Ret¨®rica y realidades: las relaciones de Espa?a con Latinoam¨¦rica
El viaje del presidente del Gobierno a M¨¦xico es una buena ocasi¨®n para unas breves reflexiones sobre la pol¨ªtica seguida por. los ¨²ltimos Gobiernos respecto a Latinoam¨¦rica. Deja un poso de melancol¨ªa que esta dimensi¨®n de nuestra acci¨®n exterior asome moment¨¢neamente la cabeza ¨²nicamente con motivo de alg¨²n viaje. Desde la apertura americana del Rey en 1977 y 1978, el gran tema ha ido desapareciendo, no ya de la conciencia popular, sino tambi¨¦n de las formulaciones oficiales. Una breve l¨ªnea en el discurso de investidura de Calvo Sotelo, apenas alguna frase en boca de su ministro de Exteriores. Poco m¨¢s. Ya es una tradici¨®n de nuestra acci¨®n exterior la concentraci¨®n intensa y apasionada sobre un tema y la hibernaci¨®n de. otras direcciones. Ayer fue Gibraltar; luego el calendario para la entrada en la CEE; hoy, casi exclusivamente, el tema de las alianzas, de la OTAN.No obstante, es innecesario insistir en la importancia, el peso creciente, de Latinoam¨¦rica en el escenario mundial; ocioso reiterar que es para nosotros decisiva.. Basten algunos datos: Latinoam¨¦rica es el ¨¢rea de mayor crecimiento demogr¨¢fico despu¨¦s del Sureste asi¨¢tico. Trabajos de prospectiva, como el publicado por la OECI) -Interfuturos-, se?alan que a fines de siglo algunos pa¨ªses de aquel subcontinente habr¨¢n abandonado el inc¨®modo campo de las naciones en desarrollo y vendr¨¢n a traspasar el umbral de la sociedad industrial: M¨¦xico, Brasil, Argentina, tal vez Venezuela. El catolicismo latinoamericano es el m¨¢s gr¨¢vido de mensaje y posibilidades de cambio social y pol¨ªtico. Los pa¨ªses del Cono Sur se encaminan a una crisis pol¨ªtica cuya puesta es la modernizaci¨®n y la recuperaci¨®n de una tradici¨®n liberal siempre fr¨¢gil, pero nunca arrinconada en las conciencias. Zonas cr¨ªticas, como Centroam¨¦rica, ponen a prueba la imaginaci¨®n y la voluntad del campo occidental para evitar la simplificaci¨®n de no ver m¨¢s que .Subversi¨®n Y maniobras geoestrat¨¦gicas donde impera el hambre y se?orea el miedo.
Para nosotros, espec¨ªficamente, Latinoam¨¦rica es un espejo que refleja inmediata Y constantemente el ¨¦xito, estancamiento o retroceso de nuestro proyecto de convivencia c¨ªvica. Es nuestra referencia...exterior m¨¢s clara, m¨¢s inmediata, de mayor exigencia.
-Falta de lecturas con gruentes, carencia de instrumentos
La relaci¨®n con Latinoam¨¦rica excede al trat¨® de Estado a Estado: es, sobre todo, una relaci¨®n entre pueblos. Para la orientaci¨®n de ¨¦stos es, pues, preciso que las f¨®rmulas que tratan de captar el sentido del contacto no se aparten excesivamente de la realidad. Que se ajusten a ella y no sean v¨ªctima de la propia din¨¢mica de los esl¨®ganes, esos instrumentos para, evadirnos de las evidencias.
Cuatro formulaciones por parte espa?ola han tratado de encuadrar la riqueza y multiplicidad de la relaci¨®n: la doctrina de la hispanidad, el posterior pragmatismo que exige un trato general e igualitario para todos los pa¨ªses del ¨¢rea, la presentaci¨®n del proceso espa?ol como modelo para el cambio pol¨ªtico en Latinoam¨¦rica, la Comunidad Hisp¨¢nica de Naciones.
