Otro domingo sin f¨²tbol
LA HUELGA de futbolistas profesionales est¨¢ empezando a recibir, tras el segundo domingo consecutivo sin jornada liguera, casi el tratamiento de una cuesti¨®n de Estado por parte del Gobierno. El conflicto, sin embargo, se circunscribe a un desigual forcejeo entre los jugadores, actores ¨²nicos de un espect¨¢culo que mueve miles de millones de pesetas, y los directivos de la Federaci¨®n y de los clubes, gestores de unos dineros ajenos de los que no responden con su propio patrimonio. La pretensi¨®n de conceder a esa huelga indefinida alcances que trasciendan los l¨ªmites, a la vez respetables y modestos, de una pugna de intereses entre partes encontradas ser¨ªa sonrojante.Dada la sensatez de las reivindicaciones de los jugadores profesionales, y demostrada la buena voluntad que han derrochado en las negociaciones, al aceptar el pago fraccionado de las deudas y una f¨®rmula no maximalista para la norma sub-20, cabe formular la conjetura de que el presidente de la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, el incombustible Pablo Porta, y algunos presidentes de clubes, entre otros, ese inenarrable Jos¨¦ Luis N¨²?ez, est¨¢n interesados en bloquear cualquier salida razonable al conflicto, a fin de conseguir que la huelga de futbolistas se pudra. Aunque los tiros puedan salirles por la culata, los obstinados directivos tienen, en efecto, algunos cartuchos en su poder. Probablemente, los socios y los hinchas comiencen a padecer con esta segunda jornada de Liga en blanco el s¨ªndrome de abstinencia de su h¨¢bito dominguero. No ser¨ªa imposible que los federativos lograran dirigir las iras de los aficionados sobre los jugadores, transformados en chivos expiatorios de un conflicto cuyos aut¨¦nticos responsables se limitan a contemplar los partidos, sin pagar, desde los palcos. De a?adidura, los inventores de la estrategia de rendir a los futbolistas por temor a la impopularidad tambi¨¦n cuentan con la perspectiva del Campeonato Mundial, en junio de 1982. La versi¨®n seg¨²n la cual los jugadores estar¨ªan perturbando con su huelga los preparativos del Mundial sirve tambi¨¦n para la creaci¨®n del clima de linchamiento moral necesario para el pudrimiento de la huelga y la rendici¨®n incondicional de los futbolistas.
Queda, finalmente, esa loter¨ªa semanal que son las quinielas, tan incorporadas ya a las costumbres de los espa?oles, semanalmente invitados a convertirse en millonarios de la noche a la ma?ana gracias a una combinaci¨®n estramb¨®tica de signos, y tan suculenta fuente de ingresos para sus organizadores. Tambi¨¦n los quinielistas pudieran ser campo abonado para la manipulaci¨®n del descontento, pues ser¨ªa inconcebible que la irregular chapuza realizada el domingo pasado, cuando el escrutinio de los boletos fue sustituido por un bingo, se convirtiera en regla general para futuras jornadas.
Demasiadas cosas huelen a podrido en la organizaci¨®n del f¨²tbol profesional espa?ol como para que la Federaci¨®n no sienta la tentaci¨®n de incorporar a esos hedores el maquiav¨¦lico pudrimiento de la huelga de jugadores. El mundo no se va a hundir porque las jornadas perdidas sean recuperadas entre semana, pero la tesorer¨ªa de los clubes y la asistencia de espectadores quedar¨¢n seriamente afectadas por el desbarajuste del calendario. De esta forma, la situaci¨®n financiera de muchos equipos, agobiados de deudas por la irresponsabilidad y la megaloman¨ªa de sus directivos, podr¨ªa desembocar en la bancarrota definitiva, objetivo que tal vez no sea visto con total desagrado por esos estrategas de cuanto peor, mejor, que se empe?an en introducir en un callej¨®n sin salida las negociaciones con la AFE.
En este sentido, pocas dudas pueden existir sobre la conveniencia de que Pablo Porta y sus al¨¢teres cedan su lugar a quienes quieran y sepan negociar una soluci¨®n razonable con los jugadores. En cuanto a Jes¨²s Hermida, presidente de ese Consejo Superior de Deportes que ha sustituido a la antigua Delegaci¨®n Nacional de Deportes del Movimiento, su abstencionismo a lo Poncio Pilatos en el conflicto abre un margen de duda sobre la justificaci¨®n presupuestaria de que exista un secretario de Estado para el Deporte.
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