Arbitros de c¨¢mara, nueva categor¨ªa
El presidente del Sevilla, Eugenio Montes Cabeza, es m¨¢s fino que el vicepresidente del Barcelona Nicolau Casaus. Para el barcelonista, ciertos ¨¢rbitros son ?hijos de Plaza?. Para el sevillano, el canario Merino Gonz¨¢lez es ?¨¢rbitro de c¨¢mara del Real Madrid?. Ya hemos establecido, pues, una nueva categor¨ªa de colegiados. Y Miguel Mu?oz, que habla entre l¨ªneas desde que no est¨¢ en el Madrid, parece que insin¨²a que ahora es cuando comienza a entender las cosas que o¨ªa cuando estaba en el banquillo de Chamart¨ªn. Al cabo de tres jornadas de Liga ya ha surgido el eterno problema arbitral.
Alfonso Cabeza, en la ¨²ltima reuni¨®n de presidentes de Primera Divisi¨®n, dio el cante. Pero esta vez acert¨®. Cabeza se fue al epicentro del se¨ªsmo balomp¨¦dico, y dijo que el que avisa no es traidor. Cabezaha aprendido bien la copla de que hay ¨¢rbitros m¨¢s caseros que otros y que, con determinados se?ores, se puede viajar con m¨¢s tranquilidad. El pasado a?o le mir¨® la palma de la mano a Miguel P¨¦rez y le diagnostic¨® tal madridismo -enfermedad que controla con dedicaci¨®n el doctor del Manzanar,-sque el pobre lleg¨® a conceder en la final de Copa de Juveniles un gol que no fue.De Merino Gonz¨¢lez el presidente atl¨¦tico, que es tan campechano y que habla tan a la pata la llana, no dijo lo que las lenguas de doble filo esperaban que dijese. Pero le calific¨® deportivamente. Y acert¨®. Ya tenemos clamor contra ciertos ¨¢rbitros. El presidente del Sevilla, que siempre hab¨ªa sido moderado, se solt¨® el pelopero por lo fino, que es como duelen ciertas cosas. El presidente del Madrid no est¨¢ dispuesto a pasar por esas acusaciones y prepara una respuesta contundente.
Luis de Carlos dice, desde hace alg¨²n tiempo, que ha habido inter¨¦s, en que el Madrid no sea campe¨®n de Liga. De Carlos tiene sus fundamentos. Hace dos temporadas, cuando la Real Sociedad estuvo a punto de ganar la Liga invicto, el entonces ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva, dijo que conven¨ªa que el t¨ªtulo se fuera a San Sebasti¨¢n. Pero ocurri¨® que aquella salida de pata de banco nadie la tom¨® en serio. Todos los asistentes a la reuni¨®n con el mi- nistro salieron convenc¨ªdos de que aquellas razones pol¨ªticas que esgrimi¨® solamente estaban en su mente. No hab¨ªa razones de Estado. Y la prueba es que el Madrid se proclam¨® campe¨®n y no pas¨® nada. Si en la pasada campa?a gan¨® la Real fue por propios m¨¦ritos, y no porque nadie adulterase la competici¨®n. Le hubiera bastado al Madrid vencer en casa al Espa?ol para haber hecho in¨²til el gol de Zamora en Gij¨®n.
Lo que le ocurre a De Carlos es que aquella conversaci¨®n, con De la Cierva se ha convertido en una pesadilla. Ahora ve ministros de Cultura por todas partes y no hay m¨¢s que uno, que aunque realista, no se mete en esos berenjenales.
El eterno problema arbitral tiene cada temporada parecidas pol¨¦micas, aunque los protagonistas sean distintos. De la designaci¨®n directa al sorteo y del sorteo a la designaci¨®n directa se ha pasado varias veces. Ha habido hasta f¨®rmulas intermedias, como aquella de la lista facilitada por los clubes seg¨²n sus preferencias, lo que produc¨ªa nominaciones m¨¢s o menos a gusto del consumidor.
Ahora nadie se fia del tr¨ªo designador de ¨¢rbitros. Ahora se piensa que hay excesivo dirigismo. El sorteo puro es el sistema que menos se presta a las suspicacias. El bombo distribuye a los ¨¢rbitros por azar. Pero la ventaja se torna en discusi¨®n cada vez que para un encuentro de gran compromiso la bolita se lo adjudica a un colegiado te¨®ricamente inadecuado. Cualquier f¨®rmula que se utilice ser¨¢ siempre discutible, pero todo parece indicar que la menos mala es la del sorteo. Pero eso si, siempre que no est¨¦ manipulado como se ha podido comprobar en alguna ocasi¨®n.
Con las declaraciones de Montes Cabeza volver¨¢n a entrar en acci¨®n los comit¨¦s de la Federaci¨®n; pero, a la vista de las pocas ganas, que existen en la casa por sancionar a dirigentes -a causa de las resoluciones del Comit¨¦ Superior de Disciplina-, hay que pensar que no suceder¨¢ nada. Aqu¨ª s¨®lo la pagan los que dan patadas y no todos.
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