Una sorpresa del Vaticano
Realmente hay que calificar de sorpresa la reciente enc¨ªclica de Juan Pablo II Laborem exercens. Un Papa del que no pocos tem¨ªan que se presentase como el l¨ªder espiritual de la tercera v¨ªa entre colectivismo y capitalismo nos da, por el contrario, unas s¨®lidas normas puramente ¨¦ticas, deducidas del cristianismo seg¨²n la ¨²ltima gran lectura que de ¨¦l ha hecho el Concilio Vaticano II.El papa Wojtyla no ha aludido, como en su viaje a Polonia, al ideal de una Europa unida bajo los principios pol¨ªticos de inspiraci¨®n cristiana (¨¦sta ser¨ªa una tercera v¨ªa ya no dem¨®crata-cristiana, sino social-cristiana), sino que ha lanzado a la reflexi¨®n de los cristianos e incluso a la de todos los hombres de buena voluntad la gran utop¨ªa judeocristiana del hombre vicedi¨®s, o sea, creado a imagen y semejanza de un Dios que se manifest¨® en la gran obra de la creaci¨®n. De aqu¨ª deduce que, sea cual fuere el modelo econ¨®mico que impera en las diversas sociedades humanas, el trabajo solamente puede ser considerado ¨¦ticamente aceptable "cuando a lo largo del proceso el hombre se manifiesta y confirma como el que domina".
Con esto el Papa rompe el perverso manique¨ªsmo que ha distribuido el bien y el mal seg¨²n proporciones id¨¦nticas en cada uno de los dos grandes bloques que hoy dominan al mundo. Ambos bloques son dignos de represi¨®n moral y en ambos bloques hay posibilidades de salvaci¨®n. La enc¨ªclica no desciende a dar recetas de tipo t¨¦cnico para acercarse a esta utop¨ªa. Esto pertenece a los profesionales de la fabricaci¨®n de futuras sociedades nuevas. Pero se?ala a los cristianos que de una y otra parte colaboren con vistas a este futuro cu¨¢l ha de ser su punto de partida ¨¦tico: el trabajo no puede ser nunca un objeto con el que se negocia, sino una dimensi¨®n que dignifica y ennoblece al hombre.Sin embargo, creo que hoy por hoy la lectura de Laborem exercens va a irritar m¨¢s al mundo colectivista que al mundo capitalista, aunque este ¨²ltimo queda muy mal herido cuando el Papa afirma que "es inaceptable la postura del r¨ªgido capitalismo, que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producci¨®n como un dogma intocable en la vida econ¨®mica", y admite con gusto "la socializaci¨®n de ciertos medios de producci¨®n".
Por eso ser¨ªa de desear que con la misma concreci¨®n con que ha iluminado el mundo social del bloque colectivista se dirija directamente a los pueblos machacados por la tiran¨ªa del capital. Y esto es tanto m¨¢s urgente cuanto que en estos pueblos los dirigentes y opresores tienen el descaro de invocar su condici¨®n cristiana y de manipular a la Iglesia para sus fines explotadores, persigui¨¦ndola claramente cuando ¨¦sta cumple con su estricto deber de ser "Iglesia de los pobres". ?Por qu¨¦ habr¨ªa de ser anacr¨®nico que el Papa excomulgue (o sea, prive de la comuni¨®n eclesial cristiana) a tantos dirigentes del mundo latinoamericano, que no solamente matan y masacran indiscriminadamente a los hombres sin rostro (aunque para los cristianos el rostro de cada hombre es el rostro de Jes¨²s), sino que arrestan, torturan y sacrifican a los propios jerarcas y predicadores de la Iglesia? ?Por qu¨¦ no instituir hoy, como anta?o se hizo con relaci¨®n al mundo del Este, una jornada de oraci¨®n y solidaridad por la Iglesia perseguida por cristianos bautizados y sacr¨ªlegamente comulgantes?
Finalmente, los cat¨®licos estamos seguros de que el Papa tiene la intenci¨®n de cumplir con aquel dicho evag¨¦lico: "M¨¦dico, c¨²rate a ti mismo". Quiero decir que, despu¨¦s de haber criticado tan clara y certeramente la burocracia o nomenklatura de los pa¨ªses colectivistas y haber estimulado la creaci¨®n de agrupaciones intermedias entre el v¨¦rtice y los individuos, ceda paso a una organizaci¨®n coleg¨ªal de toda la Iglesia, tal como la propuso el Concilio Vaticano II e intent¨® llevarla a cabo Pablo VI en sus esfuerzos por mantener el s¨ªnodo de los obispos, del que el entonces cardenal Wojtyla fue un miembro activo y eminente.
Solamente cuando la Iglesia haya puesto orden dentro de sus muros, haciendo de cada cristiano un protagonista real de su fe, de su esperanza y de su amor, podr¨¢ ser un eficac¨ªsimo altavoz, en su condici¨®n de respetabil¨ªsima instancia ¨¦tica, de tantos seres humanos despose¨ªdos de su propia voz por el agobio de la inform¨¢tica imperialista que nos sofoca.
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