Plan de Saneamiento Integral y el agua/ y 2
El ciclo del agua es inevitablemente perturbado por el hombre, que, al igual que la propia vida, basa toda su cultura material en eso. Esta afirmaci¨®n dista mucho conceptualmente de la idea de que la contaminaci¨®n "es el precio inevitable que hay que pagar por el progreso". (?Qui¨¦n paga ese precio? ?Existe una ¨²nica idea de lo que es y no es progreso?) El hombre ha utilizado el agua desde siempre para desprenderse de sus desechos y residuos, pero ?qu¨¦ soluciones puede aportar? A priori no debe generar sustancias no biodegradables, eso es evidente. En segundo lugar debe separar netamente las aguas ya utilizadas o residuales de las utilizables. A semejanza del cuerpo humano, la ciudad es un inmenso organismo con un aparato circulatorio de distribuci¨®n de nutrientes, energ¨ªa y ox¨ªgeno que conviene separar de las v¨ªas excretoras. Finalmente, el hombre puede y debe tratar las aguas residuales y revertirlas en iguales condiciones que cuando las tom¨®: emisarios submarinos, depuraci¨®n f¨ªsico-qu¨ªmica y biol¨®gica, absorci¨®n, desinfecci¨®n, ¨®smosis inversa, constituyen los m¨¦todos de reciclaje de las aguas usadas.La gesti¨®n integral del agua
Todo lo dicho hasta aqu¨ª implica la gesti¨®n del recurso agua. Los primeros despotismos orientales proced¨ªan del dominio y el control de la gesti¨®n del agua. Hoy, sin embargo, no existe un tipo de organizaci¨®n pol¨ªtica basada en ese control -y no quiero dar pistas a los fascismos cl¨¢sicos ni a los futuribles: techo y ecofascismos-. Hasta ahora se ha hecho chantaje con los cereales. ?Estar¨¢ cerca el d¨ªa en que se proceda igual con el agua? Por el contrario, el problema se sit¨²a en la diversidad y en la parcialidad de esa gesti¨®n. A menudo se sustituye la verdadera gesti¨®n por una serie de criterios, relativamente simples, de rentabilidad para un solo fin contabilizado; por ejemplo, la producci¨®n de energ¨ªa. Pero debe existir adem¨¢s una distribuci¨®n estacional de prioridades y un estudio de compatibilidades; por ejemplo, un embalse destinado a remediar el estiaje no puede ser explotado simult¨¢neamente con fines tur¨ªsticos debido a su vaciado veraniego.
Y todo ello conduce inevitablemente a la necesidad de imponer un dispositivo especial que reagrupe los usos nobles aguas arriba y los de alteraci¨®n aguas abajo. Prever el reciclaje y utilizaci¨®n de aguas ya usadas; por ejemplo, la reutilizaci¨®n de aguas residuales urbanas para fines agr¨ªcolas. Adem¨¢s hay que organizar ese dispositivo en funci¨®n de una utilizaci¨®n m¨¢xima del agua y la necesidad de definir prioridades y ¨®rdenes de demanda. Habr¨¢ entonces que arbitrar entre intereses en conflicto que enfrenten de manera sectorial el uso industrial con el agr¨ªcola o, m¨¢s globalmente, los intereses econ¨®micos con los ecol¨®gicos, o los de los usuarios de aguas arriba con los de agua abajo: madrile?os con toledanos, espa?oles con portugueses, mexicanos con estadounidenses, como en el caso del Colorado, en el que la creciente irrigaci¨®n de los Estados del Suroeste condena a los de M¨¦xico a unas aguas cada vez m¨¢s escasas y salobres. Los planificadores deben anticiparse y estudiar tendencias.
Los numerosos modelos existentes son, m¨¢s que nada, ejercicios para plantear los problemas, m¨¢s que medios para resolverlos. Sin embargo, no conviene subestimar, con un pragmatismo inmediato, su papel, pese a su baja aplicabilidad, ya que desempe?an un papel esencial en su correcto plan teamiento y en el an¨¢lisis de las diversas correlaciones. Adem¨¢s generan modelos parciales -un plan de riego, por ejemplo- que poste riormente pueden ser corregidos. Hay as¨ª un vaiv¨¦n entre teor¨ªa y pr¨¢ctica en el que ambas se apoyan y corrigen mutuamente.
El jefe de Estado de la anterior ¨¦poca predemocr¨¢tica dej¨® bien clara constancia, en la con frecuencia chistosa memoria colectiva, del inter¨¦s pol¨ªtico inherente a las ceremonias de inauguraci¨®n hidr¨¢ulicas. No deja de ser significa tivo que Franco inaugurara panta nos y el profesor Tierno inaugure fases de saneamiento integral. La semi¨®tica correlaci¨®n entre reg¨ªmenes y grandes obras p¨²blicas es algo ciertamente manido; adem¨¢s la hidr¨¢ulica permite las transformaciones m¨¢s radicales del medio natural y de las relaciones de ¨¦ste con los hombres.
