El Madrid-H¨¦rcules transcurri¨® entre bostezos
El partido comenz¨® con aspecto de pim, pam, pum. A los diecinueve minutos ya ten¨ªa tres goles, y entre el primero del Madrid y, el empate del H¨¦rcules no pas¨® m¨¢s tiempo que el de llevar la pelota al c¨ªrculo central y realizar el avance hasta el marco de Miguel Angel. Pero todo fue una iIusi¨®n, porque los sue?os su?os son. A la realidad despertaron los espectadores cuando a partir de la media hora tuvieron que mantener su atenci¨®n a base de bstezos.En el f¨²tbol cuando falta calidad si hay un m¨ªnimo de garra y goles, el respetable. que es muy agradecdo, lo disculpa todo. P
ero es imposible que volvamos a los viejos tirmpos de las goleadas. La mayor¨ªa de jugadores. o no saben tirar a puerta o no se atreven. Y as¨ª nos encontramos con que incluso un se?or apellidado Muller demuestra que no tiene nada que ver con aquel famoso Torpedo del Bayern, al no saber batir a Miguel Angel cuando estaba solito v con todos los pronunciamientos favorables.
Anoche se tir¨® a gol m¨¢s que en partidos precedentes, pero se not¨® en todos que ese no es su h¨¢bito. Y no puede serlo porque, incluso en los momentos de calentamiento. quienes preparan a sus guardametas son sus propios suplentes. Los jugadores de campo en esos momentos, lejos de ejercitarse para efecutar bien la suerte suprema, se dedican a pelotear y hacer malabarismos in¨²tiles. Ya est¨¢ demostrado en torneos amistosos e incluso en los de competici¨®n que quienes mejor lanzan los penaltis son los cancerberos. Anoche incluso el artista de Fuengirola dispar¨® a meta desde dentro del ¨¢rea y le sali¨® la pelota por la banda d,. tribuna.
El f¨²tbol espa?ol se ha llenado de mediocridades, culpa importante del hecho Ia tiene aquel inefable presidente del Sabadell, Ros¨®n, que logr¨® la ampliaci¨®n de la Primera hasta entonces conocida como la Divisi¨®n de Honor. Ahora ya no puede ser un honor estar en Primera, porque lo hace cualqu¨ªera. Lo de anoche hay que llevarlo bien. Con resignaci¨®n cristiana. En el cupo de encuentros mediocres a¨²n hemos de consumir la mayor¨ªa. Entre otras cosas, porque aqu¨ª, corno en Barcelona y Sevilla, los tenemos por partida doble.
El H¨¦rcules se dio por satisfecho con el gol de Segundo e intent¨® conservar el empate. No cumpli¨® su objetivo, pero no se dio por aludido. v en el segundo tiempo se qued¨® encerrado en su parcela. Solamente avanz¨® tres hombres cuando sac¨® de puerta Tomaszewski, que envi¨® siempre la pelota sobre la l¨ªnea media del Madrid.
El maestro Boskov sac¨® su arma secreta en el segundo tiempo, Isidro, pero no mejor¨® con ello, como estaba previsto, el juego de ataque. Cont¨® inesperadamente con Garc¨ªa Hern¨¢ndez a falta de un cuarto de hora. Es decir, cuando ten¨ªa escas¨ªsimas posibilidades de demostrar que es m¨¢s gente que otros. Entre la labor de Carcel¨¦n, tan oscura que nadie repar¨® en ella, y los cuatro detalles del zurdo de El Pardo hubo una diferencia. pero Boskov seguir¨¢ sin creer en las ev¨ªdencias.
El colmo fue la actitud del H¨¦rcules, que con el partido perdido se dedic¨® casi exclusivamente a defender. El Madrid, que no tuvo una noche medianamente brillante, no supo sacar provecho de su mayor dominio, de superioridad manifiesta de los a?os de la defensa herculana, que fueron notorios. Al H¨¦rcules se te acab¨® el gas antes de lo previsto. El extranjero de la l¨ªnea media. Muller, desapareci¨® por completo en la segunda parte. Aracil y Segundo, sus hombres m¨¢s peligrosos en el contraataque, carecieron del apoyo suficiente para intentar la aventura.
El Madrid contin¨²a sin encontrar un esquema de juego. La lentitud de algunas fases del partido no se debieron a Del Bosque, que repentiza mucho m¨¢s que sus compa?eros. La parsimonia madridista se debe, sin duda, a la falta de hombres h¨¢biles en el ataque, capaces de crear la jugada o de facilitarle un bal¨®n en las debidas condiciones a Santillana. S¨®lo a empellones no es posible jugar. Sobre todo cuando se tiene un historial que defender ), un futuro que conquistar.
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