Apuntes de historia contempor¨¢nea
So?¨¦ en que al apretar el bot¨®n de la luz del cuarto del hotel en donde me hospedaba provocaba, sin quererlo, la destrucci¨®n nuclear de Basutolandia. El conserje, furioso, me previno en seguida:-?No sabe usted que el bot¨®n correcto es el de la derecha? Luego, arrepentido de la brusquedad de su voz y compadecido, quiz¨¢, de la consternaci¨®n en que me hab¨ªan sumido sus palabras, a?adi¨® con gesto tranquilizador:
-No se preocupe usted: un error lo comete cualquiera y el uso de los botones est¨¢ mal indicado. Se lo he dicho varias veces al gerente, pero ni caso, y as¨ª ocurre lo que tiene que ocurrir; ?una naci¨®n entera fuera del mapa!; y menos mal que ha pulsado usted el cable correspondiente a Basutolandia. Al fin y al cabo es un pa¨ªs africano de escaso valor y entre sus habitantes, seg¨²n se dice, abundan las prostitutas, enfermos y homosexuales.
Justicia revolucionaria
Cierre los ojos, aguarde a que la acelerada trepidaci¨®n del convoy, a su izquierda, anuncie la inminente irrupci¨®n en la estaci¨®n de metro y ¨¢bralos en el momento de empujar a la v¨ªa, con todas sus fuerzas, a la persona situada de espaldas delante de usted.
Escuche su aullido de terror, el golpeteo del cuerpo destrozado por el vag¨®n delantero, el violento e in¨²til chirriar de los frenos, los gritos de confusi¨®n de los usuarios api?ados en los andenes mientras deja caer las octavillas acusadoras y huye velozmente por pasillos y escaleras hacia la salida, mezclado con el gent¨ªo habitual a estas horas.
Entonces, sosiegue el paso, ad¨¢ptese al ritmo de los dem¨¢s, compruebe la normalidad de su aspecto en el cristal de una tienda y sonr¨ªa al cercano agente de tr¨¢fico con dulce y bobalicona expresi¨®n.
Manifiesto
"Despu¨¦s de varios siglos de c¨®mplice y cobarde silencio sobre el genocidio del pueblo oteka, exterminado por las hordas t¨¢rtaras, con la connivencia del Celeste Imperio y otras potencias asi¨¢ticas, hemos decidido pasar a la acci¨®n".
"A partir de hoy ejecutaremos mensualmente a un pasajero berlin¨¦s, neoyorquino o madrile?o hasta obtener la inclusi¨®n de aquel horrible drama en los manuales de historia, y la creaci¨®n de un tribunal encargado de establecer ante el mundo la responsabilidad f¨ªsica y moral de los hechos".
"Nuestra decisi¨®n es irrevocabIe y estamos resueltos a mantener el ritmo de nuestros actos mientras nuestras justas y leg¨ªtimas reivindicaciones sean desatendidas".
"?El recuerdo del pueblo oteka no morir¨¢! ?Temblad, criminales!".
Democracia vigilante
La frustrada tentativa de un conocido fabricante de tejas y ladrillos de asaltar por sorpresa el edificio en donde sol¨ªan charlar de sus cosas los diputados centr¨® el tema de las conversaciones en la conveniencia de idear un mecanismo preventivo para defender al Estado: se hablaba de pregolpismo y posgolpismo, de alternar la zanahoria con el palo y convertir a la primera en un regimen alimenticio rico en prote¨ªnas que, al tiempo que satisfac¨ªa los gustos de Tullier por fabadas, calderetas, potajes y otros platos amazacotados comunes a toda tierra de garbanzos, aumentar¨ªa su nivel de uremia, colesterol, l¨ªptidos, triglic¨¦ridos a cotas alarmantes. Tras los huevos simb¨®licos, amorosamente ofrendados al personaje por una delegaci¨®n de esposas cat¨®licas y prol¨ªficas, llovieron ofertas de presuntos vinateros y gastr¨®nomos: cajas de cari?ena, priorato y ¨ªumilla, chocolate con churros, tocino de la sierra, chorizo de Cantimpalo.
Mientras el popular fabricante comiera a doble carrillo y bebiera a todo beber, confiaba off record el l¨ªder de la oposici¨®n a un peri¨®dico de extremo-centro, los diputados pod¨ªan seguir de palique y jugar al bingo con la casi absoluta seguridad de que las tejas y ladrillos del insaciable glot¨®n no caer¨ªan de nuevos sobre el tejado del Congreso.
Chicago "city"
La ocupaci¨®n de la sede cultural del Trust Bancario Internacionalista por un grupo de guerrilleros enmascarados, y el inmediato cerco del mismo por las fuerzas del orden, se convirti¨® en la noticia del d¨ªa y mantuvo en suspenso, el tiempo del asedio, el ¨¢nimo de millones de telespectadores. El grave riesgo que los rehenes corr¨ªan, las exigencias caprichosas e infantiles de los ocupantes, las supuestas amenazas de volar con dinamita el edificio si aquellas no se cumpl¨ªan pon¨ªan a prueba los nervios del p¨²blico y medios informativos que asist¨ªan en directo, reteniendo el aliento, a los preparativos del asalto: el sigiloso despliegue, por azoteas y tejados, del Cuerpo de Tiradores de Elite enviado de Washington mientras el febril cuenta atr¨¢s agotaba sus segundos en la minutera.
