La gran ocasi¨®n para el Parlamento
Existe una sola raz¨®n pol¨ªticamente inteligente para negarse a que el debate parlamentario sobre el envenenamiento por aceite de colza desnaturalizado sea radiotelevisado en directo: evitar la frustraci¨®n popular que puede producir, tal y como ha sido planteado por el Gobierno y su partido. Pero esa raz¨®n denuncia un problema m¨¢s grave: el de la resistencia gubernamental al control parlamentario sobre su acci¨®n pol¨ªtica y administrativa, especialmente necesario dadas las graves proporciones alcanzadas por la inicial "neumon¨ªa at¨ªpica".Argumentos como el del supuesto tecnicismo del debate o los peligros de crear "alarma en la poblaci¨®n" no son m¨¢s que humoradas o excusas c¨ªnicas para hurtar a los espa?oles los t¨¦rminos completos de una discusi¨®n sobre un problema en el que contin¨²a imperando la confusi¨®n servida desde el poder y la falta de informaci¨®n clara y solvente. Si el debate convocado para el d¨ªa 15 en el Pleno del Congreso de los Diputados no es capaz de arrojar luz sobre el dram¨¢tico suceso ni depurar las responsabilidades que corresponden a los gestores de la cosa p¨²blica, la frustraci¨®n general est¨¢ garantizada y es comprensible el inter¨¦s centrista por reducir su onda expansiva.
Pero, en un r¨¦gimen parlamentario como el nuestro, el caso del aceite t¨®xico significa una ocasi¨®n de oro para que los leg¨ªtimos depositarios de la soberan¨ªa popular ejerzan el control de la acci¨®n del Gobierno que constitucionalmente les est¨¢ conferido. La instituci¨®n clave del actual sistema -no en vano el 23 de febrero fue el blanco de los golpistas- tiene una gran oportunidad para demostrar su virtualidad como m¨¢ximo ¨®rgano representativo del pueblo espa?ol, en un caso en que no se discuten intrincadas cuestiones jur¨ªdicas o filos¨®ficas, sino problemas concretos padecidos por un extenso pu?ado de ciudadanos y que amenazan a muchos m¨¢s.
En puridad, no deber¨ªa tratarse de una pugna entre el partido en el poder y la oposici¨®n, si no de una actuaci¨®n fiscalizadora del Parlamento, incluidos los diputados de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD), sobre el Gobierno. La situaci¨®n creada por el envenenamiento, que no ha distinguido entre los electores de unos u otros partidos, merece una acci¨®n en¨¦rgica de toda la C¨¢mara. Es en el marco del control parlamentario sobre el Gobierno donde las fricciones entre el partido en el poder y los hombres que ejercen la gobernaci¨®n del Estado tendr¨ªa su plena justificaci¨®n, y no en las conspiraciones de pasillo ni en las plataformas de dudosa voluntad regeneracionista.
Porque, de ser sinceros los aireados proyectos de democracia interna, y si UCD fuera realmente un partido vivo, el suceso de la colza habr¨ªa sido una buena oportunidad para que el grupo parlamentario que respalda al Gabinete Calvo Sotelo hubiera dado un toque de atenci¨®n al Ejecutivo. ?D¨®nde quedan aquellas bonitas historias que contaba Miguel Herrero de que el Gobierno "tiene que ganarse cada d¨ªa la confianza de su grupo parlamentario"? ?La tiene en estos momentos el Gabinete Calvo Sotelo y cada uno de sus ministros -desaparecida la oveja negra Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez-, con un saldo de muertos que avanza ya hacia los 130 y una situaci¨®n ciudadana de miedo, desconfianza y confusi¨®n?
Una iniciativa cr¨ªtica de los diputados centristas o de los m¨¢ximos ¨®rganos de UCD, su consejo politico o su Comit¨¦ Ejecutivo, habr¨ªa sido recibida como un soplo de aire fresco. Con el valor a?adido de que el deterioro que eventualmente sufrir¨ªa el Gobierno lo rentabilizar¨ªa el propio partido, en el Parlamento y en la calle, al dar muestras de una saludable sensibilidad pol¨ªtica.
