Las discusiones y peleas dentro de UCD no pueden hacer olvidar que los partidos pol?ticos, en un sistema democr¨¢tico, reciben toda su fuerza del mandato expres,ado en las drnas por los electores. El centrismo gan¨® los comicios generales de 1977 y 1979 con unas candidaturas presididas publicitariamente hasta el agobio por la imagen de Su¨¢rez. Pero nadie sabe a ciencia cierta cu¨¢l fue la contribuci¨®n a esa victoria de cada una de las corrientes ideol¨®gicas dentro de UCD.
En esta perspectiva, cabe plantear la pregunta de hasta qu¨¦ punto los ¨¦xitos obtenidos.por suaristas y martinvillistas en las asambleas locales son obra exclusiva de las habilidades y dominio del aparato de estos veteranos profesionales de. la maniobra. Porque tambi¨¦n podr¨ªa suceder que se debiera, en parte, a la propia decisi¨®n pol¨ªtica de los militantes, representativa de las creencias y sentimientos del electorado medio de UCD. En tal caso, la ruptura del partido centrista -entre democristianos y otras familias- ser¨ªa inevitable. Quedar¨ªa as¨ª despejado el camino para la formaci¨®n de una gran derecha, o de una median derecha, en la que confluyeran los desenga?ados democristianos y algunos esperanzados seguidores de Fraga, y se, abrir¨ªa tambi¨¦n un interrogante acerca del espacio electoral y orientaciones pol¨ªticas de una UCD permeada por el populismo suarista, nacido junto a las fogatas de los campamentos, modificado por los cambios sociales de la Espa?a de los sesenta y orientado, durante la. etapa de la transici¨®n abierta con la muerte de Franco, hacia procedimientos de acceso y ocupaci¨®n del poder de signo formalmente democr¨¢tico.
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