Cenas de matrimonios
Se extiende la moda de las cenas de matrimonios con notable dinamismo social. Acompa?a a este nuevo h¨¢bito un leve tufillo eclesi¨¢stico y adoctrinador con resonancia de instrucci¨®n para ejercitantes. Antes tuvimos la plaga de los almuerzos de trabajo que se hac¨ªan tambi¨¦n con especial acento moralizador. El almuerzo y la cena, adem¨¢s de exigencias m¨ªnimas vitales -que no alcanzan a gran parte del Tercer Mundo, condenado a una sola comida- son posibles ocasiones de tentaci¨®n grave.En una sobremesa regada de n¨¦ctares v¨ªnicos podr¨ªa anudarse una conversaci¨®n que lleve a laberintos peligrosos. Intr¨®duzcase, pues, un t¨¦rmino austero e inc¨®modo, el trabajo, por ejemplo, originado en un castigo b¨ªblico parejo al del parto con dolor, y ya tenemos a la euforia del yantar fuertemente sujeta con los temas de la inform¨¢tica, del marketing, de la prospectiva del mercado, de las tablas imput-output y de las auditorias contables. Porque el almuerzo de trabajo se caracteriza tambi¨¦n por el volumen de las abultadas carteras de los asistentes, que asisten silenciosas al almuerzo desde sitiales cercanos para ser utilizadas, en caso de apuro, por sus propietarios.
He tenido ocasi¨®n de concurrir a bastantes de estos ¨¢gapes diurnos. Nunca se obtuvieron resultados serios en el trabajo, pero invariablemente se produjeron contratiempos graves en el almuerzo. Las carnes se hab¨ªan enfriado en la espera y no hubo manera de entenderse en el postre. El comensal neurovegetativo que nunca falta en estas reuniones hizo p¨²blica exhibici¨®n de p¨ªldoras y c¨¢psulas, con lo que se cre¨® un clima de espeso pesimismo digestivo. Y las llamadas telef¨®nicas se suced¨ªan implacables con el desorden consiguiente. El gran n¨²mero de suspensiones de pagos que se originaron en ese tipo de almuerzos aconsej¨® el abandono de la costumbre Ahora se resucita esa involueraci¨®n de la pitanza con la moral fomentando las cenas de matrimonios.
La teor¨ªa consiste en aguar en banalidades verbales cualquier proclividad metafisica. Una cena a la espa?ola, en cuanto a los ho rarios, no tiene cotejo posible con el diner franc¨¦s o el supper brit¨¢nico. Estos se celebran a la siete y media o a las ocho de la tarde, mientras nuestras comidas nocturnas se anuncian a las nueve y media o a las diez, para empezar mucho m¨¢s tarde. La fatiga se revela en los rostros de los convocados, que estiran su somnolencia, escasamente vencida por los aperitivos. No hay, en rigor, conversaci¨®n unitaria, sino peque?os apartes susurrados y tambi¨¦n furtivos gui?os c¨®mplices. Un tema de actualidad sentimental o social que sur ge de pronto es utilizado ansiosamente por los reunidos, que se lanzan, como una jaur¨ªa hambrienta, sobre la presa que permite llenar los vac¨ªos de la conversaci¨®n.
Las cenas de matrimonios se sujetan, parad¨®jicamente, a un temario mucho m¨¢s estricto que los almuerzos de trabajo. Se admiten con preferencia cr¨®nicas de enfermedades y accidentes hasta el cuarto grado de parentesco. Alguno lleva anotado el ser¨ªal de los operados y fallecidos desde la ¨²ltima comida interconyugal. Los problemas laborales del trabajo dom¨¦stico y las contradicciones internas de los programas educativos de la EGB y del COU consumen buena parte de la sesi¨®n. Novias y novietas de los adolescentes familiares alteran el di¨¢logo con referencias a los espacios televisivos y a las gr¨¢ficas del coraz¨®n en las que las primeras comuniones de los hijos de los divorciados se emparejan pecadoramente con los embarazos sonrientes de sus separados progenitores. Apenas hay sitio para m¨¢s en la sobremesa. T¨ªmidamente, los c¨®nyuges masculinos son autorizados a intercambiar noticias pol¨ªticas o profesionales dentro de un orden, pero sin olvidar el primordial aspecto de la rutina dom¨¦stica que sobresale como tema de fondo. Es el ant¨ªdoto que se busca al extrav¨ªo mental del var¨®n. El erotismo necesita de los anticlimax inhibidores para ser abordado. Una buena cena de matrimonios puede desarmar para una temporada cualquier comez¨®n incipiente. Con suerte, puede convertirse en el pensamiento mil uno del itinerario caminante del Padre.