Cuando los hombres de Harrison se embocaron en la escalera sucedieron momentos de denso y crispado silencio que, al prolongarse, se mudaron poco a poco en impaciencia, zozobra, histeria, desconsuelo. Ni guerrilleros, ni rehenes, ni asaltantes daban se?ales de vida, y el estupor aumentaba por instantes. Los informes que filtraban a trav¨¦s de mensajes arrojados por los cautivos desde las ventanas expresaban una creciente angustia, y periodistas y curiosos trataban de averiguar in¨²tilmente si corr¨ªa la sangre o hab¨ªa muertos. Luego, de pronto, se divulg¨® la existencia de charlas y cabildeos, de un clima inesperado de fraternidad. Los dos jefes se hab¨ªan dado un abrazo y paseaban al parecer por el vest¨ªbulo absortos en animada conversaci¨®n. El asombro creci¨® a¨²n cuando ordenaron al snack vecino un surtido de tapas y ca?as de cerveza y, con llaneza y galanter¨ªa admirables, se llevaban las mejores almejas, con un tenedor, el uno a la boca del otro. Al fin, el del serial apareci¨® con un grupo selecto de ocupantes y rehenes y se apresur¨® a aclarar lo ocurrido con la sonrisa que exhib¨ªa regulamente en los televisores:
-Se?ores (pausa): se trata de un lamentable error. Mis amigos aqu¨ª presentes no son terroristas, ni bandidos, ni hampones. Lo que pasa (nueva pausa) es que a veces son un poco juguetones.
A grandes enfermedades, grandes remedios
?C¨®mo preservar al Estado de los golpes de quienes, alevosamente, conspiran contra ¨¦l?
Los cuerpos e institutos originariamente formados para ampararlo daban, en los ¨²ltimos tiempos, se?ales inequ¨ªvocas de nerviosismo y exasperaci¨®n. Peor a¨²n: de haber pasado a engrosar, en secreto, las filas del adversario. Amenazado de todas partes, el Estado corr¨ªa el riesgo de derrumbarse y enterrar bajo sus ruinas tanto a sus fieles como a sus enemigos. Los padres de la patria estrujaban el cerebro para encontrar una salida: ?qu¨¦ diablos hacer con el Estado si, como en la archiconocida novela de Chesterton, se hallaba infiltrado hasta la c¨²spide por los mismos individuos que, bajo cuerda, se afanaban en perderlo?
Uno de sus representantes que, desde el d¨ªa de los tejazos, permanec¨ªa bajo su pupitre, agazapado y como muerto, asom¨® su calva limpia y rosada, portador de la audaz soluci¨®n:
-Acabemos con ¨¦l y veamos qu¨¦ pasa: probablemente, un l¨ªder carism¨¢tico emerger¨¢ de sus ruinas.
Egocentrismo democr¨¢tico
La mejor soluci¨®n: responder a los deseos de las masas eligiendo el cargo supremo a la persona m¨¢s apta para representarlas. Un hombre capaz de escuchar la voz del pueblo, conocer sus aspiraciones y anhelos, identificarse plenamente con ¨¦l. De decir: yo soy el pueblo, y dialogar con ¨¦l, consigo, en el espejo; de eliminar todo asomo de contradicci¨®n entre ambos gracias a la exclusi¨®n de cualquier tipo de instancias intermedias; de asumir su yo infinito, multitudinario y asegurar sin complejos su progreso y felicidad.
En consecuencia: comer, tragar, beber, engordar, extender los l¨ªmites corporales al ¨²ltimo agujero del cintur¨®n y luego romperlo: ?una gran victoria de masas! Acumular los pliegues de grasa en la sotobarba, est¨®mago, nalgas, muslos, abdomen, caderas: ?nuevas conquistas populares! Desenvolverse cada vez m¨¢s, ganar en volumen y circunferencia, perder de vista la parte inferior a la ingle a causa del di¨¢metro incre¨ªble del cuerpo: ?otros tantos ¨¦xitos de la plebe, motivo gozoso de fiestas y regocijos! Dilatarse como un globo aerost¨¢tico, crecer, establecer nuevos planes de desarrollo y expansi¨®n, rebasar metas tenidas por imposibles, escuchar las aclamaciones del gent¨ªo, los gritos de Macho, Padrote, Caudillo, Comandante en Jefe, Gu¨ªa Supremo, Benefactor. Emitir eructos entre las barbas, descifrar la voluntad soberana en las propias ventosidades y borborigmos. Pesarse regularmente en p¨²blico y comprobar que el pil¨®n adjunto al brazo mayor de la romana sube al tope en medio de los aplausos y las ovaciones de la multitud enfebrecida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Repercusiones pol¨ªticas
- Trama militar golpista
- 23-F
- Revueltas sociales
- Transici¨®n espa?ola
- Malestar social
- Golpes estado
- Transici¨®n democr¨¢tica
- Estados Unidos
- ?frica
- Pol¨ªtica exterior
- Latinoam¨¦rica
- Conflictos pol¨ªticos
- Historia contempor¨¢nea
- Partidos pol¨ªticos
- Historia
- Europa
- Terrorismo
- Am¨¦rica
- Problemas sociales
- Relaciones exteriores
- Finanzas
- Pol¨ªtica
- Sociedad