Los Panchos, nuevos rom¨¢nticos
Desde la noche del pasado martes hasta la noche del pr¨®ximo s¨¢bado, Los Panchos reverdecen sus viejas melod¨ªas en la madrile?a sala Cleof¨¢s. El m¨ªtico tr¨ªo mexicano se ha convertido en quinteto, dado que Chucho -el puntal que perdura del primitivo grupo- ha contratado a dos hijos suyos, uno flaco y otro gordo, no por amable nepotismo, sino como refuerzo musical. El repertorio, sin embargo, conserva los suspiros, el tic-tac y el sabor de anta?o. El p¨²blico, vagabundo de la memoria, recupera aquel sol que brillaba en el infinito.Los ¨²ltimos bronceados se derriten como la nieve sobre la pista discotequera. Como en el mejor lugar del para¨ªso, las parejas, imperturbables cara al oto?o, tejen lo que les echen: Julio Iglesias por aqu¨ª, pajaritos por all¨¢ y mambo para gozar. Hasta que los ausentes esperados anuncian su color exclusivista (?Lo dudo / que halles un amor m¨¢s puro / como el que tienes en m¨ª?), su sonrisa tintineante y su pel¨ªcula en blanco y negro.
Ni se han perdido ni se han equivocado de senda. Desde que Arnaldo y su bella daria se besaran tras el escudo de un manto azul nadie ha cre¨ªdo en lo incomparable con mayor frenes¨ª que Los Panchos: ?Es la historia de un amor / como no hay otra igual ... ?. Y el personal asiente, indefenso, m¨¢xime cuando ellos amasan con saliva y miel la palabra perd¨®n. Deshaciendo la ruta de Hern¨¢n Cort¨¦s con lentos pasos, autoproclam¨¢ndose ?un madurito para las viudas?, Chucho le inculca a sus muchachos lecciones armoniosas de estoicismo: ?Es preferible olvidar que sufrir?.
Ellos son los nuevos rom¨¢nticos (Nosotros, Sabor a m¨ª), con olor a lavanda y almid¨®n, due?os involuntarios de alcobas en peligro, guionistas melosos que empa?an el aliento de Superman: ?Si t¨² me dices ven, lo dejo todo ... ?. Van y vienen del lodo a la basura, de Jalisco a Granada, con pinta de no haber roto un plato jam¨¢s. Son suaves, perezosos, enamoradizos, susurrantes. En fin, de lo que ya no hay. Son la corriente eterna y alterna. Y, con candor inigualable, riman camino con destino sin permiso de Alberti.
Hombre, de cuando en cuando tienen sus dudas metaf¨ªsicas (??Para qu¨¦ sirve ser bueno / si se r¨ªen en tu cara??), pero la calenda de mayo, la hoja de haya, el canto del p¨¢jaro, el gladiolo y, sobre todo, la yedra acuden a dulcificar su tristeza. Y pregonan su reconversi¨®n ante la reja de la malague?a salerosa, siempre linda y hechicera como el carm¨ªn de una rosa.
Hacen que se van. Pero vuelven r¨¢pidamente para apaciguar los corazones deseosos, que piden m¨¢s y m¨¢s. Con alma, coraz¨®n y vida cantan lo del rayito de luna, el enloquecedor reloj, el camino verde, el vagabundaje, la media vuelta... El p¨²blico ya ha recobrado la esperanza. Ellos, entre palmas y ronroneos de madrugada p¨¢lida, anuncian que se marchan para el pueblo. Hoy es su d¨ªa. Un d¨ªa b¨ªblico, sin comienzo ni fin certeros. pr¨®digo en maravillas para la ruborosa oreja.
Babelia
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