De mis a?os adolescentes recuerdo que mi abuela ten¨ªa un volumen encuadernado en un tafilete negro que se llamaba Avisos espirituales a las se?oras que viven en el mundo, libro que ella manejaba y comentaba con prufusi¨®n en la tertulia de amigas y parientes. Eran centenares de reco
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mendaciones prudentes para esquivar las obsesiones mundanas. Su autor, un c¨¦lebre jesuita franc¨¦s o belga, si no recuerdo mal, deb¨ªa su fama a las conferencias que pronunciaba, ante c¨ªrculos de damas selectas y piadosas a la vez. No se hablaba en ¨¦l de cenas de -matrimonios porque, ?ay!, eran aquellos otros tiempos y el salir a cenar no estaba bien visto en las mujeres casadas de nuestro pa¨ªs. El t¨ªtulo de la obra del jesuita siempre me intrig¨®. Yo cre¨ªa, en mi ingenuidad adolescente, que las se?oras -y los caballeros- viv¨ªan en este mundo nuestro porque no hab¨ªa otro. Pero, por lo visto, me equivocaba, pues exist¨ªan mujeres en el mundo y otras que no lo eran. Lo cual me recuerda lo que un amigo indiscreto me cont¨® de su propia confesi¨®n. "?Y esto lo hizo usted con una mujer de la vida?", le pregunt¨® el confesor. A lo que el penitente respondi¨®: "Por supuesto, padre. No comprendo que se pueda hacer con,una mujer de la muerte".
El mundo, la vida, las cenas, los matrimonios, forman parte de la biosfera del hombre y de la mujer, con miles de millones de participantes mal acomodados todav¨ªa en un planeta de crecimiento demogr¨¢fico desenfrenado. ?Por qu¨¦ clasificar en compartimientos estancos el flujo irresistible de la naturaleza humana y de su libre voluntad? El adocenamiento como ideal, lamediocridad como meta, la selectividad de los supuestos mejores como l¨ªmite, forman parte de ese esnobismo espiritual que se inspira en la vulgaridad trocada en virtud y en el talante defensivo entendido como armaz¨®n de la moral religiosa. Me pregunto qu¨¦ otras ventajas pueden ofrecer las cenas de matrimonios. Quiz¨¢ la de adorar el santo por la peana, al director general halagando con una salsa de cangrejos a su santa esposa, al importante, ejecutivo con una se?a oportuna para mejorar callos y durezas, transmitida de mujer a mujer en un instante de intimidad. Tambi¨¦n es posible que en una pr¨®xima lista electoral,se admitan postores futuros teniendo muy en cuenta alguna sobremesa optimista en la que se evocaron lejanos tiempos de colegio con bandas azules y rosas y saludos reverenciales al recoger el diploma.
?Se extender¨¢ el ¨¢mbito de las cenas intermatrimoniales a los matrimonios nuevos recompuestos al abrigo de la ley de Divorcio? ?O habr¨¢ privaci¨®n de ese h¨¢bito social a los divorciados que reincidan cas¨¢ndose otra vez? ?Caer¨¢ la excomuni¨®n anunciada y exclusi¨®n de sacr amento tambi¨¦n a quienes inviten a esos matrimonios civiles en pecado a una cena en alg¨²n fig¨®n madrile?o? ?O m¨¢s bien se les instar¨¢ paternalmente a que dejen de ejercitar el d¨¦bito conyugal entre s¨ª al menos unos d¨ªas antes de concurrir a la cena de matrimonios? Son todas ellas cuestiones de dif¨ªcil, respuesta, a las que solamente un canonista avezado podr¨ªa responder. Por el momento, recomendar¨ªa abstenerse de invitar a esas cenas a "los matrimonios Ord¨®?ez". No vaya a ser que echen luego de cualquier procesi¨®n a los anfirones.
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