La guerra de los tipos de inter¨¦s
En las ¨²ltimas semanas se desarrolla un debate a ambos lados del Atl¨¢ntico sobre las influencias de los altos tipos de inter¨¦s existentes en el mercado americano sobre las econom¨ªas europeas. La pol¨¦mica ha tenido manifestaciones diversas a nivel pol¨ªtico, tales como el espectacular enfrentamiento dial¨¦ctico entre los ministros de Hacienda franc¨¦s y americano en el Consejo de Ministros de la OCDE, las cr¨ªticas a la pol¨ªtica monetaria norteamericana en el seno del Banco Internacional de Pagos de Basilea y la introducci¨®n del tema en la conferencia cumbre de los jefes de Gobierno, celebrada en Ottawa durante el p¨¢sadomes de Julio.Los hechos
Desde 1980, los tipos de inter¨¦s en Estados Unidos han experimentado diversos movimientos en forma de ola, algunos dir¨ªan de verdadera tempestad, que han afectado gravemente tanto a los acontecimientos dom¨¦sticos como a los internacionales. Por se?alar un ejemplo, el tipo de inter¨¦s preferente, cargado por los bancos a sus mejores clientes, alcanz¨® un m¨¢ximo pr¨®ximo al 20% en abril de 1980, cay¨® vertiginosamente hasta situarse en el 11 % en agosto de ese mismo ano, ascendiendo de nuevo al 21,5% a finales de 1980, descendi¨® despu¨¦s hasta el 17% y se encuentra ahora en el 20%.
La cotizaci¨®n internacionaI del d¨®lar ha seguido un movimiento aproximadamente inverso, apreci¨¢ndose en los primeros meses de 1980, cayendo en los meses siguientes y apreci¨¢ndose de nuevo de forma muy fuerte desde el cuarto trimestre de ese a?o. El crecimiento de la oferta monetaria americana (M1B) fue muy d¨¦bil en la primera parte de 1980 (haciendo subir los tipos de inter¨¦s), muy fuerte en los ¨²ltimos meses de 1980 (a pesar de lo cual los tipos de inter¨¦s siguieron subiendo) y, de nuevo, moderado en los momentos actuales.
Los pa¨ªses continentales europeos (y en menor grado el Reino Unido) se muestran preocupados ante esta evoluci¨®n, ya que consideran que existe una cadena de transmisi¨®n entre los acontecimientos financieros americanos y la marcha de sus propias econom¨ªas. Al plantear as¨ª el problema se fijan fundamentalmente en la relaci¨®n entre los tipos de inter¨¦s y la cotizaci¨®n del d¨®lar. La subida de los tipos de inter¨¦s americanos trae consigo movimientos de capital desde Europa hacia Estados Unidos, lo que lleva a la apreciaci¨®n del d¨®lar y, por tanto, a la depreciaci¨®n de las monedas europeas.
Para evitar este mecanismo, lo Gobiernos europeos se han visto forzados a elevar fuertemente sus tipos de inter¨¦s (por ejemplo, lo tipos de inter¨¦s en Alem¨¢nia han aumentado unos cuatro puntos desde el mes de enero), lo que incide muy desfavorablemente sobre las eco?nom¨ªas de este continente (que ya de por s¨ª muestran una gran debilidad), al ser u obst¨¢culo para la reanimaci¨®n de la inversi¨®n.
Los europeos piden, pues, a Es tados Unidos que siga una pol¨ªti ca monetaria m¨¢s expansiva, haciendo descender los tipos de inter¨¦s y permitiendo as¨ª una m¨¢s r¨¢pida reactivaci¨®n de las econom¨ªas occidentales.
Perspectiva americana
Desde el punto de vista de la filosof¨ªa econ¨®mica imper¨¢nte actualmente en la Administra ci¨®n americana, esta petici¨®n europea no tiene mucho sentido. Para los americanosJa raz¨® fundamental por la que rein an tipos de inter¨¦s elevados es l¨¢ existencia de una fuerte tasa d inflaci¨®n. Es cierto que una pol¨ªtica monetaria m¨¢s expansiva llevar¨ªa a una reducci¨®n de los tipos de inter¨¦s, pero esta reducci¨®n ser¨ªa temporal, ya que la expansi¨®n monetaria acarrear¨ªa tambi¨¦n una mayor tasa de inflaci¨®n, mayores expectativas inflacionarias y mayores tipos de inter¨¦s.