El agua y el territorio auton¨®mico madrile?o
El siguiente problema es el de las competencias administrativas. Sobre el recurso agua concurren pr¨¢cticamente todos los ministerios, y a veces con m¨¢s de un departamento implicado, adem¨¢s de la Administraci¨®n local y los organismos aut¨®nomos paraestatales. Un experto en la enjundiosa legislaci¨®n francesa afirmaba no hace mucho que "se constataba que la eficacia de la coordinaci¨®n en el domicilio del agua es inversamente proporcional a la importancia de los asuntos tratados, y que las administraciones afectadas tratan m¨¢s de utilizar los ¨®rganos de coordinaci¨®n, en provecho de la pol¨ªtica de su propio ministerio, que de realizar en com¨²n una pol¨ªtica com¨²n".
Se empieza a deslizar en los despachos, siempre ca¨®ticos, de redacci¨®n la consigna de dejar de hablar de provincia de Madrid para empezar a hacerlo de Madrid-regi¨®n. Desde el exclusivo punto de vista geogr¨¢fico, fisiogr¨¢fico o ecol¨®gico es una aberraci¨®n. La provincia de Madrid no es, ni hist¨®rica ni naturalmente, una regi¨®n, al menos una regi¨®n natural, y desde luego no es aut¨¢rquica en cuanto a recursos naturales se refiere, sino claramente dependiente. Desde el punto de vista agr¨ªcola y alimentario, la nefasta tendencia a situar industrias y asentamientos de alta densidad (ciudades-dormitorio) en las vegas m¨¢s f¨¦rtiles de la provincia, precisamente para ahorrarse la infraestructura relacionada con el agua, como es el caso del corredor Madrid-Guadalajara, en la vega del Henares, ha llevado a dilapidar casi irreversiblemente esos recursos propios. La ganader¨ªa, que anta?o ocupaba todo el sector septentrional serrano, no s¨®lo no est¨¢ fomentada, sino perseguida, a favor de unos usos m¨¢s absentistas, como el forestal o el tur¨ªstico.
Sin entrar en filigranas, las autonom¨ªas deben, al menos, conducir a la autogesti¨®n de los recursos naturales, y Madrid no podr¨¢ evitar elegir entre ser un harapiento pedig¨¹e?o o un colosal ladr¨®n. Aunque, ?oh maravilla!, quiz¨¢ la ¨²nica manera de detener el actual y monstruoso crecimiento de la ciudad sea acoquin¨¢ndola por la limitaci¨®n del preciado recurso. "No hay mal que por bien no venga".
Ahora, Madrid no quiere copiar s¨®lo el bermell¨®n de los autobuses londinenses, sino sus realizaciones de saneamiento hidr¨¢ulico. Enhorabuena, y que cunda -con las debidas precauciones a toda extrapolaci¨®n simplista- el plagio, a ver si conseguimos tambi¨¦n transformar el vergonzantemente vetusto Museo de Ciencias Naturales en algo m¨ªnimamente parecido a la brillante instituci¨®n que es el British Museum.
Entre tanto hay que dar un voto de confianza al actual Ayuntamiento; as¨ª lo demanda una m¨ªnima comprensi¨®n del embolado heredado de las anteriores corporaciones.
El triunfal¨ªsticamente centralista axioma "de Madrid al cielo" es un hecho probado, y sin las condiciones excepcionales de emplazamiento de Madrid hace tiempo que los madrile?os nos habr¨ªamos muerto de asco. Aun as¨ª, peri¨®dicamente, ciertos imb¨¦ciles le echan la culpa al anticicl¨®n invernal de los ¨ªndices alarmantes de contaminaci¨®n atmosf¨¦rica, cuando lo normal es que sea al contrario y nos saque las casta?as del fuego una privilegiada climatolog¨ªa con el concurso de ese "aire sutil que mata a un hombre y no apaga un candil".
Si anta?o los ejes fluviales condicionaron la g¨¦nesis de las primeras civilizaciones, no es aventurado suponer, con una ¨®ptica moderna, que las cuencas reparten hoy el espacio como unidades de gesti¨®n del m¨¢s valioso de los recursos y como ¨¢mbito de acci¨®n de su utilizaci¨®n. Quiz¨¢ el territorio de Madrid -por favor, Se?or, ?no lo llame ya provincia!- no sea otra cosa que una manera de usar el agua sobre un espacio dado.
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