La encrucijada boliviana
LOS HECHOS sucedidos en las ¨²ltimas horas en Bolivia obligan una vez m¨¢s a detenerse en esta parcela de la tierra americana, sobre la que la historia parece haber arrojado buena parte de sus reservas de zozobra e incertidumbre. En esta ocasi¨®n, como de ordinario, el an¨¢lisis est¨¢ inevitablemente mediatizado por las cautelas que impone la permanente confusi¨®n de la vida pol¨ªtica boliviana.Por los datos que se disponen puede aventurarse con ciertas garant¨ªas de ¨¦xito que la era del general Luis Garc¨ªa Meza, iniciada de manera sangrienta el 17 de julio del pasado a?o, ha terminado. Un grupo de sus compa?eros de armas, precisamente ?os deportados hace poco m¨¢s de dos meses a Argentina, tras el fracaso de su intentona golpista, parece ahora decidido a hacerse con el poder, arropado por un conjunto de circunstancias favorables. Los generales Natusch y A?ez, con el m¨¢s que probable concurso del ex comandante en jefe del Ej¨¦rcito, Humberto Cayoja, han exigido a Luis Garc¨ªa Meza el abandono del Gobierno y prometido un esquema de acci¨®n que devuelva la perdida ?dignidad nacional? a Bolivia.
Es preciso examinar muy diversas circunstancias para calibrar las razones de este en¨¦simo pronunciamiento militar y, sobretodo, sus verdaderas posibilidades de ¨¦xito. Y, sin duda alguna, aparece en primer lugar la propia naturaleza del r¨¦gimen instaurado por Garc¨ªa Meza. El a?o en el poder de este general violento y tortuoso ser¨¢, en efecto, recordado por los bolivianos como uno de los m¨¢s sangrientos de su reciente historia. Rodeado de, una aut¨¦ntica cohorte de gangsters, pistoleros y matones, asesorado por los m¨¢s refinados expertos de la represi¨®n argentina, apoyado desde despachos ministeriales por verdaderos capos del tr¨¢fico de narc¨®ticos, Garc¨ªa Meza tortur¨® y asesin¨® indiscriminadamente como medio para mantener sus privilegios.
Estas circunstancias llevaron la ya deteriorada imagen internacional de Bolivia a las m¨¢s bajas cotas de su historia, hasta el punto de que ni siquiera la reci¨¦n inaugurada Administraci¨®n republicana en Estados Unidos, te¨®ricamente proclive al patrocinio de reg¨ªmenes fuertes en el ¨¢rea americana, consinti¨® nunca en reconocer al corrupto r¨¦gimen de La Paz, que, entre otras cosas, colocaba en el mercado norteamericano las mayores cantidades de coca¨ªna de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Hace dos meses, Garc¨ªa Meza recibi¨® un muy serio aviso por parte de sus compa?eros de armas de que la situaci¨®n no deb¨ªa prolongarse m¨¢s en esas circunstancias. Los generales Cayoja y A?ez, precisamente dos jefes a los que se califica de moderados, fueron los encargados de conseguir la abdicaci¨®n del presidente. Aunque los citados generales tuvieron que partir al exilio argentino (al. igual que los ex-presidentes B¨¢nzer y Natusch), el intento de golpe logr¨® que Garc¨ªa Meza aceptara p¨²blicamente abandonar el poder justamente ma?ana, 6 de agosto, bajo la presi¨®n de la Junta de Comandantes. Pocas semanas m¨¢s tarde, sin embargo, Garc¨ªa Meza volvi¨® sobre sus propias palabras y, autoconvencido de una supuesta exigencia popular, asegur¨® que continuar¨ªa al frente del Gobierno.
Es preciso constatar que, nada m¨¢s conocerse el pronunciamiento de Santa Cruz, Hern¨¢n Siles Zuazo, dirigente de la coalici¨®n vencedora en las elecciones de hace un a?o, ha expresado desde su exilio en Lima su apoyo a los oponentes de Luis Garc¨ªa Meza, atribuy¨¦ndose el patrocinio pol¨ªtico de la operaci¨®n. La poderosa Central Obrera Boliviana (COB), en la clandestinidad igualmente, tambi¨¦n se ha apresurado a alinearse don los golpistas. La explicaci¨®n a esta actitud es simple: previsiblemente, y si Natusch y A?ez consolidan su situaci¨®n, volver¨¢ a Bolivia un r¨¦gimen m¨ªnimo de libertades p¨²blicas, bajo el que con toda seguridad desaparecer¨¢ el forzado exilio de un buen n¨²mero de dirigentes pol¨ªticos.
No parece l¨®gico, al menos a primera vista, que los nuevos, due?os de la situaci¨®n boliviana vayan a estar' dispuestos a echarse en brazos de las viejas f¨®rmulas que representan personajes como Hern¨¢n Siles, que, con todas sus virtudes democr¨¢ticas y su larga historia de eterno aspirante a la Presidencia, consigue la dificil pirueta de poner de acuerdo a los militares bolivianos en contra. M¨¢s posible parece que los nuevos inquilinos del palacio Quemado propicien un r¨¦gimen de orden, en el m¨¢s estricto sentido de la palabra, que a medio plazo, y por medios democr¨¢ticos, lleve a la Presidencia a una opci¨®n pol¨ªtica moderada y de derechas, capaz al menos de limpiar la corrompida maquinaria administrativa del Estado y la deteriorada imagen exterior del pa¨ªs. En esas circunstancias se puede aventurar que la figura del ex presidente Hugo B¨¢nzer, apartado voluntariamente de la vida militar, dedicado a la pol¨ªtica y tambi¨¦n exiliado por Luis Garc¨ªa Meza, cobrar¨¢ una notable importancia en los pr¨®ximos meses.
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