Una obra maestra de Picasso
Una de las caracter¨ªsticas principales del Guernica en los veinte a?os que sucedieron a su ejecuci¨®n y a su posterior salida del Pabell¨®n de la Feria de 1937, en Par¨ªs, fue su condici¨®n de cuadro esencialmente viajero. Durante veinte a?os, el Guernica se convirti¨® en uno de los cuadros, al menos en relaci¨®n con su tama?o, m¨¢s transportados de la historia de la pintura.Desde el estudio de Picasso viajar¨ªa, en primer lugar, por Europa, en concreto a los pa¨ªses n¨®rdicos e Inglaterra. Lo hizo en condici¨®n de instrumento de combate pol¨ªtico y testimonio de la discordia civil de los espa?oles. Sir Roland Penrose, en su biograf¨ªa de Picasso, ha contado que la exhibici¨®n que tuvo Jugar en Londres en octubre de 1939 fue precedida de temores por el posible estallido de una guerra europea, pero que fue el propio Picasso, a pesar de ello, el que quiso que el cuadro se exhibiera por su funci¨®n combativa. En una sala muy pr¨®xima, la otra Espa?a, la nacionalista, exhib¨ªa una muestra de su pintura de combate pol¨ªtico, en la que la figura principal era Zuloaga.
Como instrumento de combate pol¨ªtico viaj¨® tambi¨¦n a Nueva York, en 1939. Fue una agrupaci¨®n voluntaria, destinada a la protecci¨®n de los refugiados espa?oles, la que organiz¨® el env¨ªo del cuadro a EE UU. Por vez primera, se exhibi¨® en agosto de 1939, en la Vallentine Gallery. La exhibici¨®n del cuadro, cuyo transporte, a trav¨¦s del Atl¨¢ntico, hab¨ªa costado tan s¨®lo 222 d¨®lares y se hab¨ªa hecho sin seguro, fue patrocinada en Nueva York, por distinguid¨ªsimas figuras, tanto espa?olas (Juan Negr¨ªn y Julio Alvarez del Vayo) como norteamericanas. Del mundo neoyorquijo figuraban, por citar algunos ejemplos, el alcalde La Guardia, el secretario del Interior, Ickes; la se?ora de Roosevelt, o ya en el mundo intelectual, Max Weber, Sweeney, Matisse y Hemmingway.
A esta exhibici¨®n de car¨¢cter privado le sigui¨® una presentaci¨®n, en octubre del mismo a?o, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se trataba de una exposici¨®n antol¨®gica del pintor, a la que ¨¦l prest¨® casi un centenar de cuadros de los 360 que se exhibieron. El museo, que hab¨ªa delegado en Alfred Barr, como subdirector, la organizaci¨®n e a exposici¨®n, pago parte de los gastos del traslado. A continuaci¨®n y hasta abril de 1941, de nuevo el cuadro viaj¨® por EE UU, dentro de la campa?a de apoyo a los refugiados espa?oles. Ya desde estos momentos, el Guernica empez¨® a adquirir ante la cr¨ªtica y el p¨²blico unas caracter¨ªsticas que hasta entonces no hab¨ªa tenido. Desde un principio hab¨ªa despertado la pol¨¦mica (dos cr¨ªticos anglosajones conocidos, Blunt y Read, hab¨ªan debatido sobre ¨¦l, en el mismo a?o 1937). Ahora, esta serie de exhibiciones en las que solamente se obtuvo como beneficio unos centenares de d¨®lares, sirvieron para dar a conocer a¨²n mejor esta obra que para los artistas norteamericanos de la ¨¦poca pod¨ªa significar una soluci¨®n en el debate entre compromiso pol¨ªtico y realismo pict¨®rico. Sobre todo, la exhibici¨®n en EE UU y la forma en- que se hizo, permiti¨® ver el Guernica junto con todos sus trabajos preparatorios, con los que se pod¨ªa tener presente su labor de gestaci¨®n y admirarla, adem¨¢s, integrada en el conjunto de la obra de Picasso como un momento crucial de la misma.
