Franco, Picasso y el hist¨®rico cuadro
La primera gesti¨®n de car¨¢cter oficial para la vuelta del Guernica a Espa?a se hizo en una fecha muy temprana, y aunque estaba destinada, precisamente por ello, a un rotundo fracaso, sin embargo, como tendremos ocasi¨®n de comprobar, tuvo una repercusi¨®n indirecta, pero muy importante, en todo el proceso negociador posterior.Desde mediados de 1968 parece haber existido la voluntad por parte de la Administraci¨®n exterior espa?ola y la Direcci¨®n General de Bellas Artes de descubrir el complejo entramado legal del Guernica en Nueva York. A finales de a?o, el entonces director general de Bellas Artes, Florentino P¨¦rez Embid, redact¨® una nota destinada a la posible recuperaci¨®n del Guernica y la remiti¨® al almirante Carrero, Blanco. P¨¦rez Embid, mon¨¢rquico, muy conservador, sin ninguna veleidad falangista en su vida y, desde luego, gestor brillante, debi¨® preparar la nota teniendo muy en cuenta qui¨¦n habr¨ªa de ser su destinatario final (es decir, el propio Franco). Por eso dec¨ªa de Picasso que estaba considerado en el mundo ?como el primer gran nombre en la historia de la pintura despu¨¦s de Goya?, pero, sobre todo, a?ad¨ªa que, ?seg¨²n es frecuente entre los artistas, en algunas ocasiones ha adoptado actitudes pol¨ªticas estrafalarias, nunca coherentes ni sostenidas durante mucho tiempo?.
Para excitar la veta nacionalista de quien habr¨ªa de leerle, P¨¦rez Embid a?ad¨ªa que la pol¨ªtica cultural francesa hab¨ªa tratado en repetidas ocasiones de identificarle con este pa¨ªs, pero que Picasso segu¨ªa siendo espa?ol y ?el Estado espa?ol es propietario del m¨¢s famoso y pict¨®ricamente m¨¢s importante de los cuadros de Picasso?, el Guernica. De dicho cuadro dec¨ªa que ?la propaganda antiespa?ola de los a?os de la guerra exager¨® la significaci¨®n del cuadro, atribuy¨¦ndole una desmesurada carga pol¨ªtica?. En la idea del director general de Bellas Artes estaba adem¨¢s la potenciaci¨®n de un Museo espa?ol de Arte Contempor¨¢neo de pr¨®xima creaci¨®n y en el que, por desgracia, no habr¨ªa -ni sigue habiendo- una suficiente representaci¨®n de nuestros m¨¢s importantes artistas del siglo XX.
La nota de P¨¦rez Embid, fechada en noviembre, fue respondida a principios de diciembre de 1968 por Carrero Blanco. La respuesta del almirante era precisa: ?De acuerdo con nuestra conversaci¨®n del otro d¨ªa?, dec¨ªa, ?he consultado con el Caudillo la conveniencia de proceder a las gestiones necesarias para la recuperaci¨®n del cuadro Guernica, de Pablo Picasso, y me ha dado su conformidad de que se lleven a cabo?. Carrero suger¨ªa que la documentaci¨®n fuera buscada por la propia Direcci¨®n General de Bellas Artes y la gesti¨®n para traer el cuadro la llevara a cabo el Ministerio de Asuntos Exteriores.
P¨¦rez Embid encarg¨® a Joaqu¨ªn de la Puente, entonces subdirector del Museo de Arte Contempor¨¢neo, de hacer la gesti¨®n para documentar la petici¨®n espa?ola y, m¨¢s adelante, en febrero de 1969, de intentar un contacto directo con el pintor exiliado. En dicho contacto, en el que parece haber jugado un papel importante el torero Luis Miguel Domingu¨ªn, P¨¦rez Embid hac¨ªa una oferta concreta a Picasso por procedimiento indirecto, pero por escrito: ?Creo?, dec¨ªa en una carta dirigida a De la Puente, ?que tenemos el deber de ofrecer a Picasso tanto cuanto se pueda y ¨¦l se merece, de estar dispuesto a que el cuadro Guernica venga a Espa?a. A su llegada a Madrid, no estando a¨²n construido el importante museo que proyectamos para nuestro arte contempor¨¢neo, Guernica ser¨ªa mostrado al p¨²blico en el Museo del Prado. En el edificio, que creemos sensacional para Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo, la obra de Picasso se expondr¨¢ exactamente como ¨¦l quiera. Incluso cabe perfectamente la posibilidad de hacer junto a ese nuevo edificio un pabell¨®n que alojase todo cuanto pudi¨¦ramos reunir de la obra de Picasso, y fuese, de hecho, a manera de monumento a su genialidad ib¨¦rica?.
La oferta tuvo, desde luego, una negativa por parte del pintor. En noviembre de 1969, la Prensa francesa y la norteamericana transmit¨ªa una toma de postura de su abogado, Roland Dumas, en la que se rechazaba la posible vuelta del cuadro y se hablaba de que s¨®lo se podr¨ªa producir una vez restablecido el r¨¦gimen republicano en Espa?a. Pero tambi¨¦n el intento habr¨ªa de tener su repercusi¨®n negativa en la propia Espa?a. Aunque ya por aquellos tiempos Picasso era considerado como una gloria nacional en casi todos los ambientes intelectuales, hubo alg¨²n sector del r¨¦gimen, m¨¢s radicalizado, que public¨® en un ¨®rgano de expresi¨®n propio que ?pretender que ese cuadro entre en Espa?a es un insulto al patriotismo, que, aunque no est¨¢ de moda, lo tenemos en el coraz¨®n, y un desprecio a los muertos que hicieron posible que la naci¨®n siga marchando... Sin el cuadro Guernica y sin Picasso hemos vivido muy tranquilos los espa?oles y no tenemos a?oranza de lo que ambas cosas representan?.
