La nueva guerra fr¨ªa
ESTAMOS ASISTIENDo a una espectacular dramatizaci¨®n de la pol¨ªtica mundial. Se trata de crear un olor a guerra. Desgraciadamente, hay bastantes datos para temer que en alg¨²n momento m¨¢s o menos lejano se pudiera llegar a una tercera guerra mundial: desde la acumulaci¨®n de arsenal militar, continuamente enriquecido con nuevos inventos y experimentos, al malestar creciente que produce la crisis de los grandes sistemas y el final de las ideolog¨ªas de esperanza. Pero adem¨¢s de esta tendencia objetiva, hay una campa?a de aproximaci¨®n basada en una de las grandes falacias que forman parte del grupo de t¨®picos m¨¢s antiguo de nuestra civilizaci¨®n, la de qui desiderat pacem praeparet bellum, que acu?¨® Vegetius cuatro siglos antes de Jesucristo; la frase que ha precedido todas las roturas de paz de la historia. Su huella puede encontrarse en la arenga de Haig en Berl¨ªn.Ciudad prede¨¢tinada. Ya al final de los cuarenta y en los cincuenta era la gran tribuna de la guerra fr¨ªa. En este intento por regresar a la ¨¦poca aciaga, la resonancia de Berl¨ªn (con su odioso muro, con el recuerdo del bloqueo, con su sistema de posguerra todav¨ªa vigente, con su car¨¢cter fronterizo) sigue siendo utilizada. Haig vuelve a los tiempos en que fue desenterrada el hacha nuclear. Una de las f¨®rmulas de aquella ¨¦poca era la de la escalada, estrategia cuidadosamente estudiada y preparada por los cerebros electr¨®nicos y los humanos. En la escalada est¨¢ descrito perfectamente este estadio en el que los bandos hostiles proclaman su decisi¨®n de llegar hasta el l¨ªmite m¨¢ximo si no se cumplen ciertas condiciones; y est¨¢ estipulado que esa estrategia debe tener la m¨¢xima credibilidad.
Reagan ha conseguido una gran credibilidad en su decisi¨®n de ir adelante. El incidente con los aviones libios o el apoyo a la invasi¨®n surafricana de Angola, la ayuda a las dictaduras latinoamericanas, los pasos adelante en la bomba de neutrones y en los misiles para la OTAN, la decisi¨®n de rearmar a los pa¨ªses afectos en el Pr¨®ximo Oriente, la celebraci¨®n de maniobras de envergadura en diversas partes de] mundo, y las duras palabras, constituyen un cat¨¢logo de escalada perfectamente definido.
Pero esta acci¨®n no va solamente dirigida al enemigo en potencia, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, sino tambi¨¦n a los aliados americanos en todo el mundo, y concretamente a los europeos. En Europa viene creciendo desde hace tiempoo un independentismo pol¨ªtico, que iniciaron Giscard y Schmidt, y una ola de pacifismo que va teniendo cada vez m¨¢s importancia y que influye en los pol¨ªticos porque tiene un peso de opini¨®n p¨²blica y electoral. Otros presidentes de Estados Unidos han sobrellevado como han podido esta situac¨ª¨®n. Reagan intenta quebrarla.
En la anterior guerra fr¨ªa se persigui¨®, por prosovi¨¦ticos y antinacionales, no s¨®lo a los comunistas, sino tambi¨¦n a una amplia gama de cr¨ªticos y disidentes acusados de conipa?eros de viaje. En ¨¦sta, despu¨¦s de los eurocomunismos, la ofensiva es m¨¢s dificil; sin embargo, se est¨¢ creando ya un ambiente por el cual, por ejemplo, todo el que discute la OTAN, el rearme o la posibilidad de guerra es tratado como si fuera un agente sovi¨¦tico. El hecho de que en Alemania del Oeste el atentado contra el jefe de las fuerzas norteamericanas en Europa coincida con las manifestaciones contra el rearme nuclear permite identificar -y algunos lo est¨¢n haciendo- el terrorismo con el pacifismo, de forma que ¨¦ste quede desnaturalizado. Ya se ha tenido en Espa?a una operaci¨®n en ese sentido: desde la prevenci¨®n del antiotanismo del PSOE -luego, considerablemente dulcificado- con la falsedad de su pacto con el PCUS, a las instrucciones a la polic¨ªa para que vigile a quienes se pronuncian contra la OTAN, pasando por la subliminal insinuaci¨®n de parentescos entre terrorismo independentista y neutralismo.
Sin embargo, es dificil llegar en Europa a lo que ha hecho Sadat: la gran purga -calificada as¨ª por ¨¦l mismo- de religiosos y pol¨ªticos, conocidos en general por su distancia respecto a la pol¨ªtica de aproximaci¨®n a Israel, y la consiguiente presencia multiplicada de fuerzas americanas en el pa¨ªs.
Para Reagan tiene todo un sentido perfectamente claro. La exhibici¨®n, en esta fase de la escalada, de una decisi¨®n de contener el expansionismo sovi¨¦tico en todas las partes del globo y de llevar esta contenci¨®n hasta un ¨²ltimo extremo puede conducir a la URSS a un desistimiento; cree Reagan, y puede tener raz¨®n, que la URSS ya no est¨¢ en condiciones de llevar su defensa a un ataque o a la aceptac¨ª¨®n del desafio global. Tiene tambi¨¦n el efecto de cortar los revolucionarismos en el Tercer Mundo y la solidaridad con los grupos revolucionarios de muchos pa¨ªses europeos, los cuales deben sentir las riendas de Estados Unidos tanto en lo econ¨®mico -en la administaci¨®n de la energ¨ªa y en la revaluaci¨®n del d¨®lar-, como en lo pol¨ªtico y en lo militar.
Sin duda, su acci¨®n trata de hacer frente al imperialismo de otro signo -el sovi¨¦tico- y a provocaciones como la invasi¨®n de Afganist¨¢n. Si esta operaci¨®n le saliera bien a Reagan, es decir, mejor de lo que le sali¨® a Truman-Eisenhower-Nixon-Foster Dulles, habr¨ªa obtenido una victoria, pero tambi¨¦n el incremento de los riesgos de una nueva guerra mundial.
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