In¨²til provocaci¨®n
EN EL a?o 1596, una tropa mercenaria a bordo de una flota combinada asalt¨®, incendi¨® y saque¨® la ciudad de C¨¢diz. El conde de Essex, que mandaba las fuerzas de desembarco, pudo llevar a la corona de Inglaterra el bot¨ªn de su pillaje y hoy todav¨ªa pueden encontrarse en los anticuarios de Londres preciosos objetos provenientes de aquella razzia.Despu¨¦s de cuatro siglos, las relaciones del Reino Unido y Espa?a han mejorado y estos incivilizados recuerdos pertenecen a las enciclopedias y los libros de historia de dos pa¨ªses que han confiado en la mar como meta y campo de su desarrollo.
Horacio Nelson, primer lord del Almirantazgo, fue una persona apreciada en nuestro pa¨ªs por sus indudables dotes de marino y sus profundos conocimientos, de la t¨¢ctica y estrategia de la guerra naval. No en vano alguna leyenda atribuye que la Marina de guerra espa?ola luce la coca en sus bocamangas, como distintivo de su cuerpo general, en memoria del h¨¦roe de Trafalgar, al aplicarse a las heridas que recibi¨® este gran marino un vendaje similar en la batalla que tuvo por escenario la embocadura atl¨¢ntica del estrecho de Gibraltar.
Estas y otras muchas razones de historia com¨²n, de destino hist¨®rico com¨²n, de lazos familiares entre las casas reinantes de los pa¨ªses han debido de ser ignoradas por los impertinentes funcionarios del Foreign Office, que todav¨ªa desconocen que la grandeza de su Estado no puede solidificarse en las periclitadas estructuras del colonialismo.
El comienzo de la luna de miel de los pr¨ªncipes de Gales en la colonia de Gibraltar ha tenido todos y cada uno de los detalles que transforman un gesto inconsciente en una provocaci¨®n deliberada. Los aplicados bur¨®cratas de Whitehall, que han guardado como el mejor de los secretos la derrota del Britannia, hubieran podido -en ¨²ltimo extremo- aplicar esta censura al puerto de comienzo de la traves¨ªa. De esta forma se hubieran ahorrado el bochornoso espect¨¢culo servido por las embarcaciones ligeras que, dedicadas habitualmente al contrabando, se convirtieron por una tarde en flotilla de honor de los futuros reyes de Inglaterra, al escoltar por la bah¨ªa de Algeciras al yate real.
Por lo dem¨¢s, esta: provocaci¨®n es completamente in¨²til y s¨®lo ha servido para empa?ar la solemnidad y las relaciones p¨²blicas que la boda de ladi Diana y el pr¨ªncipe Carlos ha supuesto para el Estado brit¨¢nico. Todo el mundo piensa que el Reino Unido es un pa¨ªs que dirige su acci¨®n exterior de acuerdo con los principios. consagrados por las Naciones Unidas y que este bochornoso episodio no s¨®lo ha contrariado a los pr¨ªncipes de Gales, sino que tambi¨¦n ha molestado a la opini¨®n p¨²blica inglesa, amante de la libertad y aborrecedora del orden colonial. El Gobierno conservador de la primera ministra Thatcher debe entender que las relaciones con el Estado espa?ol precisan de mayor delicadeza que la que tiene por costumbre aplicar en los problemas de Liverpool.
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