Segovia: sin sonrisas, por favor
Sonrojo da hablar de ello. Y mucho m¨¢s, escribirlo. La autonom¨ªa de Segovia se ha convertido en algo as¨ª como en un chiste o una cota insuperable de insensatez, del d¨®nde vamos a ir aparar de la mara?a auton¨®mica en que, sin pens¨¢rselo dos veces, nos metieron en su d¨ªa los pol¨ªticos en el poder, en la oposici¨®n y la capacidad mim¨¦tica y demag¨®gica de la clase intelectual que tiene acceso a las p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Segovia, de la que nadie se acordaba (y ah¨ª est¨¢ para demostrarlo su puesto en la renta per c¨¢pita, su nivel de despoblaci¨®n, la calidad de sus servicios y un largo etc¨¦tera de carencias, olvidos y explotaciones seculares) como no fuera para utilizarla como trampol¨ªn de ambiciones pol¨ªticas personales, fotografiar el acueducto o comer cochinillo, es ahora la obligada referencia de todos aquellos que, con la sola menci¨®n de su nombre (?hasta Segovia!), normalmente acompa?ada de una sonrisa de cachondeo, quieren hacer ver al auditorio que lo de las autonom¨ªas es, pura y simplemente, un absurdo hazmerreir pol¨ªtico. Los hay m¨¢s comprensivos que, con cara de falsa perplejidad, dicen que lo de Segovia no lo entienden... La cosa se completa con las conclusiones del famoso informe de los expertos y, que m¨¢s o menos, viene a decir que las autonom¨ªas provinciales no tienen sentido. Pero que, dadas las circunstancias, conviene hacer excepciones con Asturias, Cantabria (antes Santander), Rioja (antes Logro?o), Madrid ( a t¨ªtulo de sedicente D. F.) y Murcia. Am¨¦n, naturalmente, de los espec¨ªficos casos de Navarra, por un lado, y Ceuta y Melilla, por otro. O sea, y aunque en algunos casos sea l¨®gico, que caben ocho excepciones a una regla general que s¨®lo se va a aplicar a Segovia. Decisi¨®n apoyada, eso s¨ª, con contundentes razones que olvidan, sin embargo, el peque?o detalle de que la inmensa mayor¨ªa de los ayuntamientos segovianos, que se supone tienen la misma representatividad te¨®rica que los de otras provincias, se han pronunciado, primero, en contra de la integraci¨®n en el h¨ªbrido Castilla-Le¨®n, y despu¨¦s, a favor de la autonom¨ªa uniprovincial. Ruego al curioso lector que no inicie un amago de sonrisa previo al ya estamos y piense, al menos, que los segovianos no son ni m¨¢s tontos ni m¨¢s listos que los nacidos en otros lugares m¨¢s propicios a despertar comprensi¨®n y apoyo moral, ni sus razones, en priricipio, tienen por qu¨¦ echarse sin m¨¢s al pozo de los desprop¨®sitos.Y es que lo de Segovia no lo entiende nadie, claro. Y no se entiende porque los pol¨ªticos han hecho todo lo posible para que no se entienda. Pero que tiene su explicaci¨®n. Una explicaci¨®n que nos llevar¨ªa directamente a eso que se ha venido en llamar ?agravio comparativo? referido a otras regiones distintas a Castilla, pero que tiene en ¨¦sta su m¨¢s exacta aplicaci¨®n. Hablar de Castilla en Espa?a es llorar. Desde Isabel la Cat¨®lica, a quien Dios confunda, hasta el se?or Garc¨ªa de Enterr¨ªa, pasando por Carlos V y su imperio, la remodelaci¨®n provincial del XIX y el fascismo vallisoletano de On¨¦simo Redondo y sus disc¨ªpulos. Una historia larga, apenas estudiada, envuelta en t¨®picos, esquilmada y manipulada en sus s¨ªmbolos e interesadamente confundida con todo aquello que huela al nefasto centralismo de un Madrid que tiene de castellano lo mismo que Gerona de cordobesa. Para los catalanes, C astilla empieza en Los Monegros; para los gallegos, en El Bierzo; para los andaluces, en Despe?aperros... y as¨ª hasta el infinito de insolvencias hist¨®ricas y analfabetismo geogr¨¢fico. Algo, por cierto, en esta lamentable confusi¨®n actual tuvieron que ver los escritores de 1898 y algunas de sus famosas descripciones paisaj¨ªsticas, me tiendo en el mismo saco los campos manchegos con la Tierra de Campos y llen¨¢ndose la pluma con la infinita llanura castellana (?), cuando lo que distingue el paisaje de Castilla es su constante delimitaci¨®n por la l¨ªnea azul de las cordilleras. Bastante parecido, por cierto, con lo que pas¨® con la historia, incluido el pend¨®n morado (que no era morado, sino rojo) y la adjudicaci¨®n indebida de otros s¨ªmbolos que jam¨¢s fue ron castellanos, sino de todo el imperio espa?ol, que no es lo mismo. Pero, es igual, con Castilla vale todo. Entre otras cosas, porque los explotadores castellanos viven hoy, y desde hace siglos, en ciudades sin industrializar, en campos semidespoblados, en pueblos sin j¨®venes, con la poblaci¨®n adulta desperdigada a los cuatro vientos, utilizando m¨¦todos agr¨ªcolas ancestrales, vaciados de sus costumbres y tradiciones, v¨ªctimas del caciquismo... Y, claro, en ese contexto, se ha podido hacer con Castilla lo que nadie hubiera osado hacer con Arag¨®n, Catalu?a o Andaluc¨ªa, por poner s¨®lo tres ejemplos, y que, a grosso modo, y sin ¨¢nimo de ser exhaustivo, ha sido: desconocer su historia, uni¨¦ndola al reino de Le¨®n y homolog¨¢ndola con ¨¦l, mutilarla en su territorio separ¨¢ndola de Santander y La Rioja, sin las cuales Castilla no tiene sentido, y confundir una de las regiones espa?olas de m¨¢s recia personalidad con una confederaci¨®n hidrogr¨¢fica. Segovia jam¨¢s hubiera pedido la autonom¨ªa uniprovincial si Castilla hubiera sido reconocida como tal. Pero, al no darse este elemental presupuesto, ha decidido irse por su lado y no participar en el h¨ªbrido castellano-leon¨¦s. Me gustar¨ªa decir que ha hecho bien, pero, tal y como est¨¢n las cosas, ni siquiera eso est¨¢ claro. La relaci¨®n de fuerzas pol¨ªticas en Segovia est¨¢ as¨ª.
