La verbena de la paz
Los chiringuitos de la Paloma cocinan con soja. Anoche lo vi con mis propios ojos en la plaza de Las Vistillas. LIegu¨¦ muy tarde: al cierre de la m¨²sica. Era la hora del pesti?o y de los churros con chocolate. Ni restos de pasodoble. Ramoncines y chulapas estaban de recogida y, el silencio de la orquesta anunciaba la di¨¢spora de los novios retozando por los jardines. Se acab¨® lo que se daba. La tristeza de los rodr¨ªguez, que miraban a lo lejos, hacia el r¨ªo, asomaba desde lo alto del viaducto.Litros de aceite y recortes de sangr¨ªa que sonaban a chotis y, a rock. En aquella verbena de la coalici¨®n hab¨ªa, sin duda, olor a soja. "Ni gota de colza, oiga!" Botellas de marca, farolillos y banderitas adornaban las repisas de los tenderetes, v la mezcla de progres y castizos, de vegetarianos y, carn¨ªvoros, de vaqueros ra¨ªdos y vestidos chin¨¦ daba un fuerte olor a humanidad y, a tolerancia. Viejos y, j¨®venes, j¨®venes y viejos en la verbena de la coexistencia conspiraban por la supervivencia de la Fiesta. Verbena mixta.
?"Cuant¨ªsimo personal"!, comentaban las nativas del barrio, rnientras tomaban el fresco en la silla de esparto, junto a la Cuesta del Ciego. "Nadie es forastero en Madrid, sabe usted?; ya lo est¨¢ viendo", predicaba un vejete mas salao que la mar a cuatro rubias que acariciaban a una ni?a con mant¨®n de Manila y lunar en la mejilla. "Hay mas gente que nunca", dec¨ªan unos. "Esto ya no es lo que era", replicaban otros.
?Mueren las verbenas? "Ni hablar del peluqu¨ªn, oiga! La gente quiere Fiesta, quiere alegr¨ªa y, quiere verse las caras, escondidas durante siglos. Por eso digo yo que hay que resucitar la Paloma. Las palomas y la Paloma. La paloma de Picasso, la paloma de la paz, la paloma mensajera -?se equivoc¨® la paloma de Alberti?-, palomitas de ma¨ªz, palomitas de an¨ªs y Virgen de la Paloma.
Hambre de fiestas. S¨ª. Tiene usted mas raz¨®n que un santo: cada vez que el alcalde da la venia la gente disfruta y se echa a la calle a por la sangr¨ªa, los barquillos de canela y el vino que tiene Asunci¨®n. El profesor Tierno Galv¨¢n es de los que ha le¨ªdo al se?or Jovellanos: "Un pueblo que no se divierte no paga a gusto los impuestos", escribi¨®, y con raz¨®n, el reformador asturiano en su Inforine sobre los espect¨¢culos p¨²blicos. "Pues, ?hala, a la verbena!, que ya vendr¨¢ el alcalde ese del pico de oro con la rebaja".
Los j¨®venes se arremolinaban con envidia en torno a la pareja de ancianos que el chotis del pic¨² sobre un laurillo. Los altares a la Virgen. como retablillos de urgencia, se alternaban con las tiendas de verduras y frutas abiertas en la madrugada. Puestos de emparedados vegetarianos coexist¨ªan con parrillas humeantes de chorizos a la brasa v la ruleta de oros, ccpas, espa das y bastos compet¨ªa con el tira la bola de los barquilleros. Los organillos y los fuegos de artificio, los pregones y las pancartas, los tambores de don Nicanor y las palomitas de pl¨¢stico los punk y los hilariones, las y las susanas, el mant¨®n y las bermudas dieron anoche un aire cosmopol¨ªta v ecl¨¦ctico a la verberia madril¨¢a. Verbena de ki paz y paloma de la transici¨®n. Y al amanecer, sobre la hierba del parque, tomaron chocolate todos.
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