La nueva situaci¨®n ling¨¹¨ªstica catalana
Mi opini¨®n acerca del manifiesto por la igualdad de derechos ling¨¹¨ªsticos en Catalu?a estaba fuertemente mediatizada por el editorial publicado por EL PAIS el pasado 4 de mayo. De ello me doy cuenta ahora, con la lectura del propio manifiesto -no publicado por EL PAIS hasta el 5 de julio, es decir, nada menos que dos meses despu¨¦s- y del art¨ªculo ?En torno al manifiesto sobre el uso del catal¨¢n?, del que son autores cuatro firmantes del citado manifiesto, con los que coincido al creer que ?en esta ocasi¨®n (EL PAIS) no s¨®lo hace lo contrario de lo que acostumbra y predica, sino que tergiversa, de modo expreso y literal, un texto y ofende a sus firmantes?.Con la decisi¨®n de ?abrir las p¨¢ginas de EL PAIS a ese debate?, el peri¨®dico parece ofrecer una reparaci¨®n digna de elogio a los vapuleados 2.300 intelectuales que viven y trabajan en Catalu?a, declarando que desea ?contribuir a que las posiciones dialogantes, constructivas y honestas, ocupen el lugar de las diatribas e insultos?, lo que parece situar a EL PAIS con respecto a este tema en la l¨ªnea que de ¨¦l siempre esperan sus lectores.
Dicho lo que antecede, me gustar¨ªa tener la oportunidad de expresar mi opini¨®n ahora que la pol¨¦mica puede dejar paso al debate constructivo. La lectura del art¨ªculo ?Cuando las lenguas delinquen?, del que es autor Albert Manet, igualmente publicado en EL PAIS del 5 de julio, me ha permitido elaborar una interpretaci¨®n personal del problema y despejar algunas inc¨®gnitas del mismo. El se?or Manet dedica m¨¢s de cuatro columnas a describir la verdaderamente tenebrosa realidad en la que tuvieron que vivir los hablantes en catal¨¢n despu¨¦s de 1939, a?o en el que los vencedores de la guerra civil (entre los que hab¨ªa no pocos catalanes, no lo olvidemos) iniciaron una pol¨ªtica nefasta con la que intentaron destruir la lengua y la cultura catalanas, objetivo que, afortunadamente, no consiguieron, gracias a la tenaz e indoblegable resistencia de los catalanes en la defensa de su propia identidad colectiva. Hoy nos encontramos con una lengua catalana maltrecha y en inferioridad de condiciones todav¨ªa, es cierto, pero dispuesta a resta?ar las heridas del pasado para revitalizar una parte sustancial e inalienable del patrimonio cultural de Espa?a.
Pero el se?or Manet no nos dice nada de lo que est¨¢ ocurriendo en estos momentos en materia de uso de las dos hablas que hay en Catalu?a; al menos, no se manifiesta en este terreno con la misma minuciosidad con que narra los acontecimientos del pasado. Catalu?a y el resto de Espa?a han cambiado tan sustancialmente a lo largo de casi medio siglo que, en muchos aspectos, podemos decir que el escenario de 1981 poco tiene en com¨²n con el de 1936-1939, y no digamos con el de 1924, a?o del manifiesto en defensa del catal¨¢n que dirigi¨® al dictador Primo de Rivera un escogido grupo de intelectuales de habla castellana. Hoy, la mitad de la poblaci¨®n de Catalu?a es castellanohablante, dato que, por s¨ª mismo, establece unas coordenadas de una importancia decisiva, y que, por consiguiente, nadie puede olvidar -nadie bienintencionado, se entiende- Junto a esta realidad, que es tanto ling¨¹¨ªstica como socioecon¨®mica, hay una superestructura jur¨ªdica, nada menos que una Constituci¨®n hecha democr¨¢ticamente, que, en su art¨ªculo n¨²mero 3, consagra la cooficialidad en Catalu?a del castellano y del catal¨¢n.
Probadas est¨¢n, y condenadas, las atrocidades genocidas que los reg¨ªmenes autoritarios que la naci¨®n espa?ola ha padecido, cometieron con el catal¨¢n y con otras lenguas espa?olas (incluido el mismo castellano, me atrever¨ªa a decir, si no fuera este otro cantar). El Manifiesto de los 2.300 puede haber molestado a los gobernantes catalanes, pero no creo que haya que demostrar ahora que los gobernantes en general, y los espa?oles en particular, son extraordinariamente susceptibles cuando los administrados enjuician su labor, y no creo que los catalanes sean una excepci¨®n. Es muy posible que los autores del manifiesto hayan puesto el dedo en la llaga; cualquier observador imparcial puede tener la sensaci¨®n de que algo de lo que denuncia el manifiesto puede estar ocurriendo o estar en trance de convertirse en una realidad que ma?ana puede ser dif¨ªcil, corregir. Y si eso es as¨ª, de nada sirve que se insulte a los firmantes del manifiesto insinuando que a?oran el franquismo, despreci¨¢ndolos p¨²blicamente y trat¨¢ndolos de cerriles y de voces oscuras que emplean ?calumnias y manipulaciones sobre la situaci¨®n del castellano en Catalu?a?, como dice el se?or Manet, director general de Actividades Art¨ªsticas y Literarias de la Generalidad.