Esta primera gesti¨®n todav¨ªa se habr¨ªa de prolongar meses m¨¢s adelante. En realidad, con independencia del alejamiento radical entre Picasso y el r¨¦gimen franquista, lo cierto es que el pintor iba regresando a su Espa?a natal, aunque, por supuesto, fuera de los m¨¢rgenes oficiales. Como se sabe, en 1970 qued¨® constituido el Museo Picasso, y en abril del mismo a?o se pens¨® seriamente, por parte de la Direcci¨®n General de Bellas Artes, en la concesi¨®n de la medalla de oro al pintor. En la documentaci¨®n que se conserva se da la sensaci¨®n de que la idea del retorno del Guernica no se hab¨ªa, en absoluto, considerado como inviable. Es m¨¢s, por entonces, tanto P¨¦rez Embid como Gonz¨¢lez Robles, director del Museo de Arte Contempor¨¢neo que se estaba concluyendo, manifestaron su deseo de que en ¨¦l llegara a figurar el Guernica en su sala principal.
La obra principal
Picasso se decidi¨® definitivamente a adoptar una postura como consecuencia de las ya repetidas referencias de la Prensa a la cuesti¨®n. Dicha toma de postura tuvo como instrumento una carta de dos p¨¢ginas dirigida a su abogado, Roland Dumas, y destinada al Museo de Arte Moderno de Nueva York. La carta empieza por hacer una declaraci¨®n del mayor inter¨¦s: ?El cuadro conocido ba o el nombre de Guernica fue confiado al Museo de Arte Moderno de Nueva York (por Picasso) en 1939, as¨ª como los estudios y dibujos relacionados con ¨¦l que no pueden ser separados de la obra principal?. De ah¨ª deriva, en definitiva, la propiedad espa?ola de algo que Espa?a nunca encarg¨®, es decir, este conjunto de 63 piezas que ahora est¨¢n en el Cas¨®n del Buen Retiro, pr¨®ximo a exhibirse. Picasso prosegu¨ªa: ?Desde hace largos a?os he hecho donaci¨®n igualmente de este cuadro, de los estudios y,de los dibujos a su museo. Al mismo tiempo, ustedes han aceptado devolver el cuadro, los estudios y los dibujos a los representados calificados del Gobierno espa?ol cuando las libertades p¨²blicas sean restablecidas en Espa?a. Ustedes saben que mi deseo siempre ha sido ver esta obra y sus anejos volver al pueblo espa?ol?. En los p¨¢rrafos que anteceden se aprecia que Picasso, desde luego, parec¨ªa gustar de las situaciones jur¨ªdicas complicadas para sus cuadros, pero, sobre todo, que no exigi¨® en aquellas fechas la existencia de instituciones republicanas en Espa?a. Al mismo tiempo, designaba a una persona encargada de juzgar precisamente cu¨¢ndo ser¨ªa el momento de determinar que esas libertades p¨²blicas exist¨ªan en nuestro pa¨ªs. El abogado Roland Dumas deber¨ªa, en su momento, ¨¦l mismo o sus sucesores, ?apreciar si las libertades p¨²blicas han sido restablecidas en Espa?a?. Picasso todav¨ªa concretaba m¨¢s: a partir del momento en que Dumas se pronunciara, el museo deber¨ªa devolver el cuadro y las obras de arte anejas en un plazo razonable, no superior a los seis meses, siendo su destinatario el representante en Nueva York del Estado espa?ol. Este documento, pr¨¢cticamente desconocido hasta el momento actual, ha sido verdaderamente el que, con su puntual ejecuci¨®n, ha permitido, en septiembre de 1981, el regreso a nuestro pa¨ªs del Guernica y sus estudios preparatorios y posteriores.
Sin embargo, como para hacer de nuevo dif¨ªcil la cuesti¨®n, Picasso a?adi¨®, unos meses despu¨¦s, en la significativa fecha del 14 de abril de 1971, una nueva declaraci¨®n acerca del Guernica, que si bien tiene aspectos positivos desde el punto de vista del Estado espa?ol, los tiene tambi¨¦n negativos. Los primeros se refleren a la vinculaci¨®n que recalcaba entre el Guernica y sus estudios anteriores y posteriores y, sobre todo, la remisi¨®n que hac¨ªa al texto m¨¢s largo fechado en noviembre de 1970.
Hasta el momento en que se produjo la muerte sucesiva de Picasso y Franco no habr¨ªa ning¨²n otro intento, ni siquiera fallido, para que el Guernica viniera a tierra espa?ola. Las gestiones iniciadas por P¨¦rez Embid fueron, indudablemente, apresuradas; era por completo imposible, en las condiciones pol¨ªticas de entonces, que el Guernica pudiera volver. Es cierto que exist¨ªa una mayor tolerancia y, sobre todo, el reconocimiento a la genialidad art¨ªstica de Picasso; pero esto no favorec¨ªa m¨¢s que el acercamiento del pintor a la sociedad espa?ola y no a las instituciones pol¨ªticas del r¨¦gimen. Sin embargo, por lo menos, por el procedimiento indirecto de pedir lo inalcanzable, se consigui¨® que Picasso, como buen andaluz reticente a tratar cualquier cuesti¨®n que se refiriera a su muerte y que, por tanto, nunca expres¨® voluntad alguna acerca de sus bienes, con respecto al cuadro que le hab¨ªa encargado en su d¨ªa el Estado espa?ol s¨ª que mostr¨® una voluntad suficientemente clara con respecto a su destino final.
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