Desde el Lido, para Alfonso
En este d¨ªa del Lido de Venecia llega, como restabalando sobre sus turbias aguas, la noticia de la muerte de Alfonso. Muerte en la muerte, vida que dio al cine lo mejor de sus d¨ªas y sus noches, estos pasillos del Excelsior quedan vac¨ªos por un instante, en el vest¨ªbulo blanco se estremecen los sillones de minibre y la voz del botones que canta eternamente nombres, calla el suyo definitivamente.Cuando todos, qui¨¦n m¨¢s qui¨¦n menos, hablan del final del cine, el nuestro muere un poco hoy tambi¨¦n, al menos en lo que a ciertos a?os se refiere. Alfonso S¨¢nchez se lleva consigo un tiempo en el que Cannes, Venecia o San Sebasti¨¢n, sus premios y sus alas alzaban a orillas de dos mares sus barracas de lujo. El cine entonces era sobre todo de estrellas, de escasos directores, de fingidas cr¨®nicas, de vidas inventadas, de nacionalidades definidas, ni m¨¢s para andar por casa que para hacer frente al que por entonces llegaba de Am¨¦rica, Alfonso siempre estaba all¨ª. Su oficio, su veteran¨ªa, tantas horas de tertulia, proyecciones y viaje llegaron a llenar su vida vac¨ªa de otro sentido que no fuera el de reconocerse a trav¨¦s de las de los dem¨¢s, a un lado y otro de la pantalla, lejos de su sentido verdadero.
Ultimamente ¨¦l mismo formaba parte de aquellas im¨¢genes que tan bien conoci¨®. Hasta hace poco se asomaba a las pantallas comerciales para contarnos su vida en un cortometraje con ese acento suyo peculiar y ese humor un tanto amargo con que sol¨ªa hablar de s¨ª mismo en ocasiones, Su soledad, sus libros, sus frustrados amores. su trabajo, del que se reconoc¨ªa poco amigo, ven¨ªan a ser el rev¨¦s del espejo de sus d¨ªas de playa y festivales. Su ¨²ltimo ¨¦xito no fue precisamente con Anouk Aim¨¦e. Su amor de siempre, como ¨¦l mismo aseguraba, su despedida fue la otra pantalla menor desde la que cada semana opinaba, juzgaba con voz vacilante, entrecortada, aquel trabajo nuevo: a medias entre la cr¨ªtica y el estrellato fue su canto final cuando ya le pesaban los a?os y las horas de sala.
Y, sin embargo, este cine de ahora tiene mucho que ver con el que ¨¦l conoci¨® y defendi¨®: cualquiera puede verlo en ¨¦sta Mostra, donde los filmes nacionales van perdiendo empuje ante las producciones del otro lado del Atl¨¢ntico, cuyas estrellas apenas por aqu¨ª se asoman. Rodeados de domingueros italianos y turistas de fuera, los t¨¦cnicos de la televisi¨®n se afanan intentando llenar sus horas de emisi¨®n aun a costa del tedio cotidiano. Mas en este mercado, entre la industria, el arte y el simple mecenazgo: surge de cuando en cuando una palabra, un rostro que de pronto se borra. Es el recuerdo de los viejos a?os para los que el rostro y la palabra de Alfonso S¨¢nchez se apagaron hoy para siempre en su Madrid castizo del final.
En este mar de Venecia, turbio de remolinos e intereses, donde las g¨®ndolas lucen sus grecas de ata¨²des: se ha ido al fondo un amigo que nunca volver¨¢, con su voz vacilante y sus ojos de eterno sorprendido en busca de la clave de s¨ª mismo. qui¨¦n sabe si arrastrando su grave soledad por los inciertos canales que tantas veces le llevaron de Venecia al Lido.
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