La larga paciencia de Jes¨²s L¨®pez Cobos
Suele ser h¨¢bito espa?ol premiar a sus artistas cuando se encuentran al borde del retiro. Circunstancia que, por ventura, se ha roto con Jes¨²s L¨®pez Cobos, distinguido con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes. A los cuarenta a?os reci¨¦n cumplidos, el maestro zamorano accede a la Direcci¨®n General de M¨²sica de la Opera de Berl¨ªn Occidental, siendo en puridad, el sucesor de Lorin Maazel.Por otra parte, la Orquesta Nacional y su p¨²blico esperan con rara y un¨¢nime adhesi¨®n, la llegada de L¨®pez Cobos al puesto de director titular. Confluyen, pues, var¨ªas razones para considerar la biograf¨ªa del joven maestro como asunto de inter¨¦s general.
Repetir aqu¨ª los m¨¦ritos y triunfos de L¨®pez Cobos ser¨ªa tanto como trazar una larga relaci¨®n de hechos y fechas. Importa m¨¢s meditar unos minutos sobre el secreto de una personalidad, no por triunfadora menos cargada de posibilidades futuras.
Jes¨²s L¨®pez Cobos inici¨® su carrera, hace m¨¢s de tres lustros, desde dos supuestos: el trabajo coral y el rigor intelectual. Recuerdo ahora su hondo desentra?ar nuestra polifon¨ªa en los nombres se?eros -Victoria, Guerrero- y en los menos divulgados -Alonso Lobo, Castro Mallagaray, Alonso Xuarez- Tambi¨¦n su b¨²squeda en archivos y documentos a fin de dar con el secreto original de muchas partituras.
Despu¨¦s de los primeros cap¨ªtulos de su aventura musical, L¨®pez Cobos, en Italia y la Rep¨²blica Federal de Alemania, se convierte, de verdad, en una mente europea que, por naturaleza pulida por el h¨¢bito, desde?a la improvisaci¨®n para practicar la ?larga paciencia?; casi desconf¨ªa del instinto para apoyarse en el conocimiento. Ahora mismo, acabo de leer en la revista Ritmo, una inteligente entrevista con L¨®pez Cobos que viene a confirmar lo que siempre pens¨¦ de su pensamiento y su manera. Estamos ante un director antidivo, lo que puede extra?ar ante carrera singularmente brillante.
L¨®pez Cobos no es un director de ?primer impacto?, de efectista sensaci¨®n, sino un talento progresivo que, paso a paso, acrecienta su prestigio y, de modo gradual, se hace con la estimaci¨®n de todos: p¨²blicos, orquestas, teatros oper¨ªsticos. En ese firme avanzar no existen posibilidades de retorno, sino de perfeccionamiento.
Otra impresi¨®n que guarda mi memoria: el trabajo de L¨®pez Cobos es la problem¨¢tica Atl¨¢ntida, cuya versi¨®n en el Festival de Lucerna se?ala una cima que debi¨® quedar registrada en disco. Ante lo espa?ol, L¨®pez Cobos es el antit¨®pico: serenidad frente a nerviosismo, universalidad frente a peculiaridades raciales que, la mayor parte de las veces, son malos usos localistas. Es sabido con qu¨¦ calma interpretaba Alb¨¦niz su m¨²sica, para asombro de los espa?olistas franceses. Y c¨®mo Manuel de Falla sol¨ªa pedir para sus tempi un sosiego mayor que el indicado en sus propios metr¨®nomos. En cuanto a esp¨ªritu, ped¨ªa, por ejemplo, que la primera danza de La vida breve fuera entendida como un cuarteto.
Hace pocos d¨ªas hemos visto a L¨®pez Cobos buscar para la Novena de Beethoven, tiempos que ni la orquesta ni la ac¨²stica ?al aire libre? pod¨ªan darle. Sin embargo, el director mantiene su criterio como fruto de convicciones, no de inspiradas iluminaciones moment¨¢neas.
Con un director as¨ª vamos sobre seguro y se comprenden y agradecen sus previsiones antes de asumir plenamente la titularidad de nuestra orquesta.
De modo deliberado no nos detenemos en el L¨®pez Cobos, director oper¨ªstico. Es su aspecto m¨¢s conocido -aunque no entre nosotros-, adem¨¢s, la juntura de teatro y concierto, con la serie de interrelaciones que ambas actividades comportan, define los perfiles de todos los directores que son y est¨¢n en el panorama contempor¨¢neo.
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