Nada de eso ha ocurrido, y el Grupo Parlamentario Centrista no s¨®lo ha renunciado a tirar de las orejas al Gobierno, sino que, en unidad de acci¨®n con ¨¦ste y con el apoyo impagable de Coalici¨®n Democr¨¢tica (CD) -la factura de Fraga sigue engordando-, ha conseguido para el debate de pasado ma?ana el planteamiento parlamentario menos resolutivo y controlador, amenazando con convertirlo en una sucesi¨®n de discursos sin un resultado final que deje en los ciudadanos la convicci¨®n de que las instituciones democr¨¢ticas son ¨²tiles para la soluci¨®n de los problemas cotidianos.
Con la negativa gubernamental, apoyada por UCD y CD, a presentar una comunicaci¨®n sobre el suceso del aceite t¨®xico, que abriera un debate que reglamentariamente desencadenar¨ªa una votaci¨®n final sobre las resoluciones formuladas al hilo de la discusi¨®n, el partido gubernamental no se limita a llevar la contraria a la oposici¨®n, sino que, por encima de ese hecho normal, frustra una gran ocasi¨®n para el afianzamiento del Parlamento como instrumento b¨¢sico de nuestra convivencia ciudadana. Crear una comisi¨®n de investigaci¨®n y responder a las cuestiones planteadas por los grupos parlamentarios parece demasiado poco para dar por cancelado pol¨ªticamente un problema de las proporciones alcanzadas por el envenenamiento. Es comprensible que Calvo Sotelo desee evitar una votaci¨®n que podr¨ªa tener una significaci¨®n de censura moral para todo o parte de su Gabinete. Para evitarla de verdad tendr¨ªa que haber tomado medidas dr¨¢sticas o ser capaz de convencer en el debate del d¨ªa 15. Pretender displicentemente eludirla sin m¨¢s, por considerarla molesta, no es m¨¢s que aplazarla con da?o, mientras tanto, para el pa¨ªs.
?Cu¨¢les son las responsabilidades pol¨ªticas exigibles? Frente a las iniciativas impulsivas e irracionales de quienes proponer obligar a tomar aceite de colza a los adulteradores o a los propios ministros, lo razonable es que los jueces diluciden las responsabilidades penales en que incurrieron dolosa o culposamente quienes atentaron contra la vida y la salud de sus conciudadanos. Y corresponde al Parlamento poner en evidencia que el ejercicio de la actividad pol¨ªtica y administrativa no es ning¨²n don irreversible ni gratuito en un sistema democr¨¢tico. Esto cuesta trabajo comprenderlo a quienes usaron y abusaron de un poder sin control durante el franquismo. Es necesario hacerles entrar en raz¨®n.
No es admisible, por ejemplo, que el m¨¢ximo responsable p¨²blico de la Sanidad afirme que su desasosiego "es el mismo que el del m¨¢s desasosegado", como si fuera posible ser espectador de la propia incompetencia. El ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, y no s¨®lo ¨¦I ni s¨®lo a su nivel, tendr¨ªa que tener, como m¨ªnimo, un desasosiego a?adido, al comprender que tiene que salir del Gobierno. Y conste que de este hecho, si es que se produce, no hay que esperar ninguna soluci¨®n m¨¢gica para el problema planteado. Se producir¨ªa, sin embargo, un efecto ejemplarizador y disuasorio para quienes aspiren al ejercicio de responsabilidades p¨²blicas y una advertencia para quienes, en otras parcelas del poder, lo entienden como una finca particular.
Sobre el presidente del Congreso, Landelino Lavilla, pesa la responsabilidad de tomar decisiones que pueden encarrilar todav¨ªa un debate que es m¨¢s importante desde una perspectiva institucional que partidista. Y si se despeja el planteamiento pol¨ªtico del tema, ser¨ªa de desear que la C¨¢mara abriera sus puertas a la transmisi¨®n en directo, por radio y televisi¨®n, en la seguridad de que la amplitud de la audiencia, contra lo que opinan algunos nuevos censores, en nada menoscabar¨¢ la libertad del Parlamento para discutir y debatir, mientras que aumentar¨¢ el arraigo popular de las instituciones democr¨¢ticas y, en todo caso, la transparencia de la actuaci¨®n de los leg¨ªtimos representantes de los ciudadanos.
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