S¨®lo ha hecho m¨²sica
El pr¨®ximo d¨ªa 28 de agosto cumplir¨¢ Karl B?hm 87 a?os. Desde una ciudad tan entra?ablemente unida a su carrera como es Salzburgo, pr¨®xima a su Graz natal, el patriarca de la direcci¨®n orquestal nos dir¨¢ adi¨®s. Las emisoras de todo el mundo transmitir¨¢n la emoci¨®n del acontecimiento, una emoci¨®n que no s¨®lo embargar¨¢ a los privilegiados asistentes al festival salzburgu¨¦s, sino que nos afectar¨¢ a todos, porque en las notas de las dos postreras Sinfon¨ªas de Schubert que el maestro dirija ir¨¢ todo su mensaje de amor a la m¨²sica.Karl B?hm siempre se ha expresado en m¨²sica. No tuvo comienzos fulgurantes, ni teoriz¨®, ni predic¨®: Karl B?hm, sencillamente, ha hecho m¨²sica. Apasionado por su trabajo, fue cumpliendo etapas importantes, casi siempre basadas en teatros de ¨®pera: Graz, Munich, Darmstadt, Hamburgo, Dresde, Viena, Buenos Aires... Poco a poco, su presencia en conciertos sinf¨®nicos se fue haciendo, m¨¢s que constante, imprescindible.
Situado cronol¨®gicamente en un inc¨®modo punto medio entre la aureola magistral de un Furtw?ngler y el desbordante divismo de un Karajan, Karl B?hm trabaj¨® con intachables resulta dos, gan¨¢ndose, a base de musicalidad y humanismo igualmente profundos, a los int¨¦rpretes que actuaban bajo su direcci¨®n, a los jueces y a los mel¨®manos de todo el mundo. Sus interpretaciones siempre han rezumado verdad y calor. Su repertorio, ce?ido b¨¢sicamente a la m¨²sica de tradici¨®n germana, ha mostrado cierta tendencia a sublimar lo vien¨¦s, ya fuera a partir de Mozart, Schubert, Beethoven, Bruckner, Alban Berg o el mismo Johann Strauss. Y cuando Karl B?hm nos ha dado la m¨²sica de los maestros alemanes -Brahms, Richard Strauss, Wagner- lo ha hecho con un algo de luminosidad, de bonhom¨ªa, que ha a?adido calor a lo perfecto, amabilidad a lo tremendo, comunicatividad a lo genial.
El adi¨®s de Karl B?hm es pasar una hoja de la historia de la m¨²sica. El maestro fue gran amigo de Strauss: ¨¦l estren¨® una de sus ¨®peras, a ¨¦l le fue dedicada otra y ¨¦l dirigi¨® todas ellas con perfecci¨®n y penetraci¨®n expresiva tales que sus versiones straussianas han quedado como modelo a seguir.
El maestro recibi¨® personalmente los parabienes de Alban Berg cuando dirigi¨® Wozzeck en Darmstadt e iniciaba con esta obra maestra del siglo XX una lucha contra la incomprensi¨®n de los p¨²blicos y a favor de los contenidos musicales y dram¨¢ticos de la ¨®pera: Salzburgo, Viena, N¨¢poles, Buenos Aires y Nueva York registran, entre los acontecimientos se?alados de sus teatros l¨ªricos, aquellas representaciones de Wozzeck que lograr¨ªan imponer las categor¨ªas que hoy nadie discute.
B?hm pas¨® por Espa?a tempranamente, y hasta dir¨ªamos que con modestia, en los a?os de posguerra: recordemos el testimonio cr¨ªtico de Joaqu¨ªn Turina. Mi generaci¨®n ha tenido que recurrir al viaje largo para recibir directamente el gozo y la lecci¨®n de que hablaban nuestros mayores en sus cr¨®nicas europeas, excepci¨®n hecha de los barceloneses que tuvieron acceso a aquella memorable Novena sinfon¨ªa que -rara avis- pudimos seguir los dem¨¢s a trav¨¦s de Televisi¨®n Espa?ola.
Pero, para todos, Karl B?hm es una figura familiar gracias a las grabaciones discogr¨¢ficas: sus versiones de las ¨®peras, las sinfon¨ªas y los conciertos de Mozart, de todo Strauss, de Wozzeck y Lul¨², de Schubert o de Beethoven, de la Tetralog¨ªa wagneriana, de Trist¨¢n y de tantas otras obras capitales del repertorio sinf¨®nico y teatral, permanecer¨¢n in defectiblemente unidas a la emoci¨®n de quienes, a trav¨¦s de ellas, hemos podido adentrarnos en la m¨²sica con reverencial confianza en uno de sus m¨¢s puros y hondos traductores: este hombre casi nonagenario cuya obra siempre nos acompa?ar¨¢. Por tanto, ?o estamos glosando un adi¨®s. Digamos ?hasta siempre, herr doktor!
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