Ir¨¢n y Occidente, dos mundos que se alejan
"No drink, no love, no play; only to pray". Esta frase en ingl¨¦s ("ni bebida, ni amor, ni diversi¨®n; s¨®lo plegarias"), pronunciada con una mezcla de iron¨ªa y tristeza, resume para las clases acomodadas de Ir¨¢n la esencia del r¨¦gimen isl¨¢mico. Estas clases, sujetas a unas costumbres plenamente occidentalizadas que la revoluci¨®n no ha conseguido modificar, no comprenden la m¨¢xima isl¨¢mica que antepone el placer de la comunicaci¨®n entre Dios y el hombre a cualquier otro tipo de satisfacci¨®n terrenal.Sin embargo, otras clases sociales que nunca tuvieron acceso a niveles altos de consumo ven el Islam como una fe indescriptible y con un poder de transformaci¨®n enorme, capaz de igualar a los hombres en la tierra y borrar del mapa la injusticia, la miseria y el hambre.
Sobre estas clases, la revoluci¨®n isl¨¢mica se sostiene. Los cl¨¦rigos dirigen hacia ellas sus pr¨¦dicas de modo constante, y sobre ellos los fieles han depositado su confianza en la conducci¨®n de lo terrenal, con la pol¨ªtica incluida. De los cl¨¦rigos obtienen la orientaci¨®n de lo que es bueno y de lo que es malo y las pautas para sobrellevar la vida hasta en sus m¨¢s ¨ªnfimos detalles.
La idea central que pregonan los mullahs es la de la inmortalidad del hombre, pero rechazan cualquier tipo de vinculaci¨®n de esta idea con adjetivos como fatalismo. La inmortalidad es para el clero chiita una idea casi festiva. Cuando alg¨²n dirigente religioso o militar muere en atentado o en el frente, los mensajes enviados a los l¨ªderes isl¨¢micos son de condolencia y de felicitaci¨®n en todos los casos.
Por ello, la idea extendida en las sociedades industriales de que la religi¨®n es "el opio del pueblo" jam¨¢s podr¨¢ ser admitida por un creyente isl¨¢mico, que, por el contrario, considera la religi¨®n como el "coraz¨®n de un mundo despiadado". Al igual que en las culturas occidentales todo o casi todo est¨¢ orientado a la racionalizaci¨®n de lo que no tiene una explicaci¨®n racional, en el Islam chiita vigente en Ir¨¢n los anhelos de inmortalidad del hombre son predicados y extendidos como la m¨¢s grande de las evidencias.
Aqu¨ª reside la fuerza del Islam y el enorme ascendiente del clero sobre sus seguidores; la existencia es presentada como un camino hacia Dios, y todo lo que acelere esta meta es admitido, incluso la p¨¦rdida de la vida humana. Por ello, la aplicaci¨®n de leyes tan estrictas como las qisas, las leyes isl¨¢micas del Tali¨®n, no provocan aparente y formalmente el rechazo de los fieles. Otra cosa es que cada cual en su intimidad pueda considerar inhumana la ejecuci¨®n sumaria de un joven "desviado" o la lapidaci¨®n de una mujer ad¨²ltera.
Sin embargo, la intimidad no cuenta o no es considerada como algo prioritario en Ir¨¢n, donde la publicidad de la religi¨®n es quiz¨¢ su componente m¨¢s importante. Incluso la idea de culpa, tan arraigada en el mundo cristiano o en la religi¨®n jud¨ªa, no puede ser separada en el Islam de su exterioridad manifiesta, hecho que ha llevado a afirmar a algunos, no sin exageraci¨®n, que en el Islam estricto los pecados privados no existen.
Todo ello determinar¨ªa unas pautas de actividad pol¨ªtica verdaderamente singulares, con las cuales la distancia entre lo que se piensa en realidad y lo que se hace en la pr¨¢ctica es a veces enorme, y lo que en Occidente se ha llamado maquiavelismo, cargado en la cultura occidental de recriminaciones de tipo ¨¦tico, carece aqu¨ª de esta sanci¨®n moral.
Los dirigentes isl¨¢micos se quejan amargamente de la incomprensi¨®n occidental hacia su causa, y por ello no es dif¨ªcil que su amargura desemboque en una descalificaci¨®n global de todo lo que se relaciona con la cultura y con la pol¨ªtica occidentales. Paulatinamente la incomprensi¨®n mutua crece, y lo que la pol¨ªtica internacional deshizo tampoco puede ser normalmente rehecho por otras v¨ªas.
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