Ocho a?os de un hospital de d¨ªa: la lucha contra la incomprensi¨®n
En el 43 de la calle de Ibiza, de Madrid, con un toque particular de verano en los despachos vac¨ªos y entreabiertos -a esta hora de la tarde- gracias a la corriente de aire perpetua que transita entre las variadas puertas que dan acceso al edificio, est¨¢ el hospital de d¨ªa de la secci¨®n de psiquiatr¨ªa de la Residencia Sanitaria Provincial de Madrid.
Gente variopinta que entra y sale, bedeles que con su actitud demuestran cierta incomprensi¨®n por una experiencia asistencial que tampoco es vista con demasiada simpat¨ªa por muchos de los propios compa?eros psiquiatras del centro, configuran el ambiente en que se mueve el equipo. ?Aquella puerta es?, se?ala el conserje una amplia puerta con un r¨®tulo en negro donde se lee Aula. ?Pero yo no les aviso porque ahora est¨¢n reunidos y luego se enfadan conmigo si interrumpo?.Y es que en la disciplina de las sesiones m¨¦dicas de hoy viernes por la tarde hay tres grupos de terapia, seg¨²n reza el programa del hospital, dos de neur¨®ticos -relacional y uno de psic¨®ticos-, es f¨¦rreo. Del otro lado de la puerta, Carmen S¨¢ez Buenaventura, que se ha hecho cargo ahora de la coordinaci¨®n del hospital de d¨ªa, advierte de la imposibilidad de cualquier interrupci¨®n. A pesar de las citas previas y de la situaci¨®n cr¨ªtica que se perfila, que ha llevado a los pacientes y asistentes voluntarios del centro a acudir un poco angustiosamente a los medios de comunicaci¨®n, las sesiones son las sesiones.
Porque todos coinciden en se?alar -al menos los integrantes del equipo- que esta experiencia asistencial basada en algunos puntos esenciales y que ha dado sus frutos m¨¢s o menos espectaculares sobre un total de 1.270 personas que han pasado por el centro desde su creaci¨®n, necesita de una plantilla m¨¦dica o interprofesional m¨¢s amplia. ?Actualmente?, comenta una de las asistentes voluntarias del centro, ?somos unas catorce personas, psic¨®logos y asistentes sociales, fundamentalmente, las que nos encargamos de la asistencia de unos 150 enfermos entre los grupos del hospital de d¨ªa y los que integran lo que llamamos grupos de tarde-noche. Y todos somos asistentes voluntarios, gente que trabajamos sin cobrar y contando s¨®lo con dos personas en plantilla -adem¨¢s de dos residentes que est¨¢n en rotaci¨®n-, la coordinaci¨®n del hospital de d¨ªa, que desde la marcha del doctor Gonz¨¢lez-Duro es Carmen S¨¢ez y una ATS. Entonces, nos preocupa mucho el hecho de que si no se llega a un acuerdo con la Diputaci¨®n Provincial de Madrid en el pr¨®ximo mes de octubre, los asistentes voluntarios tengamos que marcharnos, ya que existe una medida dictada por este organismo el a?o pasado, por la que se prohibe el ingreso de personal voluntario, medida que ahora se ha puesto en marcha seriamente?.
Continuidad asistencial
Los asistentes voluntarios piden que al menos se les concedan contratos parciales a algunos de ellos para conseguir que se mantenga una continuidad asistencial en el hospital, y las negociaciones con la Diputaci¨®n parecen, en su opini¨®n, estar bien encauzadas. Esa l¨ªnea asistencial forjada por la personalidad del psiquiatra Gonz¨¢lez-Duro, cuya pureza todos quieren mantener, se basa en unos cuantos puntos b¨¢sicos: Asistencia p¨²blica, r¨¦gimen comunitario, atenci¨®n a cualquier tipo de demanda psiqui¨¢trica, sin discriminaci¨®n alguna respecto a sintomatolog¨ªa, sexo o edad de los pacientes-, car¨¢cter voluntario de los ingresos; r¨¦gimen abierto, con un horario desde las nueve y media de la ma?ana a las seis de la tarde, que preserva a los pacientes de los problemas de aislamiento con relaci¨®n al medio natural, familia y barrio, fundamentalmente, que sufren los enfermos internos las veinticuatro horas del d¨ªa.Hay otro dato fundamental en la din¨¢mica del hospital de d¨ªa, y es el relativo a la duraci¨®n de los permisos de estancia, ya que se pretende conseguir el m¨ªnimo de psiquiatrizaci¨®n posible en cada paciente. La media de estancia viene a ser de seis meses cuando se trata de enfermos que acuden a las sesiones como una terapia de apoyo, y de once a doce meses, para aquellos que proceden de otras consultas m¨¦dicas.
Las t¨¦cnicas del psicodrama, la psicopintura, se intercalan con asambleas diarias de los grupos -cada grupo est¨¢ integrado por unos quince pacientes- que funcionan en el hospital de d¨ªa, as¨ª como entrevistas privadas o del grupo familiar.
Mientras los asistentes voluntarios. esperan con una esperanzada inquietud la decisi¨®n de la Diputaci¨®n Provincial, los pacientes, incluso los que ya abandonaron el centro hace tiempo y que permanecen ligados incluso por lazos sentimentales con el mismo, se muestran desconfiados e incluso amenazaron hace d¨ªas con un encierro como medida de fuerza ? Los locos no vemos tan claro esto de que vaya a ser respetada la l¨ªnea asistencial que el hospital de d¨ªa ha llevado hasta hoy?, dice una mujer joven, delgada, que confiesa su amor por un centro que ?me ha salvado la vida?, interviene en nombre de los pacientes. ?Contra lo que se ha dicho, en este hospital de d¨ªa ha habido personas muy enfermas, gente que ha soportado m¨¢s de diez electrochoques, autistas que han pasado semanas sin decir una palabra, y a todos se les ha admitido. Y lo que es, m¨¢s importante, administr¨¢ndonos muy pocos psicof¨¢rmacos?.
En previsi¨®n de cualquier atropello, que todav¨ªa no parece probable, los pacientes del hospital de d¨ªa han redactado incluso un escrito en el que resumen las l¨ªneas fundamentales de la terapia del centro, cuyo funcionamiento comunitario parece ser uno de los aspectos m¨¢s positivamente valorados, junto con una toma de conciencia de la enfermedad que les permite ser ?los agentes principales de nuestra propia curaci¨®n?.
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