Una pol¨ªtica coherente con Guinea
PARECE QUE el Gobierno de Madrid se ha decidido por fin a adoptar en sus relaciones con Guinea Ecuatorial una actitud clara y coherente.El continuo deterioro de la situaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica en aquel pa¨ªs, con una situaci¨®n de reservas en menos de d¨ªez millones de d¨®lares, un presupuesto incumplido, un despilfarro cuando no malversaci¨®n de las ayudas espa?olas e internacionales y una situaci¨®n administrativa ca¨®tica justificaban Ia adopci¨®n de una postura definida, que m¨¢s o menos ha sido esta: o se aceptaba un plan en tres fases para poner orden, primero; arreglar el caos administrativo, despu¨¦s, y arbitrar unas soluciones pol¨ªticas aceptables a 'la comunidad internacional, en ¨²ltimo lugar, o Espa?a se ver¨ªa obligada a reducir dr¨¢sticamente su cooperaci¨®n hasta dejarla con vertida en una mera ayuda de car¨¢cter humanitario. El Gobierno del coronel Obiang Nguema parece haber entendido el mensaje.
La historia reciente demuestra que en las relaciones con las antiguas metr¨®polis una participaci¨®n de ¨¦stas en las decisiones que afectan al nuevo pa¨ªs s¨®lo puede redundar en beneficio de ambos. El ejemplo reciente de Zimbabue y sus relaciones con el Reino Unido es suficientemente obvio al respecto. Cuando una antigua potencia colonial se desentiende, en cambio, de sus antiguos territorios, otras se apresuran a llenar ese vac¨ªo, y v¨¦ase si no lo sucedido en Angola o el Cuerno de Africa.
En el caso de Guinea Ecuatorial, nuestro Gobierno tiene muchas y buenas razones para cooperar con el Gobierno de Malabo; cooperaci¨®n que debe traducirse en un mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo ecuatoguineano, verdaderamente deplorable en la actualidad. Cuando Espa?a arri¨® su bandera en aquellos territorios el 12 de octubre de 1968 dejaba un pa¨ªs en condiciones razonables para el desarrollo. Los territorios de Fernando Poo y R¨ªo Muni contaban con un nivel de vida que se s¨ªtuaba entre los primeros del continente africano; la alfabetizaci¨®n de la poblaci¨®n alcanzaba cotas muy estimables, lo mismo que la situaci¨®n sanitaria. El hospital de Santa Isabel (la actual Malabo) estaba considerado el segundo en instalaciones de Africa -el primero estaba en Ciudad del Cabo-; la red de comunicaciones y la infraestructura de aeropuertos, puertos y telecomunicaciones resultaban tambi¨¦n suficientes para las necesidades de los 300.000 habitantes guineanos. La participaci¨®n activa espa?ola es y ha sido pedida en reiteradas ocasiones no s¨®lo por los elementos proespa?oles del Gobierno de Malabo, actualmente en minor¨ªa, debido, entre otras cosas, a la profusi¨®n de becas y ayudas ofrecidas por la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante la dictadura de Mac¨ªas, sino tambi¨¦n, por los representantes de la llamada oposici¨®n en el exterior al actual r¨¦gimen guineano. Rec¨ªentes est¨¢n las declaraciones de un portavoz del Bloque de Fuerzas Democr¨¢ticas de Guinea Ecuatorial en las que se solicita que "Espa?a ponga orden en el pa¨ªs antes de intensificar su cooperaci¨®n".
Est¨¢ por ver, no obstante, si el plan propuesto por el Gobierno de Madrid, y aceptado en principio por el coronel Obiang Nguema, funciona y sus resultados se traducen inmediatamente en acciones que sirvan para aliviar las pesadumbres del pueblo de la antigua colonia espa?ola, que, en frase del propio Obiang, "parece destinado a sufrir permanentemente desde tiempo inmemorial". Podr¨ªa ser, sin embargo, que todo se tratara de una nueva estratagema de la actual clique gobernante en Malabo, que se ve con el agua al cuello y trata desesperadamente de ganar tiempo mientras consigue un incremento sustancial de la ayuda espa?ola. En este ¨²ltimo caso, la ¨²nica salida posible para Espa?a ser¨ªa una retirada total de la cooperaci¨®n, pese a que la Rep¨²blica Ecuatorial de Guinea es el ¨²nico pa¨ªs de habla espa?ola del continente.
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