La descripci¨®n es importante porque nos remite a c¨®mo se han hecho las cosas en materia auton¨®mica. UCD (dos diputados, tres senadores y mayor¨ªa de los ayuntamientos, continuista respecto al franquismo y, por tanto, con tradici¨®n caciquil) a favor de la autonom¨ªa provincial y por razones que van desde una mayor conexi¨®n con la opini¨®n p¨²blica hasta otras menos confesables de conservaci¨®n de actuales y seculares sinecuras. Hay que decir que UCD nacional, y muy especialmente el leon¨¦s Mart¨ªn Villa, est¨¢ fuertemente en contra de esta postura, en la que, por cierto, coincide con la izquierda, que un¨¢nimemente se muestra a favor del ente castellano-leon¨¦s. La izquierda, representada especialmente por el PSOE, defiende la integraci¨®n por razones de obvia perspectiva electoral: la inserci¨®n de una zona agr¨ªcola en otra industrial (Valladolid, Le¨®n) supone un aumento progresivo de sus posibilidades. Digamos, para terminar, que las elites culturales, como en todas partes, defienden la propia personalidad castellana y son, por tanto, contrarias a la ?¨®n. El pueblo, en general, vive al margen de la cuesti¨®n y, aunque no sean desde?ables ciertos asomos de despertar regionalista y un claro sentimiento de animadversi¨®n al ?centralismo vallisoletano? que tiene ra¨ªces hist¨®ricas con resonancias presentes. Segovia no quiere ser ni el merendero de Madrid ni la mano de obra de Valladolid. Ese es un sentimiento que UCD aprovecha y que la izquierda, con escasas ra¨ªces, pero con porcentaje de votos importante, no quiere ver.
En fin, he ah¨ª, sucintamente explicado, el galimat¨ªas segoviano, que hubiera exigido un seno acto de contrici¨®n por todas la. fuerzas pol¨ªticas implicadas, que son todas las nacionales. No ha sido as¨ª, sin embargo, y se va a imponer una decisi¨®n, probablemente tan discutible como la contraria, pero que tiene un importante componente antidemocr¨¢tico: va a hacerse en contra de la mayor¨ªa de los segovianos (al menos, teniendo en cuenta los resultados de tres contiendas electorales), en los que, adem¨¢s y para colmo, se quiere ejemplarizar y poner coto al ?desmadre auton¨®mico? del que Segovia, y casi da verg¨¹enza decirlo, no es causa, sino efecto. La inconsciencia, los deseos de medro personal, el desconocimiento de la historia, la demagogia y el apresuramiento (y el efecto imitador hacia Catalu?a y Euskadi) no han estado m¨¢s presentes en Segovia que en otras muchas autonom¨ªas que tienen ahora luz verde y bendici¨®n de expertos. Pero Segovia est¨¢ en Castilla, esa regi¨®n desconocida, maltratada y olvidada, en quien, sin embargo, hay que simbolizar el castigo y la venganza anticentralista. En Castilla, adem¨¢s, no queda apenas nadie para protestar: monumentos de un pasado que los historiadores contaron mal y los pol¨ªticos del presente desde?aron en su ignorancia. No es demagogia, aunque pueda parecerlo. El l¨ªo auton¨®mico de las nacionalidades no hist¨®ricas en que un buen d¨ªa nos meti¨® la clase pol¨ªtica ensoberbecida de singularidades y con ansias de medrar explotando el l¨ªcito sentimiento anticentralista, ya tiene un chivo expiatorio en que descargar sus errores: Segovia. Una historia, una tierra y unas gentes que, sin duda, merec¨ªan mejor suerte. Segovia va a integrarse en Castilla-Le¨®n. Y a lo mejor es bueno que as¨ª sea. Pero, por favor, que nadie ser¨ªa cuando se habla de la autonom¨ªa segoviana. O nos re¨ªmos todos o aqu¨ª no tiene derecho a re¨ªrse nadie.
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