La experiencia de la propia econom¨ªa de Estados Unidos avala la relaci¨®n entre ambas variables: en 1976, la tasa de inflaIci¨®n fue del 5,2%, y el tipo de inter¨¦s (para bonos del Tesoro a tres meses), del 5,0%; ambas tasas aumentaron minterrumpidamente hasta 1980, en que la inflaci¨®n lleg¨® a ser del 9%, y el tipo de inter¨¦s para esos mismos activos del 11,5%.
La pol¨¦mica se centra no tanto en el hecho de que los tipos de inter¨¦s acaben reflejando la tasa de inflaci¨®n esperada, cosa que parece dif¨ªcil poner en duda, sino la rapidez con que esto ocurre. Los portavoces europeos parecen suponer, aunque normalmente no son muy expl¨ªcitos sobre este punto, que una pol¨ªtica monetaria m¨¢s expansiva llevar¨ªa a una reducci¨®n de los tipos de inter¨¦s durante un per¨ªodo de tiempo significativo, sufici¨¦ntemente largo para que la inversi¨®n experimentase alg¨²n tipo de reanimaci¨®n.
Este supuesto choca con la exper¨ªencia que tienen las autoridades americanas de la evoluci¨®n de sus propios mercados, en los que se observa una hipersensibilizaci¨®n a los temas de la inflaci¨®n y a la conducta de la pol¨ªtica monetaria, siendo las cifras semanales de oferta de dinero objeto de cuidadoso an¨¢lisis con el fin de extraer toda la informaci¨®n sobre el curso futuro de la pol¨ªtica monetaria que secree puedan contener estos datos. En estas condiciones, los responsables de la pol¨ªtica americana opinan que la forma m¨¢s eficaz de hacer descender los tipos de inter¨¦s consiste en q¨²ebrar las expectativas de inflaci¨®n, manteniendo la actual pol¨ªtica restrictiva para que el pa¨ªs se acabe creyendo que la lucha contra la inflaci¨®n va en serio.
En los momentos actuales persisten unos elevados tipos de inter¨¦s, a pesar de la sustancial reducci¨®n en la tasa de inflaci¨®n que ha tenido lugar en los ¨²ltimos meses. Para las autoridades americanas, esto quiere decir sencillamente que los agentes econ¨®micos no han revisado todav¨ªa a la baja sus expectativas inflacionarias o, puesto de otra forma, que no acaban de estar convencidos de que esta reducci¨®n de la inflaci¨®n vaya a tener un car¨¢cter duradero. A su vez, este escepticismo en los mercados financieros est¨¢ muy ligado a la evoluci¨®n de la pol¨ªtica fiscal.
A este argumento esencial, los americanos a?aden que la relaci¨®n entre tipos de inter¨¦s y tipos de cambio no es tan obvia (al menos durante un per¨ªodo largo de tiempo) como tratan de se?alar los europeos, y que buena parte de las dificultades de las monedas europeas derivan de las desfavorables expectativas que existen en relaci¨®n con ¨¦l comportamiento de algunas de las variables clave de sus econom¨ªas; prueba de ello es que los tipos de inter¨¦s americanos est¨¢n teniendo un impacto menos acusado sobre la cotizaci¨®n del yen japon¨¦s.
De aqu¨ª que el mensaje americano haya sido el mismo que ellos sol¨ªan recibir cuando el d¨®lar mostraba cierta debilidad en los mercados internacionales, es decir, la recomendaci¨®n de que los pa¨ªses de este lado del Atl¨¢ntico pongan su propia casa en orden.
La reuni¨®n de Ottawa
Como era de esperar, en Ottawa"no se pudo llegar a ning¨²n acuerdo sobre estos temas, y al final de la reuni¨®n alg¨²n pa¨ªs expres¨®,a?oranza por los viejos tiempos en que exist¨ªa (al, menos en opini¨®n de ese pa¨ªs) una voluntad com¨²n de acometer los problemas mundiales. Con independencia de que haya o deje de haber tal voluntad, lo cierto es que existen diferencias fundamentales de opini¨®n sobre c¨®mo funcionan en realidad las econom¨ªas, lo que hace sumamente dif¨ªcil un enfoque com¨²n a los problemas actuales.
Luis Mart¨ªnez Ar¨¦valo es t¨¦cnico comercial del Estado.
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