Elogio y eleg¨ªa por "Encuentro con las letras"
La misma semana en la que apareci¨® EL PAIS, una nueva emisi¨®n cultural comenzaba en Televisi¨®n Espa?ola. Una emisi¨®n -Encuentros con las letras- que ha mantenido, a lo largo de cinco a?os y medio, un nivel de exigencia cultural evidente, un tono de calidad incontrastable, y que, sin embargo, ha sido objeto de frecuentes cr¨ªticas y maniobras de todo tipo.La cultura es el fantasma que recorre los pasillos de Prado del Rey, sin encontrar jam¨¢s acomodo, sirviendo de coartada, de exutorio, de arma arrojadiza y de solemnes declaraciones de principio. Salvando honrosas excepciones, en su nombre se han cometido las mayores atrocidades contra el p¨²blico y la propia cultura a la que se dice servir.
Encuentros con las letras ha padecido embates de dentro y fuera de la casa, dictados por la incomprensi¨®n, la envidia, la censura o la maniobra. Desde el recorte puro y simple de los medios con los que contaba, hasta las censuras, los cambios de horario, o las acusaciones de poco televisivo, Encuentros ha luchado contra viento y marea y puede presentar, interrumpida ya su existencia abruptamente, un balance s¨®lido y positivo. Su director, Carlos V¨¦lez, protagoniz¨® hace ya mucho tiempo otra empresa cultural de la m¨¢xima importancia. De 1958 a 1961 fue el director de la revista universitaria Acento Cultural, una de las grandes publicaciones de artes y letras del ¨²ltimo medio siglo de la historia espa?ola. Encuentros con las letras ha sido, pues, su segunda gran empresa cultural.
Ha muerto un buen programa cultural, en una televisi¨®n que no anda sobrada de ellos. Ha muerto un programa necesario. All¨¢ los responsables. Pero justo es advertir que el hueco es enorme y que la historia de nuestra televisi¨®n est¨¢ repleta de trivialidades y fracasos sin cuento, perpetrados en nombre de la divulgaci¨®n, de lo televisivo, de lo period¨ªstico o de esa entelequia, que nadie parece saber qu¨¦ es, denominada cultura popular. La cultura no se rebaja ni admite saldos. Al menos, Encuentros mantuvo calidad, independencia y objetividad. Hizo, simplemente, cultura, sin m¨¢s adjetivos.
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