La primera doctrina correspondi¨® a la pretensi¨®n paternalista e imperial del-nacionalcatolicismo. Se defin¨ªa, no ya a Am¨¦rica, sino a Espa?a, desde un valor predominante y exclusivista. Esta reducci¨®n totalitaria chocaba con el pluralismo y con la realidad m¨¢s brutal.
Careci¨® en todo momento de operatividad pol¨ªtica y cultural. El Instituto de Cultura Hisp¨¢nica, ese gran elefante blanco que por su peculiaridad destacaba en la manada de paquidermos burocr¨¢ticos del antiguo r¨¦gimen, agrup¨® en las capitales iberoamericanas a los nost¨¢igicos de una ¨¦poca anterior a la de la CEPAL y del desarrollismo neoliberal. Serv¨ªa de foro, tertulia a los sectores m¨¢s pega dos al pasado entre la no muy re novada oligarqu¨ªa de aquellos pa¨ªses. Pasa a la historia como una excentricidad cara, con algunos, c¨®mo no, logros. En todo caso, cosa pasada que mueve pocos molinos. Las otras formulaciones son actuales. La idea de un modelo espa?ol para Latinoam¨¦rica se alimenta tambi¨¦n de un pertinaz paternalismo cultural. Y, sobre todo, de una capacidad espeluznante de simplificaci¨®n. Am¨¦rica, en efecto, comprende sociedades desarrolladas, en la l¨ªnea de salida para la sociedad industrial; pero afectadas de ciertas disfuncionalidades an¨¢logas a las espa?olas: capitalismos perif¨¦ricos que han huido de la l¨®gica de la modernizaci¨®n zambull¨¦ndose en la irracionalidad cruel de los Estados de seguridad nacional. A esas sociedades, de muy diversa formaci¨®n hist¨®rica y cultural, el ejemplo espa?ol so larnente puede orientarles en cuanto ellas mismas deber¨¢n proceder a definir su propia f¨®rmula de la amalgama reforma/ruptura. En lo dem¨¢s, enormes diferencias. Pero los propugnadores de. la exhibici¨®n del ?modelo espa?ol? parecen desconocer la realidad de las so ciedades duales, o las formas de cruda dominaci¨®n de las oligarqu¨ªas latifundistas y de intermediarios del poder hegem¨®nico trasnacional en amplias zonas americanas. ?D¨®nde en Centroam¨¦rica se encuentra la clase modernizante sobre la cual hacer reposar el proceso de cambio?
No hay nada que satisfaga m¨¢s a un conservador espa?ol que ser tachado de pragm¨¢tico. Mediante esta adjudicaci¨®n se siente imbuido de sentido com¨²n, moderaci¨®n, se siente britanizado. El pretendido pragmatismo tiene una lectura en lo que se refiere a Latinoam¨¦rica: Espa?a trata con
,Estados, no interfiere en sus asuntos internos, no le cabe trasladar planteamientos ideol¨®gicos a las relaciones internacionales. Eso fue, la aplicaci¨®n de lo que consideraban la doctrina Estrada -que, naturalmente, era algo diferente y se limitaba a una soluci¨®n para el tema del reconocimiento de gobierno- En este mismo diario, con ocasi¨®n del anuncio del viaje del Rey a Argentina, he tratado de apuntar no ya lo incorrecto del planteamiento, sino lo peligroso de sus efectos (EL PAIS,-27-8-1978, ?El aprendizaje de la democracia?). El trato benevolente a los liberticidas americanos encumbrados en el poder no ha evitado la persecuci¨®n de los misioneros espa?oles, ni el asalto y asesinatos en nuestra Embajada en Guatemala. Un pa¨ªs, como Espa?a, que no tiene capacidad econ¨®mica, ni militar, para hacer sentir su presencia por los medios del poder directo, pero que tiene responsabilidades y oportunidades, no puede desproveerse de proyectar ideas, y ¨¦stas en el campo social rozan las creencias y los ideales. Ve¨¢mos con atenci¨®n en los pr¨®ximos a?os c¨®mo un pa¨ªs medio va a fundar su proyecto de
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mejorar la relaci¨®n de Europa con el Tercer Mundo en el cultivo y proyecci¨®n de sus supuestos valores tradicionales. Francia va a ?vender? tradici¨®n democr¨¢tica al mundo que pugna por el bienestar y la democracia.