El tema se ha politizado, quiz¨¢ inevitablemente, en la peor direcci¨®n que cab¨ªa imaginar. En Catalu?a, sobre todo en Barcelona, las pol¨¦micas se pod¨ªan montar alrededor de los opuestos catalanistas-meselarios, mientras en Madrid se montaban en torno a los progresistas-reaccionarios. Mucho me temo que el simplismo haya llegado al absurdo de equiparar catalanista con progresista y mesetario con reaccionario, tal vez con la ayuda del ripio. Y si ello es as¨ª, no es de extra?ar que la pol¨¦mica pueda estar alcanzando ?un grado de crispaci¨®n y virulencia que amenaza con ser utilizado por los adversarios del r¨¦gimen democr¨¢tico?, como apunta EL PAIS. Hay que saber o¨ªr al que denuncia, por ¨¢cida que sea la forma utilizada, y es de mal estilo el insulto f¨¢cil y prepotente contra la minor¨ªa disidente y denunciante, sobre todo cuando el insulto y la prepotencia provienen del poder pol¨ªtico, sea ¨¦ste central o regional. La situaci¨®n que crea el biling¨¹ismo es siempre harto peligrosa a causa de sus muchos componentes pol¨ªticos y emocionales, es decir, b¨¢sicamente irracionales en el mejor sentido de la palabra, y cuando su espiral se desata de poco suelen servir ya las medidas que se adopten para remediar sus devastadores efectos. Estoy por afirmar que, caso de llevar raz¨®n el manifiesto, estamos todav¨ªa a tiempo de evitar que en la cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica catalana se aplique, consciente o ¨ªnconscientemente, la penosa ley del p¨¦ndulo. Bueno y positivo es que el catal¨¢n recupere el tiempo perdido, pero, por favor, que no sea a costa de los inalienables derechos de los que se ha dado en llamar les altres catalans.
Tanto el art¨ªculo citado del se?or Manet como el editorial de EL PAIS del 4 de mayo recurren. a argumentos de tipo hist¨®rico contra el manifiesto de 1981. Es lamentable en este sentido la publicaci¨®n del manifiesto de 1924 por dicho peri¨®dico remiti¨¦ndose al ?buen criterio del lector?, del que espera que sea capaz de ?extraer sus conclusiones sobre ambos textos?. El procedimiento parece, en principio, un alarde de escrupulosidad period¨ªstica que, sin embargo, podr¨ªa esfumarse en un an¨¢lisis algo m¨¢s detenido, hasta el punto de empa?ar seriamente la imparcialidad que aparentemente pretende con el ofrecimiento de sus p¨¢ginas para el desapasionado tratarhiento del tema. Debo repetirlo una vez m¨¢s. En 57 a?os las realidades sociales de nuestra patria han cambiado tanto que bien pueden merecer manifiestos de contenido diametralmente opuesto escritos bajo id¨¦nticas preocupaciones. En otras palabras: me parece perfectamente veros¨ªmil que quienes firmaron el ejemplar manifiesto de 1924 ante una situaci¨®n de peligro para el catal¨¢n, hubieran firmado en 1981 un manifiesto similar denunciando el posible peligro del castellano en Catalu?a. Porque es aqu¨ª donde reside la cuesti¨®n fundamental del asunto que nos ocupa, en la igualdad de derechos de dos comunidades espa?olas que hoy viven en Catalu?a y entre las cuales se pueden apreciar diferencias no s¨®lo ling¨¹¨ªsticas y culturales, sino tambi¨¦n, y muy especialmente, diferencias de nivel de vida.
A cualquiera que de verdad le interese que ambas comunidades convivan pac¨ªficamente por el bien de Catalu?a y de Espa?a le puede parecer que, por muy complicado que sea el problema, la sociedad, y muy especialmente sus representantes democr¨¢ticamente elegidos, tiene el deber de ofrecer f¨®rmulas no discriminatorias de soluci¨®n que respeten los derechos de las dos hablas hermanas que hoy se usan en Catalu?a. Que a los catalanes de origen se les garantice la ense?anza del catal¨¢n y en catal¨¢n es un derecho fundamental que nadie en Espa?a debe poner en tela de juicio. Pero, por la misma raz¨®n, hay que garantizar que los catalanes de adopci¨®n que lo deseen puedan recibir ense?anza del castellano y en castellano. Ser¨ªa de esperar que estos ¨²ltimos se interesaran por conocer cada d¨ªa mejor el idioma y la cultura del pueblo que les est¨¢ permitiendo tener un puesto de trabajo, y, para fomentarlo, no estar¨ªa de m¨¢s que recibieran tambi¨¦n ense?anza del catal¨¢n. De igual modo, es muy probable que los catalanes de origen se interesen por dominar el castellano, aunque es aconsejable poner a su alcance los medios para lograrlo. Catalu?a, que ha sido biling¨¹e en sus capas m¨¢s cultas durante los a?os m¨¢s negros de la dictadura, debe seguir siendo biling¨¹e en la libertad de la democracia.
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