Deterioros previsibles
Seg¨²n la documentaci¨®n del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el cuadro fue depositado entre sus fondos por dicha instituci¨®n, en el momento del estallido de la segunda guerra mundial, junto con otras obras de Picasso y a petici¨®n de su autor, como sucedi¨® con otros pintores. Concluida la guerra saldr¨ªa de nuevo en dos ocasiones, en primer lugar en 1953, a Europa y Am¨¦rica del Sur, y luego, en una especie de gira europea entre los a?os 1956 y 1957. En el transcurso de todos estos viajes, el Guernica fue enrollado y empaquetado unas veinte veces, apreci¨¢ndose, como consecuencia, los inevitables deterioros previsibles. En 1957 se har¨ªa una segunda gran exposici¨®n de Picasso en el Museo de Arte Moderno y, al a?o siguiente, el pintor espa?ol pidi¨® la devoluci¨®n de los otros cuadros no relacionados con el Guernica, que el museo ten¨ªa en sus manos. Al tiempo, dio instrucciones al museo para que el Guernica no fuera de nuevo enrollado y prestado. El ¨²nico cambio de ubicaci¨®n que habr¨ªa de sufrir se producir¨ªa en 1964, cuando fue trasladado al tercer piso del museo, en donde ha permanecido hasta el 9 de septiembre de 1981. Las peticiones de exhibici¨®n de otros pa¨ªses del mundo fueron en adelante rechazadas por el museo, de acuerdo con la opini¨®n de Picasso.
Merece la pena destacar cu¨¢l fue la actitud del Estado espa?ol o de sus representantes en el transcurso de estos viajes por Europa, lo que se puede juzgar a trav¨¦s de los despachos diplom¨¢ticos correspondientes. Desde luego, tanto en ellos como en la Prensa de los pa¨ªses por los que el cuadro fue pasando, hubo una radical ignorancia de qui¨¦n era el propietario del cuadro; en todos los casos se dec¨ªa que pertenec¨ªa al museo, o bien, al pintor. En cuanto al juicio acerca de la obra, en general, los despachos diplom¨¢ticos nos muestran una apreciaci¨®n creciente del pintor, aunque no tanto del Guernica y un temor indudable a la vinculaci¨®n entre la genialidad art¨ªstica de Picasso y su repudio del r¨¦gimen franquista. Desde luego, en todo caso, posiciones personales matizaban estas apreciaciones. Mientras que para algunos representantes de Espa?a el Guernica era ?pura pol¨ªtica pintada?, que alud¨ªa al ?clich¨¦ manoseado? del bombardeo de Guernica, otros se congratulaban de la moderaci¨®n con que el cuadro fue presentado en ocasiones en Europa, a lo sumo lamentando que la presentaci¨®n del cuadro no se hubiera podido ver libre de ?alusiones no muy favorables a la guerra de liberaci¨®n?.
Narremos tan s¨®lo una an¨¦cdota: cuando en julio de 1955 se present¨® en una capital europea el cuadro, un representante del Estado espa?ol se quej¨® ante el director de un peri¨®dico cat¨®lico por la ?indudable exageraci¨®n? de considerar el cuadro como una obra maestra de la pintura, pero, sobre, todo, por sugerir que el bombardeo hab¨ªa sido tan catastr¨®fico como se mostraba cuando, seg¨²n este representante del r¨¦gimen, el tema del Guernica no era sino ?una trompeta de propaganda?. En todo caso, desde luego, no exist¨ªa ninguna voluntad de recuperaci¨®n de la obra de Picasso.
En junio de 1967, el Museo de Arte Moderno de Nueva York celebr¨® el 30' aniversario de la presencia del cuadro en sus salas. De dicha presentaci¨®n, acompa?ada de un texto escrito, merece la pena se?alar dos importantes aspectos. En primer lugar, el cuadro con el alejamiento de la guerra civil hab¨ªa empezado a perder significaci¨®n pol¨ªtica precisa y la hab¨ªa trascendido. Del Guernica se dec¨ªa que hab¨ªa sido susceptible de muchas interpretaciones, pero que su autor le hab¨ªa negado una significaci¨®n pol¨ªtica expl¨ªcita y, en cambio, le hab¨ªa convertido en una condena de la guerra y de la brutalidad; trascendiendo el acontecimiento que motiv¨® su creaci¨®n era ya una obra maestra. En segundo lugar, se dec¨ªa que el cuadro estaba en dep¨®sito por parte del artista ?hasta que ¨¦l decidiera su ¨²ltimo destino?.
Pero, de alguna manera, Picasso lo ten¨ªa previsto ya. Casi siempre y, desde luego, en toda ocasi¨®n antes de 1953, el Guernica se hab¨ªa exhibido en beneficio de los exiliados espa?oles, siendo ¨¦l mismo un exiliado. Adem¨¢s, Picasso, de alguna manera, al depositarlo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, lo hab¨ªa distinguido con un tratamiento especial que preludiaba su futuro destino. M¨¢s preciso habr¨ªa de ser a¨²n en los a?os inmediatamente siguientes.
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