Como clave de arco de las visiones optimistas y ret¨®ricas de nuestra relaci¨®n con Am¨¦rica, la Comunidad Hisp¨¢nica de Naciones.En varias ocasiones, en las mismas Cortes Constituyentes, hemos reafirmado nuestra adhesi¨®n a la idea. Pero tambi¨¦n hemos se?alado que la Comunidad es algo m¨¢s profundo que un anuncio formal de voluntad. Sin el proceso, esforzado al comienzo, luego natural, la idea de la Comunidad o es ret¨®rica de brindis de banquete o puro voluntarismo. Las pocas comunidades de naciones operantes hoy en el mundo han sido la consecuencia de un proceso cultural y pol¨ªtico, gradual, continuado. No se las puede definir a priori ni encuentran fundamento principal en las definiciones de los textos. Son el fruto de una solidaridad que se vuelve natural, despu¨¦s de un proceso de acercamiento, entendimiento, ajuste. Luego los estadistas, aprovechando una oportunidad que depare la Historia, sacan las consecuencias.
El anterior ministro de Asuntos Exteriores, se?or Oreja, en una intervenci¨®n en el Senado el 8 de abril de 1980, resum¨ªa los principios de una pol¨ªtica respecto a Latinoam¨¦rica: interdependencia de los esfuerzos (coordinaci¨®n, por ejemplo, de la acci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica), la continuidad, la comunidad, la credibilidad. Los tres primeros principios pueden ser axiom¨¢ticos. Donde la cosa falla es en la credibilidad. Sobre todo, porque la falta de instrumentos para hacer una pol¨ªtica profunda en Am¨¦rica de habla hispana se?ala o un desconcierto de visi¨®n o una falta de voluntad.
Empecemos por la acci¨®n cultural. Adolece de conceptos y de instrumentos. Conceptualmente se sigue pensando en Espa?a como exportadora de cultura a Am¨¦rica, con una concepci¨®n misiva. Lo que, evidentemente, no corresponde ni al grado de desarrollo, y en algunos campos innovaci¨®n, de ciertos pa¨ªses americanos, ni al estado de nuestra propia actividad. Este paternalismo residual entorpece, a veces irrita y las m¨¢s provoca la indiferencia.
En cuanto a los instrumentos, el balance es escalofriante. En 1979 la Direcci¨®n General de Asuntos Culturales de Asuntos Exteriores contaba con un presupuesto de 234 millones de pesetas para toda su acci¨®n, en todo el mundo. Menos de una peseta por hispanohablante. El presupuesto se ha incrementado en 1980, pero la ratio acci¨®n cultural, gente que habla nuestra lengua, no excede 1,7 pesetas. La Alianza Francesa hace mucho m¨¢s en Latinoam¨¦rica, y la Dante Alighieri, e incluso el Goethe Institut.
La Universidad de Pittsburgh public¨® en 1979 un cat¨¢logo de centros dedicados a estudios hist¨®ricos y de la cultura latinoamericana. Espa?a se encontraba en octavo lugar, no ya detr¨¢s de Estados Unidos (Nueva York, California) y Francia, sino de otros seis pa¨ªses occidentales. En Francia, por ejemplo, estaban en curso unos cuatrocientos proyectos de estudios sobre estas materias, en Espa?a 48. En nuestro pa¨ªs se puede ser adjunto en c¨¢tedra de Historia en un instituto sin conocer en absoluto la historia de Am¨¦rica. No est¨¢ en el programa.
La cooperaci¨®n t¨¦cnica sufre de la insuficiencia de medios bien conocida y del hecho de su dispersi¨®n: varios departamentos realizan programas que nadie coordina. A pesar de esta grave deficiencia, el Ministerio de Asuntos Exteriores se resiste a preparar un proyecto de ley de cooperaci¨®n internacional. Teme a la resistencia de otros departamentos y al desgaste de hacer o¨ªr la raz¨®n.
En tercer lugar, el enorme desperdicio del principal capital, el humano. La colonia latinoamericana es importante num¨¦ricamente y muy valiosa en algunos sectores. La sociedad espa?ola, en el plano privado, la acoge bien. El Estado no saca las conclusiones necesarias.
La Ley 31/69 de 30 de diciembre equipara a efectos laborales a los latino americanos con los espa?oles. Pero los reglamentos del 10 de enero de 1970 y del 9 de junio de 1971, as¨ª como la circular 2.896 de la Direcci¨®n General de Consulares de Asuntos Exteriores recortan y dificultan la equiparaci¨®n. Antes de hablar de la Comunidad Hisp¨¢nica ele Naciones convendr¨ªa rectificar criterios y adoptar la pr¨¢ctica. De 1 a misma manera que posibilitar la convalidaci¨®n de los t¨ªtulos acad¨¦micos y hacer viable el acceso a la universidad de los latinoamericanos mayores de veinticuatro a?os.
Pueden calcularse en 120.000 -estimaci¨®n m¨¢s alta- el n¨²mero de latinoamericanos en Espa?a, comprendiendo, en un momento dado, a turistas. residentes, permanentes. A veces, en el clima creado por la crisis y el desempleo, se dice que es dif¨ªcil su asimilaci¨®n. Pero unos 250.000 espa?oles residen en Argentina, 100.000 en Cuba, 94.000 en Uruguay, 51.000 en M¨¦xico,, 34.000 en Colombia, 30.000 en Chile. Nacionales nuestros cuyo trato y empleo depender¨¢, en definitiva, del clima creado por la reciprocidad real.
Vanguardia editorial
Barcelona ha sido el centro editorial del boom narrativo ultramarino. La fragmentaci¨®n cultural producida por las dictaduras -sobre todo del Cono Sur- condujo a que, incluso antes del fin de la era de Franco, la vanguardia se centrase en la capital catalana. Pero los intelectuales americanos tropiezan con obst¨¢culos para aportar en la universidad espa?ola lo que los editores entienden mejor es una contribuci¨®n interesante y rentable.
Desconfiemos de las met¨¢foras en pol¨ªtica y en amor. Suelen ser un pretexto dilatorio para no pasar a la acci¨®n. En todo caso, de admitir la met¨¢fora m¨¢s empleada, el v¨ªnculo a trav¨¦s del Atl¨¢ntico es de doble direcci¨®n. Unamuno descubr¨ªa a los americanos antes de que hubiese ninguna doctrina hispanista. Valera, a Rub¨¦n. Baroja y Ortega ten¨ªan apasionados en los suburbios del gran Buenos Aires. A nivel de personalidades egregias no hay mucho problema, ni en el p¨²blico. ?Pero, las instituciones? Reconozcamos que el Premio Cervantes ha sabido premiar a Carpentier, a Borges y a Onetti. Pero ?acci¨®n continuada, en profundidad? Quiz¨¢ sea pronto para juzgar, pero no para apuntar a que los cambios esperados del Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericano no parecen traducirse en nada muy concreto.
A nivel legislativo grandes temas nacionales inciden directamente en la situaci¨®n de los latinoamericanos, y, por tanto, en la relaci¨®n general con Latinoam¨¦rica. La iniciativa legislativa gubernamental es bien parca. La proposici¨®n sobre el derecho de asilo, que tendr¨¢ incidencia en las relaciones con Am¨¦rica, es una iniciativa socialista. Tambi¨¦n necesario, pero est¨¢ estancado, el estatuto del refugiado, y, en nuestro contingente laboral en Am¨¦rica, la ley de Emigraci¨®n. La acci¨®n legislativa, con los debates en que las razones se concretan y contrastan, ser¨¢ tambi¨¦n un camino para salir de la ret¨®rica. Ret¨®rica que encubre s¨®lo a medias la desgana, la falta de imaginaci¨®n, la miop¨ªa.
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